El Nuevo Herald
6 de mayo de 2001

Panamá manda al infierno a los "diablos rojos''

FRANCO ROJAS / EFE
PANAMA

El ministro de Gobierno y Justicia, Winston Spadafora, ha decidido poner fin a
uno de los mayores purgatorios de los panameños, el transporte, y para ello
mandó al infierno a los ``diablos rojos'', los autobuses bajo cuyos neumáticos
han muerto cientos de peatones.

Se acabarán las carreras salvajes en medio de calles atestadas de vehículos, se
respetarán las luces rojas de los semáforos, se conducirá por su vía y ruta, los
choferes tendrán que afeitarse, asearse, usar uniforme y asistir a cursos de
relaciones humanas.

Estas son algunas de las condiciones por las cuales el ministro Spadafora pactó
con los transportistas la unificación de la tarifa a $0.25, que empezó a regir
desde el jueves, y que ha provocado violentas manifestaciones callejeras de los
estudiantes, que consideran la medida un ``golpe'' a sus bolsillos.

Durante veinte años la población ha pagado una tarifa del transporte público de
entre $0.15 y $0.20, precio que los dueños de los ``diablos rojos'' dicen que ya
no pueden sostener.

Spadafora ha dado a los transportistas un plazo de seis meses, divididos en tres
etapas, para que eliminen de sus máquinas las ``troneras'' (tubos de escape
abiertos), las calcomanías obscenas, las frases con doble sentido, satánicas o
que hagan alusión a la muerte.

Muchos ``diablos rojos'', que por su condición mecánica pueden ser salvados,
tendrán que ir a una especie de ``purgatorio'', donde se les limpiará de retratos
de mujeres desnudas, frases obscenas, satánicas y otras, pero muchos, por su
estado deplorable, irán al ``infierno'', como le llaman a los cementerios de
chatarras.

Entre las frases que se podían leer durante un viaje a bordo del autobús
``Príncipe Dorado'' estaban algunas como ``vivo de la envidia'', ``dichoso Adán
que no tuvo suegra'', ``pídele a Dios el cielo porque el infierno ya lo viviste aquí'' y
``a favores no me niego, pero de las gracias no vivo''.

El pasajero podrá disfrutar ahora de un dulce sosiego y recordar como pesadilla
cuando debía soportar una velocidad de vértigo, la música salsa y el ``reggae''
que le rompía los tímpanos y terminaba mareado con las luces rojas, violetas,
amarillas intermitentes que giraban sobre el techo interior cual discoteca
ambulante.

Tampoco irá como ganado a bordo de los autobuses, porque el titular de
Gobierno y Justicia ordenó colocar una barra segura o asidero para los pasajeros
y un número de teléfono visible a donde pueden dirigir sus quejas.

Los conductores, con las nuevas disposiciones, también tendrán que dejar el
machete en casa, el bate de béisbol, el martillo oxidado o el cuchillo de cocina
que usaban como ``herramientas de trabajo'' contra algún pasajero.

Una medida que ha permitido un respiro de alivio moderado entre pasajeros,
peatones y automovilistas ha sido el hecho de que ahora los ``diablos rojos''
deberán tener un seguro obligatorio de vida para los usuarios y otro para pagar
daños a terceros.

A juicio de los miembros de la organización no gubernamental ``Seguridad pro
Ciudadana, Orden y Disciplina'', la tarea encomendada a los transportistas será
``titánica'', porque es muy difícil lograr los cambios en un corto plazo.

En una de las últimas tragedias causadas por el exceso de velocidad de los
``diablos rojos'' murió el pasado jueves el médico Ismael González, de 31 años,
y otras sesenta personas resultaron heridas cuando un autobús perdió el control
y se estrelló contra otros dos vehículos.