El Nuevo Herald
1 de noviembre de 2001

Los mexicanos preparan las mesas para las tradicionales visitas de sus muertos

 EDGAR HERNANDEZ / EFE
 CIUDAD DE MEXICO

 El viernes llegarán a México miles de almas desde el otro mundo a visitar a sus seres queridos y les aguarda en cada casa una mesa con sus platillos y bebidas
 preferidos, pues regresan hambrientos y sedientos del largo viaje.

 El "Día de los Muertos'' que se festeja en muchos países tiene en México un significado que rebasa su simple conmemoración, pues en la cultura popular existe el
 convencimiento de que los seres queridos que se marcharon regresan a compartir la mesa, a sentir la compañía de los que aún permanecen en este ``valle de lágrimas''.

 Los muertos llegan el 1ro y el 2 de noviembre de todos los años y se alimentan de la esencia de las ofrendas dispuestas en la mesa, que combina olores, colores y
 sabores que gustaban en vida, dulces, frutas, flores, pan, agua, tamales, mole con pollo, gallina o guajolote (pavo), chiles, arroz y a veces aguardiente, pulque, tequila, cerveza y cigarros.

 Los altares que se colocan en las casas suelen estar adornados por una fotografía del ser querido fallecido, mientras en plazas, edificios públicos y tiendas predominan las calaveras de azúcar y chocolate con los nombres de amigos.

 Para completar la celebración, en poblados donde la tradición está más arraigada, los mexicanos velan a sus muertos en los cementerios durante la madrugada del día 2.

 En el resto de los camposantos, los ``dolientes'' adornan las tumbas, celebran misas, beben en su memoria y alegran a los que ya no están con la que fue su música
 preferida.

 El recibimiento festivo a los muertos forma parte de la visión indígena que establecía una íntima relación entre la vida y la muerte como un paso continuo, similar al del sueño y la vigilia, y contrasta con la perspectiva de otras culturas que contemplan la muerte con temor.

 La celebración, de profundas raíces aztecas, se realiza desde hace cuatro siglos como resultado del sincretismo religioso y es una de las más importantes del
 calendario mexicano.

 Los mexicanos se burlan y veneran a la muerte calavérica, representada con una amenazante guadaña que espanta y una vestimenta negra con sombrero carnavalesco de ala ancha que fue representada en la obra La Catrina del grabador del siglo XIX José Guadalupe Posadas.

 También es una oportunidad para el ``humor negro'' y proliferan estribillos que dan por muertos a vivos y versos sobre los sucesos de la época, como el que publicó el martes un diario capitalino:

 ``Entre ataques terroristas, discursos impertinentes, misiles inteligentes, armas fundamentalistas, sobres de ántrax por correo y un tupido bombardeo, en los áridos
 desiertos ya se acerca el día de muertos''.

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