El Nuevo Herald
December 14, 1998
 
El humanitarismo al estilo Manuel Noriega

 BETTY BRANNAN JAEN

 --De la redacción de La Prensa

 Washington -- El martes pasado, en Miami, durante una audiencia que se
 celebró ante el juez federal que presidió el juicio de Manuel Antonio
 Noriega, el abogado Jon May, uno de losdefensores del ex dictador
 panameño, le dijo al magistrado William Hoeveler que presentaría tres
 testigos que describirían ``las acciones humanitarias'' de Noriega que el
 juez debería tomar en cuenta para reducirle la sentencia.

 Para muchos, no constituyó mayor sorpresa, al conocer el nombre de los
 componentes del trío, constatar que la CIA y la DEA (agencias
 norteamericanas de inteligencia) sienten un amor apasionado e
 inquebrantable por el ex dictador. Pero sí fue sorpresa ver al ex embajador
 de Washington en Panamá, Arthur Davis, en esa compañía.

 El primero en atestiguar fue Donald Winters, jefe de la Agencia Central de
 Inteligencia (CIA) en Panamá entre 1983 y 1986. Lo siguió el ex coronel
 norteamericano Matías Farías, del servicio de inteligencia militar de
 Estados Unidos, y luego Arthur Davis, embajador de Panamá entre 1986 y
 1990.

 Winters, Farías y Davis describieron una estrecha relación de conveniencia
 mutua con Noriega en la que éste fue muy servicial a los intereses de
 Estados Unidos. El general se reunía semanalmente con cada uno de ellos,
 lo que creaba una relación de creciente intimidad, incluso con Davis.

 Así, mientras que públicamente mantenían una relación hostil, Davis
 atestiguó que en privado él y Noriega desayunaban juntos todas las
 semanas y se trataban con una familiaridad que permitía tanto chistes
 como desacuerdos. Noriega es muy inteligente y tiene un gran sentido de
 humor, dijo Davis.

 Entre otras cosas que ya se sabían, Winters, Farías y Davis revelaron que
 Noriega ofreció asilar al presidente filipino Ferdinand Marcos en Panamá
 cuando el gobierno de Reagan indicó que ese era su deseo. El ex
 embajador Davis agregó que fue el presidente Erick Delvalle quien canceló
 la oferta hecha por Noriega. ``Creo que fue una de las pocas instancias en
 que Delvalle se sobrepuso [a Noriega]'', observó Davis.

 El testimonio de Winters, Farías y Davis dejó claro que entre las astucias
 de Noriega estuvo la percepción de que la mejor forma de congraciarse
 con Washington era sirviéndole de basurero. Además de Marcos, fue
 Noriega (y no Omar Torrijos) quien ofreció asilar al sha de Irán.

 También dio refugio a guerrilleros nicaragüenses y a terroristas vascos.
 Cuando el presidente chileno Salvador Allende fue derrocado por la CIA y
 Augusto Pinochet comenzó a matar gente al por mayor, Farías dice que
 Estados Unidos se preocupó ``por la mala publicidad'' que esto podría
 causar, y otra vez buscó la ayuda de Noriega. Este ya sabía qué hacer: su
 oferta de asilo político en Panamá fue ``una acción humanitaria'' que
 ``salvó cientos de vidas'', dijo Farías.

 Igualmente, para Noriega no había maleante internacional que no fuera
 bienvenido en Panamá. Esto se compagina perfectamente con el
 testimonio que salió en su juicio, de que cuando los ``narcocapos''
 colombianos se reunieron en Contadora en busca de un refugio temporal,
 Noriega los recibió personalmente diciéndoles: ``¡Bienvenidos,
 muchachos!''; podrían quedarse a salvo en Panamá todo el tiempo que
 quisieran, pero claro que tendrían que pagar por el asilo. Según recuerdo, el
 precio era $100,000 por semana cada uno.

 ¿Cuánto le cobraba Noriega a Estados Unidos por tener a Panamá de
 basurero y por sus otros servicios? Según Winters, nada.

 ``Mientras yo estuve en Panamá, Estados Unidos jamás le pagó al general
 Noriega'', atestiguó Winters. Esto contradice lo que los mismos abogados
 de Noriega dijeron en el juicio, cuando adujeron que Estados Unidos le
 había pagado a su empleado entre $10 y $20 millones. Los millones de
 dólares en las cuentas bancarias de Noriega y en los clósets de su casa no
 eran procedentes del narcotráfico sino dinero recibido de la CIA, decían
 Frank Rubino y Jon May.

 Ahora, sin embargo, han abandonado ese argumento para tratar de hacer
 ver que Noriega no servía a la CIA por dinero sino por su corazón
 humanitario.

 Si Noriega recibía en Panamá a cuanto maleante quería, durante el juicio
 hubo testimonio de que también los recibía en su casa. Por ello fue
 significativo que Winters tuviera a bien describir en el estrado de los
 testigos la emoción que sintió cuando Noriega le ``extendió la cortesía'' de
 ser el único norteamericano invitado a una de sus fiestas de cumpleaños.

 Lástima que nadie le preguntó a Winters quién más estaba en la fiesta, en
 qué consistían los festejos, y si él estaba seguro de que Noriega no lo
 estaba filmando para chantajearlo después. Se rumora que ésa era una de
 las tácticas favoritas de Noriega, trampa en que los pobres gringos caían
 una y otra vez; quizás algún día descubriremos si eso motivó el testimonio
 de Winters y de los demás. Pero los abogados de Noriega, Frank Rubino y
 Jon May, insistieron ante el juez Hoeveler en que los tres testigos pro
 Noriega habían comparecido por ``cuestión de conciencia''.

 Aparte del amor intenso que los servicios de inteligencia sentían por
 Noriega, la audiencia del martes también confirmó que esos servicios no
 tenían el menor interés en que hubiera democracia para Panamá y que
 hubo pugna entre el Departamento y el Pentágono sobre la política hacia
 Noriega. El testimonio de Winters no incluyó la palabra ``dictador'' ni
 mencionó jamás los derechos humanos y políticos del pueblo panameño.

 Farías sí mencionó el tema pero sólo de la manera más deprimente. El
 atestiguó, sin pena, que cuando Noriega le consultó si debería celebrar
 elecciones en 1989, le aconsejó que no lo hiciera. Mientras Farías (como
 militar estadounidense) le decía a Noriega que no celebrara elecciones, el
 embajador Davis (como diplomático estadounidense) dice que él
 presionaba para que sí las celebrara.

 Obviamente, Noriega supo aprovechar la incompatibilidad de esas dos
 posiciones, pensando siempre que sus protectores en la CIA y en el
 Pentágono lo defenderían. Esos protectores incluían a Bill Casey (director
 de la CIA) que le dijo a Davis que Noriega era el perfecto agente de
 inteligencia. ``He's my boy'', dijo Casey.

 Por último, el general Galvin (jefe del Comando Sur) también le habló
 elogiosamente de Noriega a Davis. Según David, Galvin le dijo que
 Estados Unidos había tenido mucha suerte en tener a Noriega a la cabeza
 del aparato militar panameño, que era uno de los ejércitos más
 profesionales de Latinoamérica.
 

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