El Nuevo Herald
2 de noviembre de 2001

La Iglesia nicaragüense apuesta por Bolaños

 GONZALO GUILLEN / El Nuevo Herald
 MANAGUA

 Durante el primer día del ``silencio electoral'', que se debe mantener por mandato de la ley hasta después de las elecciones del próximo domingo, el candidato del gobernante Partido Liberal Constitucionalista (PLC), Enrique Bolaños, obtuvo la adhesión de Dios por medio de su representante en Nicaragua, el arzobispo, monseñor Miguel Obando y Bravo, caracterizado antagonista político del aspirante Daniel Ortega, del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).

 Frente a una multitudinaria concentración humana en los jardines de la catedral primada de Nicaragua, monseñor Obando ofició una misa que fue retransmitida a todo el país por la radio y la televisión y en cuya homilía fustigó a Ortega y exaltó a Bolaños, pero invitó a la comunidad a aceptar pacíficamente cualquiera que sea el resultado que dejen las elecciones.

 El apoyo de Obando podría resolver los comicios en favor de Bolaños, de derecha, de acuerdo fieles católicos que asistieron a la misa campal y se describieron como independientes.

 Ortega, de formación y de práctica marxistas, se ha declarado seguidor de Jesús y ha hecho pedidos públicos para que Dios proteja a Nicaragua, en una actitud que busca sintonizarse con el fervor mayoritariamente católico del país.

 Pero monseñor Obando, preguntó si ese ``cambio de posición solamente tiene fines electorales'', ante lo cual Ortega, quien asistió a la misa, permaneció impávido.

 En cambio, al referirse a Bolaños y destacar su preferencia por él, advirtió: ``lo que vale es la historia de cada uno y la gente que lo rodea''.

 Con una temperatura de 33 grados centígrados, la misa demoró cerca de dos horas y tuvo las características de una concentración política extralegal en beneficio de Bolaños, de 73 años, quien asistió vestido con una guayabera de lino blanco, en contraste con el terno azul que llevó Ortega, de 55, en un esfuerzo por inspirar mesura política y fervor religioso.

 No obstante, el arzobispo ha sido menos duro con Ortega en estas elecciones. En las que tuvieron lugar hace cinco años y Arnoldo Alemán derrotó a Ortega, este último fue descrito por Obando como "una víbora''.

 En general, subsiste la idea de que en la real cercanía a una práctica religiosa de los candidatos podría estar la clave para mover el fiel de la balanza.

 ``Quienes conozcan la encíclica Divinis Redentores, se darán cuenta de que es imposible ser católico y marxista al mismo tiempo. O se es católico o se es
 comunistas'', advirtió ayer en el diario La Prensa la analista Nena B. de Lacayo.

 La cercanía a Bolaños de la iglesia católica no es solamente una postura de Obando. La iglesia de Alemania esta semana advirtió en Berlín que un eventual regreso del sandinismo puede servir para la formación de un triángulo indeseable entre Fidel Castro, en Cuba; Hugo Chávez, en Venezuela y Daniel Ortega, en Nicaragua.

 La comunidad internacional también ha dejado ver una inclinación mayoritaria hacia Bolaños. En la mañana de ayer, por ejemplo, la totalidad del cuerpo diplomático
 acreditado en Managua tuvo una cordial reunión a puerta cerrada con ese candidato en el hotel Intercontinental de Managua. No hubo, sin embargo pronunciamientos que pudieran romper abiertamente la neutralidad frente a las elecciones.

 El embajador de Estados Unidos, Oliver Garza, por su parte, ha ido más allá. Ha acompañado a Bolaños en diversos actos públicos de su campaña en una clara
 demostración de que Washington prefiere su triunfo y no el de Ortega, quien tiene un largo historial de enemistades con ese país.

 Incluso, el gobernador de la Florida, Jeb Bush, el pasado lunes apoyó a Bolaños y llamó a Ortega ``enemigo de Estados Unidos'' en avisos pagados que aparecieron en dos diarios de Managua. ``Es inconcebible que un pueblo escoja retornar a un pasado totalitario'', escribió Bush.

 Analistas independientes, sin embargo, suponen que la fuerza política de Ortega se basa fundamentalmente en múltiples señalamientos de corrupción y de nepotismo
 hechos contra el gobierno de Alemán, y esa circunstancia ha marcado notablemente la actitud del electorado, principalmente en los sedimentos más bajos y
 notablemente miserables de Nicaragua.

 La mayor parte e la fuerza electoral del país es joven y sobre ella pesa menos el recuerdo del totalitarismo y de las penurias por las que pasó el país durante el primer gobierno de Ortega, entre 1979 y 1990, instaurado tras el derrocamiento de la dictadura de Anastasio Somoza, en lo que fue la culminación de 30 años de guerras de guerrillas.

 El desempleo --cerca del 50 por ciento de la población económicamente activa--, el hambre y la marginalidad social, tres marcas sobresalientes de la Nicaragua
 contemporánea, son una enorme caja de resonancia para el tono populista que mantienen los candidatos y un motivo popular para castigar al PLC con el voto sandinista.

 Así, mientras las encuestas predicen que los dos candidatos solamente tienen una diferencia de 0.3 por ciento, el jefe del Ejército, general Javier Carrión, ha dicho que está preparado ``para lo peor'', y el propio presidente del Consejo Supremo Electoral, Roberto Rivas declaró que ``las elecciones se van realizar con la mayor
 desconfianza posible'' y admitió la probabilidad ``de que se den brotes de violencia el día de las elecciones''.

 El arzobispo, por su parte, cerró su homilía con la esperanza ``[de que] el Consejo no defraude a Nicaragua este 4 de noviembre''.

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