El Universal (Caracas)
sábado 28 de febrero, 2004
 
Elinor Montes y los abismos

Cuando se ve a esa mujer joven, menuda y llena de decisión que avanzó, con la sola defensa de su Bandera en la mano, hasta las filas de la Guardia Nacional, se sabe que este pueblo nunca se rendirá, que luchará sin pausa y que vencerá. Elinor Montes resume la esencia del valor de las mujeres, de las madres y de los ciudadanos de esta patria. Mientras tanto, como un Mugabe cualquiera, Chávez manda a sus sicarios a reprimir.

Nunca la Guardia Nacional había sido un instrumento de venganza, de represión y de náusea como en esta etapa. Todo esto en el marco de un evento, como la reunión del G15, destinado, supuestamente, a la defensa de los pueblos del mundo.

Nunca fue más real la tesis de Chávez. Los gobernantes andan de cumbre en cumbre y los pueblos de abismo en abismo. La prueba al canto. Mientras Chávez, a duras penas reunía a tres presidentes democráticos, al repulsivo dictador Mugabe y a la variopinta presencia del G15; sus tropas arremetían con singular ferocidad contra el pueblo caraqueño a 500 metros de esa cumbre.

El discurso presidencial de ayer, mezcla tóxica entre algo que podría llamarse el pensamiento económico de Giordani y la prosa estilo acróstico del general Pérez Arcay, ilustra el carácter siempre fraudulento de este régimen. Tuvo el tupé de hablar del 27 de febrero de 1989, sin duda fecha terrible en la historia contemporánea de Venezuela; pero él, con sus órdenes, estaba produciendo otro 27 de febrero de atropellos, vejaciones, persecuciones contra centenares de miles de venezolanos.

La manifestación de ayer marca una nueva etapa en las luchas democráticas de Venezuela. La Coordinadora Democrática asumió el papel que le correspondía y lo hizo bien, dignamente: trató de llegar adonde dijo que procuraría hacerlo. Los ciudadanos, sin locuras, con singular arrojo, intentaron cumplir _por diferentes vías_ el cometido de la marcha. Es un motivo de orgullo ver cómo cientos de miles de ciudadanos avanzaban y retrocedían; sin pánico, con decisión, intentando llegar hasta donde las metas estaban trazadas. Se reveló, nítido, el espíritu de combate de este pueblo, cuya vocación pacífica no está reñida con el coraje que las luchas en la calle requieren.

Sin embargo, otras cosas se pusieron de manifiesto. Chávez ya sólo puede mandar en medio de una nube lacrimógena; se ha convertido en un personaje patético que le tiene terror a la gente en la calle. No es, como quisiera, un Lula exitoso, sino progresivamente un Mugabe represivo.

Para el pueblo democrático ha comenzado una etapa nueva de la lucha. Ya las esperanzas de que el Trío Patético del CNE pudiera producir una salida se han esfumado. Los mandaderos de Miraflores quieren acabar con cualquier vestigio del referendo y para tal propósito han cometido indignidades a granel. También se sabe hoy que Chávez ha pasado a una etapa de represión abierta contra la sociedad que lo cuestiona.

Chávez va a conocer ahora el ácido de la ira feroz de un pueblo. El, que hacía demagogia en las cumbres, acercándose a los que protestaban afuera, ahora probó la merengada fatídica de tener que reunirse cercado por sus tropas, para defenderse de un pueblo real que lo asedia, mientras pronunciaba un discurso a favor de pueblos abstractos que ni lo escuchan.