El Diario La Prensa (N.Y.)
septiembre 27, 2005

Se quería entregar a periodista

San Juan/EFE — Cientos de personas despidieron ayer al líder independentista puertorriqueño Filiberto Ojeda Ríos, muerto el pasado viernes en un confuso tiroteo con el FBI, que ha desatado una oleada de protestas en la isla y denuncias por parte de su viuda.

El cadáver de Ojeda, líder del grupo clandestino Ejército Popular Boricua “Los Macheteros”, fue expuesto en el Ateneo de Puerto Rico y en el Colegio de Abogados de San Juan, donde numerosos amigos y simpatizantes de la causa independentista le rindieron el último homenaje.

Mientras los restos de Ojeda recibían el homenaje popular, su viuda, Elma Beatriz Rosado Barbosa, ofreció en el Ateneo una rueda de prensa en la que acusó a la Oficina Federal de Investigaciones de Estados Unidos (FBI) de “mentir” sobre lo sucedido en el tiroteo.

Según la viuda del líder “machetero”, que permanecía huido de la Justicia de EE.UU. desde 1990, éste fue cercado el viernes por casi un centenar de agentes del FBI en la residencia donde ambos se encontraban en el barrio de Jaguitas, en la localidad occidental de Hormigueros, a unos 150 kilómetros de San Juan.

Rosado aseguró que los agentes federales comenzaron a disparar contra la fachada de la vivienda sin dar tiempo al líder independentista a entregarse.

Aseguró que su esposo le pidió a ella que saliera de la residencia, y tan pronto lo hizo, varios oficiales federales le ordenaron que se arrodillara, y al no hacerlo, la tumbaron por la fuerza y la inmovilizaron.

‘Me vendaron los ojos’

“Oí a Filiberto gritarles: ‘yo me entrego al periodista Jesús Dávila’”, corresponsal en San Juan de EL DIARIO/LA PRENSA, relató llorosa y agregó que “más tarde me vendaron los ojos y en ese momento sentí en mi corazón, supe, que lo iban a asesinar".

Rosado pidió a los puertorriqueños que denuncien las acciones del FBI en manifestaciones de protesta y que exijan que las autoridades estadounidenses abandonen la isla, un Estado Libre Asociado a EE.UU.

“El FBI miente. Miente, como siempre ha mentido (...) `Fuera de nuestro terruño los malditos federales! `Que se larguen!”, expresó Rosado.

“Los sacamos de Vieques (isla puertorriqueña usada durante décadas por la Marina de EE.UU. para prácticas de tiro). Podemos ahora sacarlos de Puerto Rico”, afirmó.

El incidente en el que murió Ojeda duró unos 45 minutos y en él un agente federal resultó herido.

Tras el tiroteo, el FBI mantuvo durante casi 20 horas la residencia cercada sin informar del propósito de la operación policial hasta primera hora de la tarde del sábado, cuando entregaron a las autoridades locales el cadáver de Ojeda.

La versión de la viuda contradice a la del jefe del FBI en Puerto Rico, Luis Fraticelli, quien aseguró que cuando los agentes llegaron al lugar, Ojeda abrió la puerta de la vivienda y los recibió a tiros, a los que respondieron.

En la misma rueda de prensa de Rosado, el doctor Héctor Pesquera, portavoz de la familia, y quien estuvo presente en la autopsia que le practicaron a Ojeda, manifestó que el análisis forense “nos dijo claramente que (los agentes del FBI) no vinieron a arrestarlo, vinieron a matarlo... lo dejaron desangrar".

El gobernador de Puerto Rico, Aníbal Acevedo Vilá, declaró ayera una emisora de radio local que lo ocurrido “es sumamente serio, es inaceptable” y consideró que “el FBI y las autoridades federales tienen mucho que explicarle al pueblo de Puerto Rico".

El fallecimiento de Ojeda, de 72 años, ha provocado expresiones de unidad dentro del movimiento independentista, cuyas fisuras se profundizaron luego de las elecciones pasadas, en el año 2004.

Trompetista de la orquesta de salsa “La Sonora Ponceña”, Ojeda dejó la música por la lucha armada independentista y en 1983 encabezó el grupo que robó más de siete millones de dólares en un camión blindado de la compañía Wells Fargo en la localidad de Hartford, en Connecticut (EE.UU.).

En la entrada del Ateneo, se podía observar un óleo y una serigrafía con el rostro del líder independentista ensangrentado, sosteniendo una bandera de Puerto Rico mientras recibe una lluvia de balas.