Diario de Yucatan
Febrero 19, 2004

El funeral reúne al priísmo

Caos y empujones durante el velorio de López Portillo

MÉXICO (Reforma).— Ante el féretro de José López Portillo y Pacheco transitaron ex mandatarios y aspirantes presidenciales. Desde Miguel de la Madrid Hurtado, Luis Echeverría Alvarez y Carlos Salinas de Gortari hasta el ex canciller Jorge Castañeda Gutman, el secretario de Gobernación, Santiago Creel Miranda, y el líder moral del PRD, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano.

   La capilla 3 de los velatorios militares de la Sedena también reunió a los de la vieja guardia priísta, como Jorge Díaz Serrano, ex director de Pemex; Francisco Labastida Ochoa, ex abanderado a la Presidencia; los ex gobernadores Guillermo Jiménez Morales, de Puebla, Alfredo del Mazo González, del Estado de México, y Griselda Álvarez Ponce de León, de Colima.

 

Viejo y nuevo PRI
Igualmente, acudió el priísmo actual, encabezado por su líder nacional, Roberto Madrazo Pintado; el presidente del Senado, Enrique Jackson Ramírez; y las legisladoras Silvia Hernández Enríquez y Dulce María Sauri Riancho de Sierra. Todos los priístas, los de antes y los de ahora, evitando herir susceptibilidades, calificaron el sexenio de López Portillo como “impulsor de la reforma política”.

   En las guardias de honor no faltaron la viuda, Sasha Montenegro, ni los hijos, José Ramón, Paulina, Carmen Beatriz, Alejandro y Nabila. Tampoco los amigos, como el general Miguel Ángel Godínez, quien, como jefe del Estado Mayor Presidencial de 1976 a 1982, estuvo a cargo de la seguridad de López Portillo.

   “Sólo pidió tres cosas: que no lo cremaran, que nosotros nos hiciéramos cargo de sus restos y que lo sepultaran en tierra”, comenta José Ramón.

   Eran las 9:30 horas cuando comenzaron los pésames. El primero en arribar fue Castañeda, y le siguieron los ex presidentes Echeverría y De la Madrid. Pero el que causó más revuelo fue Carlos Salinas, quien se apareció cuando nadie lo esperaba.

   Custodiado por sus guaruras, caminó hacia la capilla. Por 20 minutos, montó guardia a un lado del ataúd, paralelamente a José Ramón. Al poco tiempo, salió.

   Prudente, Salinas se negó a criticar el sexenio de López Portillo: “Las decisiones se toman respecto a las circunstancias nacionales e internacionales que cada quien enfrenta en la responsabilidad de servir a los mexicanos, dejemos el juicio a los propios mexicanos”.

   Sin embargo, la visita de Salinas trajo el caos, por lo que, luego de irse, se ordenó que 37 policías militares formaran una valla afuera de la capilla.

 
Barrera insuficiente
El intento, empero, fue en vano. Porque la barrera humana fue insuficiente cuando, cerca de las 13 horas, llegó la viuda, Sasha Montenegro.

   Los empujones, gritos y machucones se incrementaron entre integrantes de los medios y personal de seguridad.

   Incluso, los oficiales castrenses se agarraban entre sí con más fuerza aún, tratando de resistir los embates del gentío que, como abejas en un panal, se aglomeraba a las puertas de la capilla.

   Tras un lapso de estira y afloja, Sasha Montenegro al fin consiguió ingresar.

   En las siguientes dos horas se dio una especie de tregua. El ajetreo de la mañana había quedado atrás, aunque no sin secuelas, pues quienes podían buscaban descansar en una banqueta o bajo la sombra de algún árbol, a la caza de cualquier posible personalidad que pudiera presentarse.

   Pero tan sólo arribó el comediante Héctor Lechuga, así como unos cuantos arreglos florales. Entre ellos, el del gobernador de Veracruz, Miguel Alemán Velasco, el de Joaquín Hernández Galicia “La Quina”, ex dirigente del Sindicato de Petroleros, y el de la secretaria general del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Elba Esther Gordillo Morales.

 
“No soy de su categoría”
No sólo la farándula política se dio cita en la capilla. Carmen Solano, una comerciante ambulante de Toluca, había cerrado su “changarro”, para darle el adiós a su benefactor.

   “Don Josesito me dio mi permiso para abrir mi local. Pero no voy a verle su carita triste, apagada. Como no soy de su categoría, nomás vengo a ver”, comentó con semblante triste la mujer de 66 años de edad.

   “Qué bueno que lo van a enterrar, y no lo van a quemar. Así al menos podré dar mis vueltas en su tumbita y llevarle sus flores y rezarle de vez en cuando”, agregó la mujer.

   Y es que se prevé que este jueves, a la una de la tarde, parta el cortejo fúnebre rumbo al Panteón Militar, donde serán sepultados los restos de López Portillo, tal y como él lo decidió. “Era mi Presidente, lo quería tanto, pero tanto, que ojalá me dejaran echarle al menos unas rosas y el último puño de tierra”, expresó doña Carmen.