El Comercio (Lima, Peru)
Marzo 24, 2002

Tras histórico encuentro surgió compromiso por la democracia

 
George W. Bush estuvo en Lima. No hubo lluvia de millones ni anuncios imperialistas. Sí hubo un compromiso del mandatario de la primera potencia del mundo de apoyar decididamente el proceso democrático peruano y su real necesidad de desarrollo.

El entusiasmo por la visita no pudo empañarse con los temores de atentados o incidentes. Ello a pesar de que éstos aumentaron en la mañana, cuando se informó que en el distrito de San Juan de Lurigancho un auto blanco supuestamente iba regando bombas caseras por las calles. Las imágenes del miércoles pasado volvían a las cabezas preocupadas.
Unas cuantas marchas de protesta, producidas a pesar de la prohibición expresa, fueron reprimidas con dureza y totalmente disueltas para el mediodía. Medio centenar de detenidos no olvidará esta fecha.
A esa hora del día solo restaba esperar la llegada del mandatario norteamericano a las 2 y 45 de la tarde. Y lo hizo exactamente a esa hora. Su puntualidad podría ser la envidia del presidente Alejandro Toledo y su hora Cabana.
Todo estuvo sincronizado. La tercera nave del grupo de siete aviones que trajo al presidente George Bush arribó a suelo peruano a las 2 y 37 de la tarde. Y mientras el llamado Air Force One seguía por la pista de aterrizaje hasta colocarse en el lugar indicado dieron las 2 y 45, tal como habían anunciado.
Apenas unos minutos antes el presidente Alejandro Toledo y su esposa Eliane Karp habían llegado a la explanada del Grupo Aéreo 8 en un helicóptero de la Policía Nacional.
El despliegue de logística y seguridad fue espectacular en la base militar y durante el resto del día en cada paso que dio Bush. La consigna de que nadie se acercase demasiado se cumplió a cabalidad.

Parecían uniformados

George y Laura Bush descendieron de la enorme aeronave. Ella vestida de rojo y él con terno oscuro, camisa blanca y corbata azul-celeste. Alejandro y Eliane Toledo se acercaron a recibirlos. Ella también vestida de rojo y él con terno oscuro, camisa blanca y corbata azul-celeste. Para la cena de gala, las mujeres lucieron otros trajes, Eliane siempre de rojo y Laura esta vez de negro.
Los dignatarios se saludaron como dos viejos amigos que se reencuentran después de un tiempo. Apretones de manos y palmadas en la espalda y en el hombro. En cuanto pudo, Bush puso en palabras lo que había expresado con gestos: Toledo, amigo, dijo en castellano para que todos entendieran. El lazo se habría creado en las tres oportunidades que se vieron y en la decena de veces que han hablado por teléfono.
La seguridad fue extrema. Cada calle y los alrededores por donde transitó el Cadillac blindado negro que llevó al presidente de los Estados Unidos fue cerrada. En este impresionante vehículo también estuvo el presidente Toledo. En el trayecto los mandatarios aprovecharon para adelantar algunos temas previstos en la agenda y también aquellos que no fueron considerados, pero que uno u otro tenían interés en plantear.
Una vez en la residencia del embajador, Toledo se despidió del visitante y partió en su Mercedes negro con dirección a Palacio de Gobierno. Allí lo esperaban unas 300 personas de diferentes bases de Perú Posible con banderitas peruanas y estadounidenses, y pancartas de bienvenida. El jefe del Estado Peruano se acercó a este grupo, cuya movilización fue organizada por la congresista Doris Sánchez, a pesar de que el Ministerio del Interior había dispuesto en la víspera que quedaba prohibida cualquier tipo de manifestación.

Al ritmo de huayno y de jazz

En esos momentos, el presidente norteamericano dirigía un discurso en la residencia del embajador de su país para dar inicio a una reunión que duró 20 minutos. Su ingreso fue precedido por un cadencioso huaylas y después se dio paso a música jazz. "Fue una reunión muy sencilla y alegre, como es el presidente", comentó uno de los asistentes.
Dentro de la residencia, medio millar de empleados de la Embajada de Estados Unidos en el Perú y residentes de ese país en Lima esperaban desde las 12.30. Los invitados habían llegado a la casa de John Hamilton en un ómnibus especial.
Frente a la delegación diplomática de su país, el presidente Bush reiteró la buena relación entre ambos países y la confianza en el gobierno de Alejandro Toledo. También anunció que habrá más recursos para combatir el terrorismo y el narcotráfico, así como mayor protección para quienes laboran en las diferentes misiones diplomáticas estadounidenses.
De aquí el presidente de los Estados Unidos se dirigió a Palacio de Gobierno. La Plaza Mayor lucía especialmente bella iluminada por el sol de la tarde. Los jardines impecables y un espontáneo vuelo de palomas al paso de la comitiva dieron un marco ideal. Alejandro Toledo esperaba a Bush en el Patio de Honor.
Los llamados amigos se abrazaron nuevamente y casi de inmediato saludaron con los brazos en alto desde el interior de la Casa de Gobierno a los simpatizantes de Perú Posible que estaban a 10 metros de distancia. Así se cumplió, de algún modo, el baño de popularidad contemplado en la agenda. Las medidas de seguridad, sin embargo, lo redujeron a un distante saludo que la gente respondió con calidez.
Para la congresista Doris Sánchez (Perú Posible), promotora de la movilización que contravino la disposición del propio gobierno, hubo cerca de ocho mil simpatizantes. Las imágenes, sin embargo, mostraban apenas unos tres centenares.
Los saludos en el Patio de Honor tardaron apenas cuatro minutos. A su paso por el Salón Dorado de Palacio, Bush no pudo dejar de admirar la belleza de este ambiente decorado con espejos y marcos dorados. Ya en el despacho presidencial tuvieron una reunión a solas durante 10 minutos.
Luego vino la reunión de fondo: ambas delegaciones dialogaron por más de una hora. Además de los presidentes, por el Gobierno Peruano participaron el primer vicepresidente de la República Raúl Diez Canseco, el presidente del Consejo de Ministros Roberto Dañino, el canciller Diego García Sayán y el ministro de Economía Pedro Pablo Kuczynski; por el de Estados Unidos lo hicieron el secretario de Estado Colin Powell, la consejera para Asuntos de Seguridad Condolezza Rice, el subsecretario para Asuntos de América Latina Otto Reich y el embajador en Lima John Hamilton.
Antes de que culminara este importante encuentro, Laura Bush ya anunciaba desde el Palacio de Torre Tagle, donde se reunió con Eliane Karp, que Estados Unidos destinará 195 millones de dólares al fortalecimiento de la democracia, el combate al narcotráfico y el robustecimiento de la economía peruana.
Las dos primeras damas participaron en la sede de la Cancillería en una disertación sobre el estado de la educación en el Perú y los programas de apoyo de Estados Unidos para la capacitación de los maestros.

Bromas de amigos

Fue en la conferencia de prensa de ambos mandatarios donde surgieron las novedades tras el encuentro entre ambas delegaciones.
Ésta comenzó cinco minutos antes de las seis de la tarde y concluyó 37 minutos después. Como en una buena reunión de amigos, brotaron las bromas, se jugó con la coincidencia en edades de ambos presidentes: "Tenemos 55 años, pero mi amigo tiene el pelo negro y yo gris", exclamó Bush y Toledo hizo referencia a su baja estatura frente al tamaño de su homólogo.
Hubo seis preguntas en total, tres de medios de comunicación peruanos, una de ellas de El Comercio, e igual número de la prensa norteamericana. En varios pasajes, cada uno respondió mirándose a los ojos y apoyando cómodamente el codo en los podios que tenían el escudo nacional.
En esta exposición quedó clara la razón de la presencia de Bush en nuestro país. Lo hizo para comprometerse en la lucha contra el terrorismo y el narcotráfico, de la cual el Perú es uno de sus principales aliados en la región, y para reconocer, en el lugar, el mérito peruano por haber recuperado la democracia de forma pacífica. Tras mutuos elogios, uno presentó al otro como paradigma de la democracia.
Luego vinieron las fotos de rigor y ambos se despidieron, siempre con la confianza de dos buenos amigos, subiendo las escaleras en medio de amenos comentarios.

Encuentro andino

Después de la reunión bilateral, los mandatarios pasaron al encuentro andino con los presidentes Andrés Pastrana de Colombia y Jorge Quiroga de Bolivia, así como el vicepresidente de Ecuador Pedro Pinto Rubianes. Con ellos trataron el tema de la postergada aprobación de la Ley de Preferencias Arancelarias Andinas (ATPA). Esta significativa reunión que fue una iniciativa de Toledo duró aproximadamente una hora.
Después de la foto protocolar en la escalera hacia la residencia, los invitados y el anfitrión se dirigieron al comedor para probar la trucha del Titicaca y el lomo en salsa de pimienta serrana, platillos elegidos personalmente por Alejandro Toledo para esta inolvidable cena de gala ofrecida a 320 comensales.
En los discursos de orden, ambos repitieron el libreto de los recíprocos reconocimientos de cualidades, denominador común que por cierto va más allá del habitual protocolo que muestran los jefes de Estado en un encuentro oficial.
Los tiempos previstos para cada reunión se cumplieron casi como estaba calculado. En el desplazamiento de un presidente norteamericano, se supone, todo se cumple con rigor, no hay espacio para imprevistos, y menos aún después del atentado en Nueva York y Washington del pasado 11 de setiembre.
Hasta el espectáculo cultural que se presentó en la explanada de Palacio de Gobierno, para que Bush disfrutara de nuestras danzas nacionales, duró menos de 10 minutos, y de allí el ilustre visitante partió con destino al Hotel Marriot en Miraflores, al que llegó a las 10 y cinco de la noche. Su rostro, cansado, reflejaba la intensidad de la jornada.
Su partida está prevista para las 8 de esta mañana. Su nuevo destino: El Salvador.
La histórica visita, a pesar de su brevedad, pues apenas duró 17 horas, debe haber abierto las puertas para una estrecha relación bilateral que beneficie en diferentes ámbitos a ambos países.