Siglo Veintiuno (Guatemala)
18 de diciembre de 1998

Con la mochila al hombro: Pido perdón

César Montes

 Pido perdón por haber nacido hijo de un mexicano y sentirme orgulloso de
 ello. Por haber nacido en una república bananera que levantó su frente con
 dignidad al hacer una revolución victoriosa que sólo duró 10 años y que
 influyó para siempre en la historia nacional. Pido perdón por haberme
 creado profundamente religioso, tanto que en la búsqueda de la verdad
 cristiana me bauticé en la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos
 Días, y haber recibido el sacerdocio. Pido perdón por haber tenido un
 hermano miembro del PGT y otros dos de la Juventud Patriótica del
 Trabajo, razón por la cual se me expulsó en Mazatenango, a gritos, de una
 escuela de mecanografía por haber escrito una carta en la que un
 campesino se quejaba del abuso cometido en su contra por un
 terrateniente local, acusado de comunista por las beatas señoritas Flores.
 Me acuso de haber ido a estudiar medicina a la Universidad de La
 Habana, sostenido por el oro maldito castro-comunista. Pido perdón por
 haber conocido personalmente al Comandante Ernesto Che Guevara en
 Cuba. Por haber ofendido con insultos al gusano cubano que me torturaba
 en el edificio que hoy ocupa la Editorial del Ejército, después de haber sido
 secuestrado en 1962 en el aeropuerto La Aurora por una unidad de la
 Dirección de Operaciones Especiales, de la G-2 del Ejército.

 Perdón por haberme juntado con el ex oficial del ejército nacional Luis
 Augusto Turcios Lima, quien bajo las órdenes de Alejandro De León y
 Yon Sosa, usaban la pecaminosa violencia en contra de la santa corrupción
 administrativa y de la sacrosanta tortura que las instituciones del orden
 aplicaban en contra de los opositores políticos. Me perdonan por haber
 estado desde 1962 en la fundación de las FAR, junto a los militares
 entrenados en contraguerrilleros, Trejo Esquivel, Chaconcito, y otros que
 no usaban calcetines, no se dejaban capturar y luchaban hasta la muerte
 como el heroico Alejandro De León. Debemos pedir perdón por dejar que
 los religiosos que nos quisieron acompañar entraran a las filas guerrilleras y
 predicaran la Teología de la Liberación, que era una obra del Diablo, y
 según documentos de la NOA, el CADEG y el Jaguar Justiciero, era
 producto de la coalición del Kremlin y el Vaticano en contra de los
 defensores nacionales de las buenas costumbres y anticomunistas
 probados con sangre.

 Perdón por haber fundado la Guerrilla Edgar Ibarra y capturado sin un
 solo tiro a los soldaditos que custodiaban la planta de Río Hondo, Zacapa,
 haberlos desarmado, regañado y luego dejarlos libres por orden del
 Comandante Turcios Lima.

 Perdón por haber capturado el destacamento militar de Panzós
 combatiendo a tiros palmo a palmo hasta que se rindieron todos. Por
 haber hablado con cientos de indígenas K'ekchíes en Panzós y decirles que
 todos los guatemaltecos valemos lo mismo. Por haber organizado Zacapa,
 Jalapa, chiquimula, El Progreso y Rabinal, para la defensa de sus derechos
 y para que se defendieran a sí mismos.

 Pido perdón por haber sido absolutamente leal al Comandante Turcios
 hasta el último de sus días y por haber ido armado a su entierro. También
 por haber viajado de nuevo a Cuba, conocer personalmente a Fidel Castro
 en su casa y agradecerle por su ejemplo y el de su pueblo. Perdón por
 haber ido a Vietnam y recibir lecciones teóricas de la forma como un país
 pobre, básicamente formado por campesinos, derrotaba a la potencia
 militar más grande del mundo capitalista. También por haber visitado el
 norte de Corea, Pekín, Praga, el museo comunista del Ermitage y toda la
 ciudad de Moscú.

 Debo ser perdonado por haber vuelto a fundar junto a 15 compañeros
 harapientos el EGP, que se convirtió en la organización guerrillera más
 grande e influyente de todas. De hecho, refundamos la segunda oleada
 guerrillera en el país.

 Perdón por haber derribado, junto con mis compañeros, a plena luz del día
 y disparándole de pie a un helicóptero norteamericano artillado UH-1-H
 en la selva del Ixcán y dejar con vida y libres a sus tripulantes, tratándolos
 con respeto y permitiendo que Rita, nuestra compañera médica, los
 atendiera médicamente en sus heridas.

 Perdón por haber contribuido durante años, sin bajar del Cerro de
 Guazapa a construir uno de los frentes guerrilleros más famosos de
 Latinoamérica, en donde se liberaba a todo soldadito que se rindiera.
 También por haber luchado en Nicaragua enfrentando a la contra y haber
 contribuido a derribar el avión que tripulaba el piloto norteamericano
 Hassenfus, que fue bien tratado y liberado por los nicaragüenses.

 Pido perdón a mis hijos por haber luchado en no menos de cuatro
 experiencias guerrilleras, sin recibir nada a cambio más que la satisfacción
 del deber cumplido. También por ser tan constante en la lucha a favor de la
 gente, lo que me impide que les deje otra herencia que no sea el ejemplo,
 porque no poseo pertenencia alguna.

 Perdono a todos aquellos a quienes me he dirigido con respeto y me
 responden con adjetivos insultativos como terrorista, asesino, mercenario,
 etcétera. Desearía saber el nombre de los que torturaron sádicamente y
 asesinaron a mis hermanos: Jorge y Francisco, a mi cuñada Nora Paiz, a
 Otto René Castillo, a Rogelia Cruz; a los que masacraron en Quiché, en
 Rabinal, en Panzós a miles de indígenas, a cientos de aldeas enteras, para
 poder perdonarlos en nombre de la reconciliación que siempre he
 pregonado desde esta columna.

 Pido perdón por respetar al incorruptible Alfonso Bauer Paiz y junto a él
 estar impulsando la UNIDad de la Izquierda, ya que con eso ofenderemos
 a los partidos politiqueros tradicionales y nuevos, porque los vamos a
 vencer en la segunda vuelta.