El Nuevo Herald
28 de agosto de 2001

 Escritor sufre varado en Bolivia, víctima de acuerdos migratorios

 DAYMIS HERNANDEZ, de 27 años, residente en Miami, con la foto de su padre al fondo, el escritor Plácido Hernández.

 WILFREDO CANCIO ISLA
 El Nuevo Herald

 Enfermo, separado de sus seres queridos y sin posibilidades de recibir atención médica, el escritor cubano Plácido Hernández se
 pregunta todos los días si su destino será morir en el agreste destierro boliviano de Santa Cruz de la Sierra.

 Sobre todo, luego de haber estado apenas a dos millas de Miami cuando fue interceptado por el Servicio Guardacostas a
 mediados de 1998.

 ``Todo esto es muy deprimente'', manifestó Hernández, de 53 años, en conversación telefónica desde Bolivia. ``¿Qué hago yo aquí
 solo y jodido, sin poder trabajar y viviendo de lo que mis dos hijas pueden enviarme desde Miami?''.

 Hernández forma parte del grupo de doce cubanos que tras una estancia en la Base Naval de Guantánamo, fueron ``relocalizados''
 en Bolivia por el Departamento de Estado, en octubre del pasado año.

 ``Un verdadero calvario, como si no hubieran bastado los vejámenes de la Base, pues ahora tenemos el colofón de Bolivia, sin
 esperanzas de vida ni opciones de trabajo'', indicó el escritor, quien en la isla desarrolló una activa labor como periodista
 independiente desde 1995.

 Con una extensa obra narrativa publicada en Cuba, Hernández ganó amplia popularidad por su cuento El hombre que vino con la
 lluvia, con sendas versiones en la radio y la televisión a finales de los años 80. Pero inconforme con la situación del país, decidió
 romper sus vínculos con el régimen mendiante un gesto inequívoco: quemando en público su carnet del Partido Comunista.

 ``Después de ese `ardoroso episodio' su nombre y sus libros fueron oficialmente desaparecidos, pero reapareció escribiendo unas
 crónicas hermosas de los barrios de la ciudad'', recordó el periodista Raúl Rivero, quien fue por entonces colega de Hernández en
 la agencia Cubapress.

 Sometido a represalias y hostigamiento policial, Hernández decidió emigrar ilegalmente a Estados Unidos en 1998. En un
 segundo intento, fue interceptado por los guardacostas norteamericanos y conducido a Guantánamo, en virtud de los acuerdos
 migratorios bilaterales de 1995.

 De acuerdo con su testimonio, desde los días en Guantánamo debió ser tratado quirúrgicamente por sus graves problemas en la
 columna vertebral. ``Necesitaba una resonancia magnética y lo único que recibí fueron evasivas'', relató.

 Su salud se empeoró tras la llegada a Bolivia. Hernández se ha visto inmovilizado por tres meses, tendido en la cama de un
 estrecho cuarto que comparte con otro cubano. Tampoco está recibiendo tratamiento médico para sus problemas del cólon, con
 sospechas de evolución maligna.

 ``Lo poco que mis hijas pueden mandarme se me va en medicamentos, que son incosteables acá'', señaló Hernández, que esta
 semana se ha visto forzado a mudarse por no poder pagar la renta mensual de $40.

 Sus hijas Daymis, de 27 años, y Dayamis, de 30, llegaron de Cuba en 1999. Al año siguiente lo visitaron en Santa Cruz de la
 Sierra, pero sus gestiones y posibilidades económicas son aún reducidas para cubrir las necesidades del padre.

 ``A la larga mi padre ha sido una víctima de los acuerdos migratorios'', comentó Daymis en Miami. ``Y todo ha terminado en el
 olvido''.

 El activista Juan Arias, que conoció la situación de los cubanos en Guantánamo durante una visita de trabajo a la base, considera
 que ``la política de relocalización en terceros países ha sido funesta''.

 ``La única esperanza para Plácido es arriesgarse a salir de Bolivia'', dijo Arias.