El Nuevo Herald
Jul. 06, 2004

Las medidas contra Castro provocan posturas contradictorias en el exilio

Redacción de El Nuevo Herald

Desde el Parque del Dominó en La Pequeña Habana al restaurante La Carreta de Hialeah, desde Fort Lauderdale hasta Kendall, la comunidad cubana está viviendo un verdadero torbellino de confrontaciones respecto a sus vínculos con la isla, al calor de las últimas decisiones de la Casa Blanca.

Las medidas implementadas por el presidente George W. Bush para acelerar una transición democrática en Cuba, entraron en vigor el pasado miércoles en medio de una creciente polarización de opiniones que ha desbordado los límites del sur de la Florida, convirtiéndose en un tema de impacto nacional.

Partidarios y opositores a las restricciones organizan protestas en Miami, mientras en Cuba los medios oficiales ofrecen una inusitada cobertura a las ''afectaciones familiares'' que provocará este reforzamiento del embargo. La vieja pregunta vuelve a la palestra: ¿perjudica o favorece al régimen de Fidel Castro una política de ''mano dura'' desde Washington?

Lo cierto es que desde los debates y protestas callejeras que desató el caso de Elián González, en el 2000, no se producían jornadas de semejante enfrentamiento público en el centro de la comunidad cubana, que suma una población de 850,000 residentes en los condados Miami-Dade y Broward.

En los últimos días, El Nuevo Herald recorrió puntos de reunión y negocios de la comunidad cubana para registrar las opiniones populares sobre el conjunto de medidas, aunque las valoraciones más apasionadas recayeron en las tres regulaciones vinculadas directamente con los contactos familiares: los viajes cada tres años, la limitación de remesas a familiares directos y los controles sobre el envío de paquetes.

`Coger los mangos bajitos'

En el Parque del Dominó, en la calle Ocho y la avenida 15, el tema se deslizó entre movida y movida de fichas sobre el tablero.

''El asunto es que la gente quiere coger los mangos bajitos y no entiende la cosa. El Presidente tiene razón: nosotros le pedimos que sea duro con el hombre [Castro] y después nos quejamos que se toca la familia. Y no se puede tener las dos cosas a la vez'', dijo Claudio Izquierdo, de 65 años, quien salió al exilio en 1967 y no tiene familiares en la isla.

Izquierdo no cree que las medidas tengan efectividad a largo plazo. 'Será pasajero, porque lo malo es que las `mulas' [intermediarios que llevan paquetes y dinero] van a continuar, sobreviven siempre... y la cosa sigue'', indicó.

En el Parque, unas ocho personas a quienes El Nuevo Herald se acercó no quisieron comentar sobre el asunto, pero otras dos aceptaron bajo el anonimato. Ambas admitieron haber viajado a la isla varias veces desde que llegaron a Miami, y también dijeron que envían dinero continuamente a sus familiares.

Los dos se opusieron a la decisión de la administración Bush. ''Eso es basura; mi mamá está enferma y mi hermana también, y yo debo tratar de que ellas vivan lo mejor posible. No han cortado las medicinas, pero hay otras cosas que son necesarias y no las podemos enviar. ¿Por qué yo no puedo enviar ropa a mi mamá? ¿Para que ande en cueros, es eso?'', dijo el más joven, quien salió de la isla en 1971.

El otro fue más directo: ``Mire, esto es siempre así, los más pobres son los perjudicados''.

Para el jubilado Francisco ''Pancho'' Prado, de 76 años, ``estas medidas no son crueles y han sido necesarias para evitar lo que estaba sucediendo hasta ahora''.

''Si esto hubiera comenzado hace muchos años atrás, ya el señor Castro no estaría en el poder'', dijo Prado.

Otro jubilado, Jorge Alonso, de 76 años, tiene ideas similares. Dice sentirse orgulloso de las medidas de Bush, las cuales, en su opinión, ``deberían haber sido implantadas hace 15 años''.

La fuerza de la familia

Cerca de allí, en el Restaurante Versailles, el corazón político de los cubanos en Miami, la polémica no podía faltar.

El constructor, Juan Emilio Moreno, que salió de Cuba por el éxodo del Mariel en 1980, fue tajante en su oposición a las regulaciones. ''De plano, sin ninguna duda sobre ello'', dijo mientras almorzaba allí.

''Aquí [en EEUU] tanta bobería con eso de la unidad de la familia y lo primero que nos j.... es la familia. Por eso me pregunto, ¿qué libertad hay?'', afirmó Moreno, de 57 años. ``Un día más o un día menos, la gente lo comenzará a hacer por otros países, como siempre lo han hecho, y ellos [la administración] no lo podrán impedir''.

Rosario González, una enfermera de 29 años, tampoco ocultó su descontento.

''Mi hermano se casa en diciembre y me dicen ahora que no le puedo mandar ropa, que no le puedo mandar regalos... ¿Por qué? A Fidel esto no lo afecta, a los suyos tampoco'', adujo González.

''Mi hermano también me pidió que le mandara repelente para los mosquitos, porque Santiago [de Cuba] está que no da más, y en la agencia [de envíos] me dijeron que no puedo mandarlo. No, definitivamente no, esto es un abuso'', dijo la mujer, quien abandonó la isla en 1996.

En el plano opuesto, Estelvina Conde, de 64 años, le dio pleno apoyo a las medidas.

''De acuerdo con todas, [porque] allá no se me ha perdido nada. Todo lo que contribuya a la caída del régimen es bueno'', dijo Conde, que salió de la isla en 1974.

En Hialeah, los ánimos estaban altamente caldeados. Muchos se negaron a dar su opinión, otros se molestaron al abordarlos sobre el asunto.

''Yo visitaba a mi madre todos los años, no iba por negocios. Le llevaba medicinas y ropa'', sentenció Silveta Díaz, de 35 años. ''De esta forma no se va a tumbar a Fidel... ¡Claro, la gente que está a favor es porque no tiene familiares allá!'', subrayó Díaz, que pudo venir a EEUU hace seis años, a través de un tercer país.

Al año y un día

Sin embargo, Omar Madrugo, que llegó en balsa y tiene a sus padres y y hermanos en la isla, respaldó a la administración Bush. ``Estoy a favor de estas regulaciones porque esto es un relajo y un descaro. Los viajes son un negocio y hay gente que está haciendo millones''.

Madrugo, de 32 años, admitió ''no entender'' cómo los cubanos recién llegados esperan ansiosos a cumplir un año y un día [cuando pueden legalizar su estatus mediante la Ley de Ajuste Cubano] para volver a Cuba.

''¿Cómo si son perseguidos vuelven al poco tiempo para dejarle dinero a Fidel?'', acotó el balsero. ``El Presidente hizo lo que tenía que hacer''.

Un ex preso político, Dionisio Díaz, de 67 años, criticó fuertemente a quienes viajan constantemente a Cuba: ''Estoy de acuerdo con Bush. Se supone que los que vinimos para acá somos perseguidos y huimos de una tiranía... ¿Qué van a buscar entonces los que regresan a Cuba? Si les gusta aquello, que se queden allá'', indicó Díaz, quien sólo tiene unos primos en la isla.

Sin embargo, otros entrevistados en Hialeah, como Edelmiro Delgado, dieron respuestas mixtas. ''Yo no le mando dinero a Fidel, sino a dos hermanas que están en silla de ruedas. Yo estoy en contra de Fidel, pero no me puedo olvidar de mi familia'', declaró Delgado, de 73 años y también ex preso político que llegó al exilio en 1979.

No obstante, aseguró estar en contra de los viajes. ``Eso es un descaro. Los que van a Cuba van a vacilar, gastar dinero y a disfrutar. Eso se tiene que acabar''.

Respaldos radicales

Algunos fueron más radicales en su apoyo a Washington. ''Estas regulaciones debieron implementarse hace años'', coincidieron Caridad Villareal, de 64 años, y Vilma Vásquez de 67.

''A los 12 años de estar aquí mi madre murió y no la pude ir a ver porque a Fidel no le dio la gana. ¿Por qué protestarle ahora a Bush?'', indicó Villareal, quien desde hace 45 años vive en Miami. En los inicios del exilio, mandaba los paquetes de medicinas a Cuba desde Canadá.

Vásquez fue aún más lejos al indicar que ''el descaro es tan grande'', que muchos cubanos viven allá con el cheque que reciben del gobierno norteamericano. ``Viven en Cuba con los beneficios que da este país. Tienen parientes aquí que cobran el cheque y se lo envían a la isla''.

Poca fe y alto precio

Posiblemente, los puntos del sur de la Florida donde menos adeptos tenga la nueva política de Washington hacia La Habana sean los pulgueros o almacenes de descuento, adonde acuden casi todos los cubanos que viajan a la isla, en busca de artículos baratos para llenar sus maletas.

En el estacionamiento de la conocida tienda ''¡Ño! qué barato'' de Hialeah, Marta Castañeda, quien llegó prácticamente sola en 1997, tiene poca fe en que pagar el alto precio de no ver a sus seres queridos en tres años se compense con el derrocamiento de Castro.

''El [Castro] va a seguir ahí, lleva cuarenta y pico años y no lo han sacado, ¿lo van a sacar ahora estas medidas?'', se preguntó incrédula la mujer de 40 años. ``No es pedir que se pueda ir cada dos meses o tres meses como hacían algunos [ilegalmente], sino una vez al año, en tus vacaciones. Estamos en un país libre''.

Ofelia Martínez, de 75 años, quien estaba comprando con su esposo, Ramón, dijo entender los dos lados de la polémica, pero su respaldo se lo otorga al presidente Bush.

''Estoy muy de acuerdo con la ley, pero si yo tuviera mi madre allá, seguro que iba a tratar de mandarle dinero y de que no le faltara comida'', advirtió la mujer. ''Figúrese, esto es como el curro en la fiesta, que ni se podía ir, ni se podía quedar'', agregó la exiliada desde hace 36 años.

Su esposo le subió la parada. ''Yo pasé mucho trabajo para salir, el que esté allí que pase trabajo'', dijo Ramón Martínez.

De separación familiar también sabe Sonia Silva, de 59 años. Desde que partió en 1960, nunca ha vuelto a ver a su madre y hermanas. Les manda ayuda, pero nunca ha regresado a la isla y considera adecuadas las medidas presidenciales.

''Hay que terminar con Castro, algún día se tiene que ir'', dijo Silva en el estacionamiento de los almacenes Valsan de Allapattah. ``Si uno se pone a pensar, desde que empezó la revolución, cuántos muertos ha habido, cuántas separaciones familiares...''.

Pero las opiniones favorables a la estrategia de la Casa Blanca para acortar la vida del gobierno castrista no abundan por estos negocios.

''No le sé ni decir qué estrategia puede haber, vaya, pero de que no estoy de acuerdo, no estoy de acuerdo. Vaya, ¿por qué para tumbarlo van a tomar medidas con los de abajo?'', se quejó Estrella Chapotín, de 72 años.

Chapotín tiene dos hijos y dos nietos en Cuba, de los que se separó hace seis años para venir a los EEUU. Ahora vive de un cheque de asistencia federal y de la ayuda de una hija residente en Miami, lo que le ha permitido ir de visita a la isla cada año.

El tema a flor de piel

El Aeropuerto Internacional de Miami se vio atestado de viajeros a Cuba en los días previos a la aplicación de las medidas, con personas que pretendían viajar antes de la fecha límite. El tema, inevitablemente, era sumamente sensible.

Un ama de casa de 39 años que viajaba con sus tres hijos y su esposo para visitar a su madre y un hermano, así como a parte de la familia paterna, opinó que las medidas no van a afectar al régimen castrista.

''Eso no va a perjudicar a Fidel. Lo que hace es perjudicar al pueblo'', aseveró la mujer, quien emigró hace cuatro años y prefirió no dar su nombre.

Humberto Guerra, de 32 años, viajaba para visitar a su hijo, su hermana y sus sobrinos, quienes viven en Matanzas.

Guerra, en EEUU desde el 2001, piensa que no había necesidad de nuevas restricciones.

''El [Bush] lo hizo por las elecciones. Ese hombre no ha hecho nada nada contra Fidel Castro hasta ahora'', enfatizó Guerra.

Patricia Boyd, exiliada desde 1967, votó por Bush en el 2000, pero ahora tiene bajo interrogante su apoyo a los republicanos.

''No creo que voy a darle el voto nuevamente'', expresó Boyd, de 47 años, que viajaba a ver una hermana en la isla.

Un chofer que se dirigía a la isla para visitar a su madre y a sus ocho hermanos, está de acuerdo con las medidas, si bien dijo que causarán la división familiar, especialmente de matrimonios.

''Estoy de acuerdo, siempre que sea para que Fidel caiga'', dijo el chofer, quien prefirió el anonimato. ''Deberían dejar las medidas, y hasta hacerlas más fuertes'', agregó el hombre de 57 años.

Según estadísticas del Consejo Económico y Comercial Cuba-EEUU, el pasado año unas 176,000 personas en EEUU viajaron legalmente a la isla, con gastos aproximados de $200 millones. Cuba dijo que 115,000 viajeros eran cubanos que visitaron a familiares.

Esta historia fue reportada por los periodistas de El Nuevo Herald Helena Poleo, Ketty Rodríguez, Rui Ferreira, Joaquim Utset y Casto Ocando, bajo la coordinación de Wilfredo Cancio Isla.