El Espectador (Colombia)
25 de noviembre de 2001

Vientos de paz, dolor de guerra

                   Por: Jineth Bedoya Lima
                     Los escombros del puesto de Policía y la discoteca principal vivencian lo
                   que sufrieron los habitantes de Granada hace un año, cuando las Farc
                   ‘acabaron’ con medio pueblo. Este panorama es tan solo una pequeña
                   muestra de lo que afronta el oriente antioqueño.

                   Partiendo desde allí, pasando por Cocorná, tomando la autopista
                   Bogotá-Medellín, cruzando San Luis, Santuario, Marinilla, Rionegro, El
                   Retiro y La Ceja, hasta tomar la variante hacia Carmen de Viboral para
                   llegar a La Unión y Sonsón, la muerte silenciosa, la ley del fusil y la tristeza
                   de las épocas que se fueron, se respiran en el ambiente.

                   El oriente antioqueño, la zona energética más rica del país, que genera el
                   34,6% de energía, se encuentra en medio del acecho de las Farc, el Eln y
                   las Auc, que en el último semestre triplicaron su pie de fuerza para dar la
                   pelea por la zona.

                   Además de la energía, el frente Carlos Alirio Buitrago, del Eln, el 9° frente
                   de las Farc y el frente Batallas del Santuario, con el apoyo del Bloque
                   Metro de las autodefensas, se disputan los corredores estratégicos que les
                   brinda la autopista más importante de Colombia. Sin contar los minerales
                   no metálicos únicos.

                   En el último año, los tres grupos llegaron con la estrategia de
                   ‘repoblamiento’ para consolidar el área como propia. Así, el Eln y las Farc
                   perpetraron en los tres últimos años doce tomas a poblaciones, con más de
                   50 muertos y 1.100 edificaciones destruidas; y las autodefensas, cerca de
                   23 masacres, con más de 432 muertos, el 40% mujeres cabeza de hogar.

                   A esto se suma la disputa de las 7.000 hectáreas de coca que se
                   extienden en el Urabá, entre Antioquia y Chocó, hasta donde han llegado
                   raspachines y cultivadores desplazados del Valle del Guamuez (Putumayo).

                   Diálogos censurados

                   Este enfrentamiento ha empezado a afectar a los grupos armados, según lo
                   indicó el comandante de la IV Brigada del Ejército, general Eduardo Herrera
                   Verbel. “El Eln ha entrado en una etapa de debilitamiento. En el último mes
                   la cifra de deserciones del Eln hacia las Auc ha sobrepasado los 64
                   hombres y son ellos los que en este momento están haciendo los
                   señalamientos de campesinos, como ocurrió en la masacre de Cocorná el
                   pasado 9 de noviembre”, indicó el general Herrera.

                   Para los organismos de inteligencia, la capacidad militar del frente Carlos
                   Alirio Buitrago del Eln se diezmó, “más no su capacidad de causar daño por
                   medio del terrorismo. Quien ha hecho los contactos con los alcaldes, Darío
                   Corredor Calle, alias Timoleón, es el que ha dejado a media Antioquia sin
                   torres de energía”, agregó el comandante de la IV Brigada.

                   Y precisamente, la extrema presión de los grupos armados, que produjo
                   cerca de 120 muertes selectivas de agricultores y campesinos, generó el
                   temor y la zozobra entre los alcaldes y habitantes del oriente antioqueño.
                   Esto llevó a una serie de diálogos con la guerrilla y luego al secuestro de
                   seis de los alcaldes por parte de las autodefensas, al culparlos de querer
                   formar “caguancitos por todo el departamento de Antioquia”.

                   Sin embargo, esa paz temporal que se vislumbró hoy hace un mes con los
                   acercamientos entre el Eln y alcaldes fue vista por los habitantes de los
                   catorce municipios del oriente antioqueño como un motivo de gozo.
                   Además de anunciar la suspensión de acciones armadas contra las
                   estaciones de Policía hasta el 11 de abril del próximo año, se comprometió
                   a cesar hostigamientos y no realizar bloqueos, sabotajes o retenciones en
                   la autopista Bogotá-Medellín.

                   “Creímos que por fin tendríamos paz y hasta celebramos con una fiesta a la
                   vida cuando se supo que no iban a atacar el pueblito”, indicó un habitante
                   de Cocorná. Situación similar se vivió en las otras poblaciones.

                   La conciencia civil

                   Para Emerio Torres, integrante de la Mesa de Trabajo por la Vida y director
                   de Corpades, el acecho de los grupos armados fue creando una conciencia
                   civil donde la gente tomó participación activa para defenderse.

                   “En Urabá sigue existiendo el proyecto del canal interoceánico, además, el
                   oriente antioqueño forma parte de un macroproyecto a nivel nacional e
                   internacional, pero ese desarrollo lo fueron parando los grupos armados que
                   llegaron para apoderarse de la industria. Por eso los alcaldes sintieron la
                   necesidad de salir en defensa de sus municipios”, señaló Torres.

                   Y a pesar de que el Eln y las Auc dieron su ‘palabra’ de no atacar
                   frontalmente la población civil, para los pobladores están más cerca de otra
                   masacre o una incursión guerrillera que de los anhelados vientos de paz.

                   En cuanto al Ejército, en este momento tiene más del 70% de su pie de
                   fuerza comprometido en la recuperación de las torres derribadas, que
                   llegaron a 566 en los últimos 36 meses. Es una de las zonas que más
                   militares tiene, con un soldado por cada 5,7 km². Además de la Brigada
                   Móvil N.º 3, que llegó para adelantar la Operación Neptuno y brindar
                   protección al personal que se encuentra reparando las torres de energía.

                   El acoso de las autodefensas

                   El comandante Felipe del Bloque Metro de las autodefensas es un paisa
                   fornido que mantiene cargada su pistola nueve milímetros. No tiene ningún
                   reparo en aseverar que le duele mucho ir a sacar a cualquier hombre de su
                   casa y matarlo, pero que la guerra es así y para los traidores sólo hay un
                   camino.

                   Tampoco se inmuta cuando habla de las nuevas directrices de las Auc para
                   mejorar la imagen: “Ya no nos vamos a llevar a la gente en montón. Eso de
                   matar de a diez y quince no deja buena imagen y vamos a cambiar eso”.

                   Irónicamente, son muchos los campesinos que decidieron unirse a las
                   autodefensas después de negarse a darles mercado y hospedaje a los
                   elenos para ser neutrales.

                   En la vía Granada-Santuario, los retenes de los paramilitares son
                   constantes. 20 kilómetros más adelante, el Eln hace lo propio, pero su rival
                   los tiene diezmados. Es tal el acecho de las Auc que varios subgrupos del
                   frente Batallas del Santuario llegaron hasta el cerro Capiro, área de Llano
                   Grande a pocos minutos de Medellín. Allí, hacendados y comerciantes
                   empezaron a vender sus propiedades.

                   Entre tanto, en El Carmen de Viboral, las muertes selectivas en el parque
                   principal y las veredas cercanas al casco urbano han dejado más de 70
                   muertos en lo corrido del año. En Santuario, el Eln fue totalmente
                   neutralizado y los ‘paras’ piensan montar hasta una cooperativa de taxis,
                   según lo relataron varios habitantes, quienes omitieron su nombre por
                   seguridad.

                   Y en Granada, después de la toma del 6 de diciembre del año pasado, por
                   la misma ruta por donde entraron y después de 16 horas de ataque huyeron
                   los 300 hombres de las Farc. Los paramilitares del Bloque Metro arribaron
                   cuatro semanas más tarde. Un año después no se han ido.

                   Es la misma presión que afronta el padre Jesús María Henao, director de
                   Vida, Justicia y Paz y delegado de la Pastoral Social. En un comunicado,
                   las Auc lo tildan de ‘negociador de secuestros’ del Eln.

                   Según lo indicó el clérigo, tiene la conciencia clara y todo lo que hace está
                   enmarcado en acciones humanitarias. “Realizo tareas de evangelización
                   social desde las oficinas, proyectos de desarrollo rural y de atención
                   inmediata y gestión humanitaria con las víctimas del conflicto. No creo que
                   la solución sea convertirme en un mártir”, dijo.

                   Hoy, la próspera región del oriente antioqueño, donde están albergadas las
                   industrias más importantes de chocolates y textiles se niega a ser un
                   recuerdo grato.

                   Por sus sendas, los letreros de “Se vende” abundan a granel. El problema
                   es que nadie quiere comprar.

                   Los desplazados de Cocorná

                   En el coliseo, la escuela municipal y algunas casas de familia, cerca de
                   3.100 campesinos de diez veredas de Cocorná esperan la ayuda del
                   Gobierno. Salieron huyendo de las muertes selectivas de los paramilitares y
                   las amenazas del Eln.

                   El pasado 9 de noviembre, diez campesinos de las veredas Los Molinos,
                   Buenos Aires y Las Playas fueron ajusticiados por paramilitares. Horas
                   después se extendió a otros agricultores la advertencia de que iban a
                   regresar.

                   “Nosotros no quisimos esperar a que nos mataran. Por eso salimos en una
                   caravana hace ocho días con lo que alcanzamos a empacar en media hora”,
                   aseguró doña Bertha, una mujer que se ha convertida en la ‘mamá’ de
                   todos, ya que es la que está pendiente de la comida.

                   Sin embargo, las respuestas que esperan desde que salieron de sus
                   veredas, aún no llegan. “Queremos garantías para volver a las casas. No
                   creemos en el Ejército y les tenemos terror a los paramilitares y la guerrilla,
                   pero queremos volver porque es una tierra que la hemos trabajado toda la
                   vida”, agregó el representante de los desplazados.

                   Sin embargo, algunos campesinos de este mismo grupo afirman que los
                   hombres que fueron asesinados tenían nexos con el Eln y les daban
                   mercado a los guerrilleros cada ocho días.

                   Por su parte, el párroco de Cocorná asegura que la incertidumbre y la
                   tristeza se acrecentaron con la llegada de los desplazados, ya que al temor
                   de los habitantes del casco urbano se suma el drama de los que
                   abandonaron su hogar.

                   “Cuando uno se pega a Dios por miedo no vale la pena, y esta gente está
                   llena de miedo“, aseguró el clérigo, quien además dijo que es necesario un
                   acuerdo inmediato para que la gente al menos pueda respirar la tranquilidad
                   de vivir en paz, aunque sea por unos pocos días.