Un hombre al que la historia derrotó

-Revelaciones del comandante del ejército de la tiranía que defendió militarmente el Moncada contra el asalto. (producción de la entrevista publicada por Juventud Rebelde, el 27 de julio de 1983.)

Por Mary Ruiz de Zárate
Servicio Especial de la AIN

Al entonces comandante e inspector Territorial del Regimiento I Maceo, Rafael Morales y Álvarez, tocó la defensa del cuartel Moncada contra el ataque revolucionario. Morales* accedió a la conversación por razones históricas, porque él fue, a fin de cuentas, un hombre al que la historia derrotó.

‘’Yo estaba en el desfile de carnaval. Me acosté muy tarde y a poco ya estaba rendido, cuando mi esposa me despierta y me dice que se está disparando en el cuartel.

Medio amodorrado le respondí: Esos son cohetes chinos... Pero mi señora insistió: Son ráfagas de ametralladoras. Puse atención y me di cuenta que efectivamente eran tiros.

Me levanté y llamé por teléfono al cuartel. Me informan que hay una situación confusa, que se había formado una fajazón entre los soldados.

‘’Pude llegar a la entrada principal del cuartel, penetrar bajo el fuego. Nadie sabía nada, no atinaban a explicarse la situación. Me encaminé a la jefatura y me
encuentro en la oficina del sargento mayor, en el suelo, bajo un buró, con un teléfono en la mano y pidiendo refuerzos a La Habana, al coronel jefe, a Chaviano. Estaba asustadísimo. Tartamudeando me dio la orden: ¡comandante, hágase cargo de la defensa!.

‘’Por mi cargo, de subinspector, yo no tenía mando de tropa. A quien correspondía era al comandante Pérez Chaumont, quien en esos instantes permanecía en su mansión de Ciudamar en espera de que se despejara la incógnita.

Por cierto, luego se presentó y alegó que los rebeldes lo tenían sitiado en su casa y que a duras penas se abrió paso. El parabrisas de su auto tenía un tiro que le pegó él mismo para darle realidad a su mentira...

‘’Yo partí a cumplir la orden. No sabía contra quién luchar, no se sabía si se trataba de sublevados del ejército o qué...en eso me llega la noticia de que mi
hermano Andrés, quien fungió el día 26 de Oficial del día, estaba herido. En el hospital murió.

‘’Con los oficiales que pude encontrar, en medio de aquel caos, organicé la defensa. Consideré los puntos del ataque y su volumen de fuego y ordené emplazar una ametralladora en el polígono, a poca distancia de la Posta 3.

‘’Los asaltantes habían llegado hasta la jefatura del batallón, el jurídico, la veterinaria, la Pagaduría, una de las barberías...Tiraban bien, se sostenían bien. Con otro armamento en sus manos, no sé qué hubiera pasado.

"El combate duró alrededor de dos horas o más. Bruscamente disminuyó y luego cesó. Calculé que podía ser una calma momentánea, hasta que comprendí que se había producido una retirada.

‘’Estuve al mando de la tropa mientras duró el combate y cuando concluyó, y así se convenció Chaviano, entonces fue cuando asumió el mando directo, hasta que llegó Chaumont con sus ínfulas y sus mentiras.

JR: ¿Es entonces cuando empieza la matanza de prisioneros? Morales se revuelve incómodo y me mira cejijunto. Es algo achinado, como muchos orientales, y de facciones como talladas a hachazos, recias; en realidad no aparenta la edad que tiene (80).
Insistimos. ¿Pero usted no estaba en el cuartel? Tenía que enterarse de lo que pasaba en su ámbito; estuvo al mando de la tropa.

‘’Ya dije que estuve al mando de la tropa durante el tiempo del ataque; luego dejé de tener esa autoridad. Y ahí fue cuando me ocupé de mi hermano muerto. Y sepa que aquella pena tan profunda no me hizo abandonar la conducta que yo entiendo que ha de tener un hombre, un militar verdadero; no me excedí. Las bajas hasta ese momento, durante mi mando, son exclusivamente en pelea, frente a
frente.

‘’Para todo el que se respete mínimamente, el respeto de un prisionero es cuestión de honor. Yo no toqué a ningún prisionero; tampoco sabía qué facción era aquella, ni sus móviles, ni a qué obedecía el asalto. Eso lo supe más
tarde’’.

JR: ¿Hubiera cambiado algo en su conducta el saber que eran revolucionarios?
R: ‘’Ni un ápice’’
JR: Usted declaró en el juicio de la causa 37/53, por los sucesos del asalto, que los muertos entre atacantes y el ejército serían por cada parte aproximadamente entre 10 y 12 hombres y unos veinte los heridos. Pero aparecieron más de cincuenta asesinados.
R: Yo declaré la verdad. Las bajas verdaderas eran las que yo dije.
JR: ¿Y cómo constató el número de bajas?
R: Porque al concluir la acción realicé una inspección por el área de combate.
JR: ¿Y los otros?
R: Resultados de Chaviano y su ‘’equipo’’.
JR: ¿Usted qué hizo después?
R: ‘’Me encargaron trasladar desde el vivac hasta la cárcel de Boniato al doctor Fidel Castro y eliminarlo en el trayecto. Me lo encargó directamente Chaviano, en la puerta del servicio sanitario del vivac. Yo no le respondí. Saludé y partí a conducir al jefe de los revolucionarios, y a las dos mujeres las llevé también-Haydée y Melba- y no cumplí la orden de eliminarlo invocando que había
querido fugarse. Parece que Chaviano esperaba que yo lo hiciera y pensó que mi dolor por la muerte de mi hermano me haría actuar contra mis convicciones, o algo de eso.
Aquel era un personaje siniestro. Mis relaciones con él eran estrictamente en el cuartel por el servicio; jamás las tuve buenas con él. (AIN)

* ya fallecido, estaba jubilado cuando se efectuó la entrevista y residía en el reparto Sueño, en Santiago de Cuba. Contaba con 80 años de edad.