Juventud Rebelde
25 de Abril del 2010

Una mujer, una estrella

Hallan en Madrid sepultura de Emilia Teurbe Tolón, criolla que bordó la bandera cubana. Una acuciosa indagación impidió que sus restos fueran depositados en una fosa común
 
 

El artista de la plástica Ernesto Martínez Pérez, a pedido de la investigadora
Clara Enma Chávez Álvarez, removió cielo y tierra hasta encontrar la 
sepultura de Emilia Teurbe Tolón, criolla que bordó la bandera cubana.

Hugo García
digital@juventudrebelde.cu

MATANZAS.— Llegaron a la hora precisa. La necrópolis iba a enviar a una fosa común los restos que no fueran reclamados. Fue un golpe de suerte, después de días tormentosos en busca de datos en 22 cementerios de la capital española, en la Biblioteca Nacional, en los servicios funerarios de Madrid y el Registro Civil Central de esa ciudad.
La investigadora Clara Enma Chávez Álvarez, biógrafa de Emilia Margarita Teurbe Tolón y Otero, influyó decisivamente en el descubrimiento del paradero de los restos de la bordadora de la bandera cubana, en el cementerio de Nuestra Señora de La Almudena, en Madrid.
Gracias al artista de la plástica Ernesto Martínez Pérez, quien a pedido de Clara Enma removió cielo y tierra para encontrar la sepultura, Cuba no pierde la osamenta y otros datos sobre tan peculiar mujer.
«Clara Enma se puso en contacto conmigo para solicitarme información. Yo conocía a la señora Teurbe Tolón desde que estaba en la escuela primaria y me enseñaron a amarla porque fue la mujer que cosió la primera bandera cubana», contó emocionado.
Ernesto se fue al cementerio de La Almudena, que es el más grande y antiguo de Madrid. Allí no supieron darle señal alguna, pero a las pocas semanas localizaron la zona donde se encontraba su sepultura.
«Encontrar la sepultura en la zona antigua fue otra historia. Tuvimos que ir limpiando cada lápida hasta ver si aparecía el nombre entre más de 200 de ellas, y nada. En eso, hallo en una con letras apenas visibles —TEUR—, y me dije: ¡Aquí está!».
Localizada la sepultura, Ernesto solicitó el certificado de defunción. En el Madrid de principios del siglo XX había 30 distritos, y en el Registro Civil había que declarar adonde pertenecía la fallecida, la dirección de la casa o el hospital donde había ocurrido el deceso… De otra forma, decían que no se encontraba.
«Así estuve durante varios meses. El siguiente paso fue ir a la Biblioteca Nacional, inscribirme como lector, dirigirme a la Hemeroteca Nacional y solicitar la prensa y revistas escritas del 22 al 27 de agosto de 1902, para encontrar alguna otra pista.
«Desde los Servicios Funerarios de Madrid me volvieron a llamar. No habían encontrado nada; lo único que habían visto era una anotación escrita a mano, con lápiz, que decía: “recoger en Plaza del Carmen”.
«Con esta nueva pista, y ya incrédulo por completo, me fui al Registro Civil Central de Madrid y solicité el certificado de defunción por la zona Centro, que era adonde pertenecía la Plaza del Carmen. A los dos días lo fui a buscar y allí estaba. Salí “loco” de contento y no solo por eso, sino porque precisaba la causa de muerte, provocada por una carditis degenerativa, más conocida como fiebre reumática.
«Con estos elementos me llamaron de los Servicios Funerarios y me explicaron que dentro de cuatro años rehabilitarían la zona antigua del cementerio, y que aquellas sepulturas que no fueran reclamadas por los familiares serían llevadas a una fosa común y ellos tomarían mis datos como único reclamante.
«Se lo comuniqué a la prima, que empezó a hacer gestiones para hacérselo saber al Historiador de La Habana, Eusebio Leal, quien en cuanto se enteró me escribió agradeciéndome las investigaciones y el cuidado de la sepultura».
¿Patriota desconocida?
La figura de Emilia no ha sido estudiada en toda su dimensión. Clara Enma reconoce que representó una dificultad para la indagación el hecho de que Emilia estuvo casada con su primo hermano Miguel Teurbe Tolón y de la Guardia, patriota y notable poeta, atributos que la relegaron a un segundo lugar y que condujo a la bibliografía a mencionarla en función de su pareja.
«La libreta de notas del escritor Cirilo Villaverde resultaría de extraordinario valor testimonial, pues él fue quien registró lo acontecido en el grupo de cubanos exiliados en Nueva York, entre el que se destacaba la pareja Teurbe Tolón. Villaverde presenció la génesis de la bandera.
«De su vida en Madrid desconocíamos todo; incluso no pudimos determinar el lugar en el que se encuentran sus restos, de ahí la importancia de este descubrimiento», acota Clara Enma.
La bordadora de la bandera cubana era hija de Ignacio Francisco y la Doctora María de los Dolores Otero y González de la Barrera. Emilia Margarita nació el 9 de enero de 1828 en una céntrica casa en Matanzas. Miguel había nacido también en esta ciudad el 29 de septiembre de 1820. Apasionado por las letras y de amplia cultura, estudió latín, francés, inglés e italiano.
El 10 de enero de 1844, recién cumplidos los 16 años y superados los obstáculos para su casamiento, Emilia contrajo nupcias con Miguel, en la Iglesia Parroquial de Matanzas (actual Catedral).
Miguel, comprometido con el movimiento anexionista, se embarcó hacia Estados Unidos. Emilia se quedó al cuidado de su enfermiza madre y pasaba temporadas en el ingenio San José, donde recibía la correspondencia de su esposo destinada en gran medida a divulgar los planes conspirativos que se desarrollaban en los Estados Unidos. Desde que llegó a Nueva York, Miguel entró en relación con el grupo de anexionistas unido en torno a Narciso López.
En su libro Emilia Teurbe Tolón: Encarnación de la Mujer Cubana, Clara Enma recoge que en junio de 1849, Narciso López le comenta a Cirilo Villaverde y a Miguel su idea sobre la necesidad de crear una bandera que fuera emblema y guía de la lucha contra el poder español en Cuba.
El 3 de marzo la casa de Emilia fue registrada por el Sargento Mayor de la plaza de Matanzas. En la misiva encontrada, Miguel le comunicaba aspectos delicados respecto a la conspiración en la que él estaba implicado, lo que confirmaba los vínculos de Emilia con la causa anexionista.
«Hicieron énfasis sobre la posición como divulgadora e informante de su esposo», recuerda Clara Enma.
El 21 de marzo de 1850 el Capitán General Federico Roncali dictó el decreto de destierro contra Emilia. El 12 de abril de ese año llegó a Nueva York y se reunió con su esposo. Desde su arribo Emilia compartió con su marido las labores propias de la conspiración. En una de las reuniones de los anexionistas, Narciso López le pidió a Emilia que bordara la bandera, cuyo boceto había dibujado Miguel un año atrás.
Según el relato de Cirilo Villaverde, testigo de la escena, «la grácil y activa dama, entusiasta y filibustera como su marido y sus demás compatriotas (…)», hizo la bandera con cintas de sedas blancas y azules, y con un retazo de tela roja. La estrella también era de seda y tenía un ribete del mismo género, blanco y trenzado. El azul era muy fuerte, lo mismo que el rojo. Medía 18 pulgadas de largo y 11 y media de ancho; cada lado del triángulo 11 pulgadas y de una punta de la estrella a la opuesta, tres pulgadas.
Terminada su labor, Emilia le entregó la bandera a López, la que sirvió de muestra a las jóvenes de Nueva Orleáns, quienes confeccionaron la que trajo a Cárdenas el caudillo Narciso López el 19 de mayo de ese año.
En la madrugada del 19 de mayo de 1850 se produjo el desembarco del vapor Créole por el litoral de la bahía de Cárdenas. El abanderado fue el matancero Juan Manuel Macías y Sardiñas, quien plantó en tierra cubana el pabellón de la estrella solitaria. La bandera desfiló con los combatientes y fue izada en el edificio del Gobierno de Cárdenas, donde permanecieron las tropas de López durante las horas en que esa ciudad estuvo en su poder.
Emilia, que había aceptado una orden de indulto en 1854, retornó con Luis Rey a Cuba a finales de ese año o principios del siguiente y se radicó en La Habana. Entre 1885 y 1888 —fallecido su segundo cónyuge en 1884— Emilia se casó con Juan de Dios Estrada y Campanioni, natural de Ciego de Ávila, y con él marchó hacia Madrid a finales de esa década.
La bandera de Cuba que ella bordó y que se considera la original, la regaló a Narciso López y este la depositó en poder de Cirilo Villaverde, quien al morir la dejó a su hijo Narciso. En 1942, Narciso Villaverde la donó al Fondo Cubano Americano de Socorro de los Aliados, institución creada para cooperar en el triunfo sobre el nazismo en la Segunda Guerra Mundial. Dos años después se  entregó al Palacio Presidencial, donde permaneció hasta el triunfo de la Revolución, en el Salón de los Embajadores. Actualmente se conserva en el Museo de la Revolución.
Al cumplirse en 1950 el Centenario de la Bandera, el Congreso de la República proclamó oficialmente a Emilia como Encarnación de la Mujer Cubana.
El valor de esta mujer está dado por haber sido la primera cubana deportada por causas políticas y por dos grandes acciones que sobresalen ante las formalidades y convencionalismos de la sociedad: haber tenido el honor de confeccionar el original de la bandera cubana y haber legado sus bienes a la Sociedad Económica de Amigos del País, en beneficio de la enseñanza gratuita en una República olvidada de los pobres.
La bandera que ella bordara para la causa anexionista encontró su verdadero simbolismo en manos de los independentistas cubanos que la proclamaron como su estandarte tras la Asamblea de Guáimaro.