Diario las Americas
2 de diciembre de 1998

Caldera deja un país irritado y empobrecido

              CARACAS -- El octogenario presidente venezolano Rafael Caldera entregará al
              sucesor que resulte electo el próximo domingo un país irritado, con un oscuro
              panorama económico y un orden institucional en precario equilibrio.

              La calidad de vida de los venezolanos, que al menos desde que comenzó esta
              década ha venido empeorando progresivamente, se agravó aun más a causa de la
              brusca caída, a niveles sin precedentes, del precio del petróleo, la casi exclusiva
              fuente nacional de recursos.

              Caldera, que ya había sido presidente de 1969 a 1974, ganó con sólo el 30 por
              ciento de los votos las elecciones e inició su quinquenio presidencial en febrero de
              1994 con la idea de restablecer el orden institucional.

              Las dos intentonas golpistas de 1992 y la crisis que condujo en 1993 a la
              destitución del entonces presidente Carlos Andrés Pérez, para afrontar un juicio
              por presunta corrupción, había dejado maltrecha a la democracia venezolana.

              En el orden político, Caldera procuró apaciguar a las Fuerzas Armadas con el
              sobreseimiento de unos 120 militares que estaban procesados o en exilio por su
              participación en las intentonas golpistas, y logró que el primer partido del país,
              Acción Democrática (AD), le diera un respaldo suficiente, durante toda su
              gestión, para garantizar la gobernabilidad.

              Los portavoces oficiales esgrimen como principal logro de Caldera la estabilidad
              institucional, pero el país se encuentra dividido en dos mitades por las elecciones
              presidenciales del próximo domingo y hay posibilidad de un salto al vacío si gana
              Hugo Chávez, el militar que en 1992 intentó derrocar a Carlos Andrés Pérez.

              Los especialistas sostienen que Caldera condujo la economía de manera "errática"
              y que su empeño en mantener un modelo popular hizo perder dos años en los
              que, para empeorar las cosas, naufragó el 60 por ciento del sistema bancario con
              un costo de 7.000 millones de dólares.

              Ese "crack" bancario causó profundos traumas, puso en fuga a más de un
              centenar de propietarios y gerentes de bancos y se alegó que su trasfondo era
              político ya que Caldera se empeñó en pasarle factura a unos banqueros que no le
              eran afectos, pero erró en sus cálculos al dejar que un severo problema de falta
              de liquidez se convirtiera en una crisis de insolvencia.

              Con el país bajo "el estado de emergencia financiera", el mercado cambiario
              sometido a control oficial, lo mismo que los precios, la insostenible situación
              obligó a desamarrar el mercado monetario, a liberar las tasas, generalizar el
              impuesto a las ventas y subir el precio de los combustibles.

              Los estragos de la crisis bancaria y del modelo populista fueron tan grandes que
              Caldera tuvo que romper solemnes promesas políticas y acudir al Fondo
              Monetario Internacional (FMI).

              Una buena parte de la recuperación de la confianza se debió, sin embargo, al
              manejo del timón económico por el ex guerrillero y líder socialista Teodoro
              Petkoff, desde el ministerio de Planificación, algunas inversiones imprevistas y la
              venta del 49 por ciento de las acciones de la telefónica nacional que estaba en
              manos del Estado.

              La reactivación económica comenzó a dar señales en 1997 y a mediados de ese
              año se completó el proceso de asociación para la explotación petrolera de
              compañías extranjeras con la estatal PDVSA, que dejó las puertas abiertas al
              capital privado -salvo que el próximo presidente las cierre- en un sector que lleva
              20 años estatalizado.

              Caldera deja tras de si una estela de inflación durante su quinquenio del mil por
              ciento, el precio del dólar estadounidense seis veces más alto y peores
              indicadores de bienestar social que cuando él asumió el poder.

              La calidad de los sistemas educativo y sanitario ha retrocedido a niveles de los
              años 60, enfermedades que se creían erradicadas han repuntado y la pobreza
              afecta a más del 80 por ciento de los casi 23 millones de habitantes.

              La vertiginosa caída en 1998 del precio del petróleo, del que Venezuela depende
              casi con angustia, pone una densa sombra en el futuro inmediato del país para
              repuntar de la crisis.

              Petkoff y su colega de Hacienda, Martiza Izaguirre, han anticipado que el próximo
              presidente encontrará una economía agotada por la abrupta bajada del precio del
              crudo pero también por la paralización de la actividad productiva, que se ha
              reducido en un 60 por ciento, y la previsión de una fuerte presión social.

              Venezuela tendrá un déficit fiscal en 1999 de 5.000 millones de dólares y
              recomienda austeridad extrema en el gasto, mayor recaudación tributaria y acudir
              al crédito internacional, lo que está condicionado a un arreglo con el FMI.

              Caldera no logró durante su mandato implantar la seguridad jurídica y personal
              que los inversores reclaman, y tampoco pudo llevar adelante la privatización del
              sector estatal del aluminio por la incertidumbre electoral en su país y eliminar,
              como quería los potenciales compradores, los grandes pasivos financieros y
              sociales que tienen esas empresas públicas.