Juventud Rebelde
20 de febrero del 2004

Empezaron otra vida y otro mundo

 Se cumplen hoy 50 años de la salida de la cárcel de mujeres de Guanajay, el 20 de febrero de
 1954, de las heroínas del Moncada Haydée Santamaría y Melba Hernández

 Luis Hernández Serrano

 I

 “Ella es la que recuerda todas las cosas con mayor exactitud. Yo no recuerdo con precisión las
 horas. A ella le era más fácil reconocer los hechos en detalles”, dijo Haydée.

 “Yeyé fue una muchacha de mucho carácter y muy maternal con todo el mundo. Ella se sintió
 madrecita mía y yo de ella. Ella tuvo mucho temple, era muy valiente, de una valentía que no
 abunda”, dijo Melba.

 Cuando el 26 de julio de 1953, fundamentalmente con escopetas de cazar palomas, un nutrido
 destacamento de jóvenes de la Generación del Centenario asaltó la segunda fortaleza militar del
 país: el cuartel Moncada, en Santiago de Cuba, entre ellos iban dos mujeres con ojos de niñas
 perdidas en la intemperie, calladas como el silencio del caer de una lágrima.

 Apenas es necesario decir algo más, pues nuestro pueblo conoce y admira desde la “madrugada
 fundadora”, como llamó a aquel día Cintio Vitier, a Haydée Santamaría Cuadrado y a Melba
 Hernández Rodríguez del Rey, quienes se lanzaron a una misión de titanes ante la cual se
 probarían los propios hombres.

 La primera de ellas, aunque fallecida, es una de las mujeres cubanas más vivas de la historia. Y la
 segunda, aún nos asombra con su historial y sus sentimientos de cubana legítima. Las dos
 sembraron coraje, audacia y bondad por los caminos de la Revolución y todavía se está recogiendo
 su magistral cosecha. Ambas se iniciaron en la lucha en una sociedad que reservaba a las mujeres
 el delantal como más noble traje.

 Hoy se cumplen 50 años de su salida a la calle, luego de permanecer tras los barrotes de la cárcel
 de mujeres de Guanajay, por los sucesos del Moncada.

 II

 Haydée y Melba son dos mujeres imprescindibles de la historia cubana. El pueblo las quiere y
 recuerda también por una foto que es todo un símbolo: dos rostros femeninos tras los barrotes de
 la cárcel, unidos para siempre en una imagen que resume una época de represión, de rebeldía y
 dignidad.

 Las dos entraron en la historia cuando residían relativamente cerca en la capital de la Isla: Melba
 en Jovellar 107 y Haydée en 25 y 0.

 Ambas familias habían sido vecinas en Cruces, Las Villas y con los años eran casi vecinas en La
 Habana, sin haberse conocido.

 Luego del zarpazo del 10 de marzo de 1952, una amiga de Melba, Elda Pérez, la llevó a la casa de
 los Santamaría, ocasión en que surgieron inadvertidos lazos de amistad que jamás se destruyeron.

 Melba era de la Ortodoxia y seguía las prédicas de Eduardo Chibás. “Yeyé —contó a la prensa
 Melba en 1994— fue una muchacha muy alegre, muy soñadora (...) Ella y Abel se entendían muy
 bien. Eran dos hermanos que se amaron profundamente. Abel era su hijo, su hijo querido. Lo
 cuidaba, le cocinaba, le hacía la comidita que a él le gustaba. Por eso no era posible que
 sobreviviera al golpe tremendo de perderlo, junto con Boris, su novio. Si sobrevivió tantos años, fue
 solo por su condición de revolucionaria”.

 Y añadió: “Estuvimos detenidas en el cuartel Moncada desde el 26 de julio hasta el primero de
 agosto (...) Nosotros presenciamos parte de las torturas a Raúl Gómez García. Lo pusieron a
 nuestro lado, sentado en el suelo, hecho un despojo humano, ya sin dientes, con una inflamación
 que le desfiguraba la cara. Ante nosotras lo siguieron torturando, y cuando nos separamos de él, lo
 tenían cogido por el pelo, le echaban la cabeza hacia atrás y le daban contra la pared. El golpe
 aquel resonaba (...) hasta que lo mataron.

 “La fe nunca la perdimos —aclaró Melba en la entrevista de 1994— Yeyé y yo lo conversábamos
 todo, pues había entre nosotras una gran intimidad, una gran unión. Éramos las únicas dos
 muchachas y hablábamos lo que no podíamos conversar con los compañeros. En el momento
 supremo del Moncada, nos dijimos que lo importante era que Fidel viviera, que si nos tocaba a
 todos caer, valía la pena a cambio de su vida, porque era la única manera de que la lucha
 continuara. Fidel jugó un papel entrañable en la conciencia de nosotras. No podíamos separar la
 lucha y la victoria, de él. No podíamos separar de él a la patria. Yo digo que nos ayudó a vivir”.

 III

 La participación de Haydée y Melba en la acción comando del Moncada es un ejemplo vivo de la
 tradición combativa de nuestro pueblo y de nuestras mujeres en particular. Ambas derrocharon
 heroísmo y un espíritu de sacrificio solo concebible en revolucionarias de sus quilates.

 “Yeyé fue siempre muy audaz (...) Yeyé era como un ciclón (...) Ella y yo —confesó en otro
 encuentro periodístico Melba— hicimos la Revolución juntas, corrimos riesgos, compartimos los
 momentos difíciles en la prisión y por su calidad de mujer y de revolucionaria siempre la consideré
 superior a mí(...) Fueron duras las horas después de la derrota y luego la cárcel, pero no
 desfallecimos”.

 La propia Haydée contó así el mal rato que pasó un día en su casa de 25 y 0:

 “Recuerdo que una noche llegó la policía a registrarnos. Yo tenía una ametralladora que me habían
 confiado con grandes recomendaciones. Era la única ametralladora del Movimiento. Me habían
 dicho que debía defenderla a todo precio. Y ahora la policía subía las escaleras y estaba a punto
 de allanar nuestro apartamento.

 “En la parte de afuera del marco de la ventana del baño había martillado un solo clavo. La ventana
 daba a un patio interior de ventilación. Amarré la ametralladora a una soga y el otro extremo al
 clavo y la hice descender lentamente. Allí permaneció mientras la policía hizo el registro”.

 IV

 El querido poeta Roberto Fernández Retamar escribió en la revista Mujeres inigualables palabras
 sobre la compañera Haydée y su permanencia en él y en nosotros, donde la define como “una
 criatura excepcional que tenía de volcán y de flor”.

 Lógicamente, menciona a Melba y dice el director de la Casa de las Américas en esas páginas:

 “Al terminar el juicio que daría a conocer los ideales y el temple de la Generación del Centenario,
 Haydée y Melba fueron condenadas a siete meses de prisión. Dura les fue, desde luego, la cárcel.
 Ya antes de la condena formal las habían situado un tiempo entre presos comunes, con el
 propósito de que estos las agraviaran. Pero esos delincuentes fueron con ellas más cuidadosos y
 tiernos que los otros, los delincuentes sanguinarios que detentaban el poder.

 “Y ahora —argumenta Retamar— con la formidable intervención de todos los compañeros en el
 juicio, había cobrado mayor aliento aún el proceso insurreccional, y ellas tenían nuevas tareas
 asignadas para la salida. Lecturas numerosas llenarían las horas de esa ‘universidad del
 revolucionario’ que es la cárcel. Mientras Fidel hace otro tanto en la prisión de Isla de Pinos”.

 Comenta el poeta de “Nosotros los sobrevivientes, ¿a quiénes debemos la sobrevida?”, que Haydée
 en la cárcel de Guanajay lee de nuevo y comenta las Obras Completas de José Martí y afirma que
 se conservan los tomos escritos en los márgenes “con su letra de muchachita”.

 Y recalca: “En 1954 están en la calle. Su primera misión es divulgar clandestinamente el Mensaje
 a Cuba que sufre, manifiesto en que Fidel explica al pueblo cómo fueron bestialmente asesinados
 sus hermanos. Y pronto la misión más trascendente: editar y distribuir La Historia me Absolverá,
 que Fidel ha reconstruido y hecho salir de la cárcel hoja a hoja.

 “Cuando Fidel va a México, Haydée pasa a la clandestinidad con el nombre de María. Viaja a
 Santiago y está entre los organizadores del alzamiento del 30 de noviembre de 1956”.

 Cuenta Retamar en el referido trabajo cómo “aquella mujer todo pueblo” reaccionó ante la muerte
 del Comandante Ernesto Guevara:

 “Yo suponía, le dije, que la noticia debería ser falsa (...) como si fuera una niña, la niña que nunca
 dejó de ser, rompió a llorar sin parar. Ni se tomó el trabajo de llevarse las manos a la cara. Tuve
 que ponerle yo mismo mi pañuelo. Y al cabo de un rato empezó a musitar: ‘Abel, Frank, Che: ya
 no puedo más’”.

 (Fuentes: trabajos periodísticos mencionados y del Archivo de Juventud Rebelde).
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