El Nuevo Herald
16 de enero de 2001

Los espías cubanos vigilaron el tráfico aéreo militar en la Florida

RUI FERREIRA
El Nuevo Herald

Durante la década pasada, los ``ojos y oídos'' de Cuba en la Florida tuvieron un
conocimiento relativo del tráfico aéreo militar en la región, al interceptar
conversaciones radiales de los cazas de combate y observar los
desplazamientos de los escuadrones y personal.

El objetivo era hallar indicios de que Estados Unidos se preparaba para invadir a
la isla. Si los hallaban, debían accionar el ``Pitirre'' y enviar una clave a La
Habana: 911-1.

``Esta red estuvo dedicada durante mucho tiempo a espiar instalaciones
militares estadounidenses'', dijo el fiscal federal asistente Dave Buckner, durante
los alegatos iniciales en un juicio que se le sigue a cinco hombres acusados de
ser espías del régimen de la isla.

Gerardo Hernández, a quien las autoridades acusan de ser el jefe de la Red
Avispa al momento de su arresto en septiembre de 1998; René González;
Antonio Guerrero; Fernando González y Ramón Labañino, son los presuntos
agentes. Este último, veterano de la inteligencia cubana en Estados Unidos,
recibió por lo menos dos misiones en Florida y efectuó otras en la costa oeste, a
juzgar por el legajo de 1,500 páginas que las autoridades han entregado en
Corte.

Una de sus misiones más importantes la realizó a principios de la década de
1990, cuando alquiló un apartamento en las cercanías de la base aérea de
MacDill, en Tampa, y montó un centro de escucha de las comunicaciones entre
la torre de control y los cazas.

Los datos que recogía eran enviados a la isla en informes donde se consignaba
los nombres de código de los aviones, sus destinos o sus procedencias. Cuando
no tenía una identificación clara del tipo de aparato, se guiaba por el sonido para
identificarlo.

``Contact 861 por su demora en preparación para salida y entrada, sonido, lo
consideramos de transporte'', escribió Labañino. Cuando no estaba claro,
prefería no arriesgar: ``Tenemos dudas de que Oscar 103 sea el mismo Cessna
103, que a veces se pudiera entender `Oscar' y otras veces `Cessna', por eso
ponemos ambos''. En esa época, la base aérea de MacDill tuvo un papel
importante en las operaciones en Somalia, por lo cual muchos de los despegues
quedaron consignados en los informes con ese país africano como destino.

Pero en términos generales, a juzgar por las órdenes enviadas desde el Centro
Principal en La Habana, el mayor interés de los espías cubanos era detectar si
Estados Unidos se aprestaba a atacar la isla.

Para eso desarrollaron un código de urgencia que en menos de media hora
alertaba a La Habana. El sistema, llamado ``Pitirre'', consistía en una serie de
claves transmitidas por beeper a la misión cubana ante Naciones Unidas, o a
través de un mensaje cifrado en computadora y transmitido directamente por
teléfono.

La clave de emergencia era ``911''. Si iba seguida del número ``1'', significaba
que había un ataque en preparación. Si se agregaba un ``2'', era que habían
detectado una alteración en el funcionamiento normal de la base bajo
observación. Uno de los puntos donde Cuba puso más interés fue en la Base
Aérea de Boca Chica, en Cayo Hueso, donde Guerrero debía estar alerta ante
cualquier indicio de ataque.

``Debe reportar si ha habido visitas de altos oficiales, si ha llegado un número
desusado de personal y aviones, de los infantes de marina, el ejército, la marina
o las fuerzas especiales; la instalación de nuevos centros de comunicaciones,
control y mando; el refuerzo de medidas de seguridad, patrullas en el recinto; si
han prohibido la entrada de civiles o contratistas; si han suspendido vacaciones
y permisos'', indicó uno de los mensajes enviado a Guerrero, alias Lorient.

Todo lo que lograra recabar, si no era urgente, era enviado por Guerrero a La
Habana a través de discos de computadora donde cifraba mensajes usando una
cifra particular.

Los textos eran sencillos. ``Esta semana nos fijamos que el aparato que estuvo
entrenándose la semana pasada aún esta aquí. Hay otros haciendo lo mismo'',
escribió Lorient en un informe, donde detallaba el modelo, la cantidad de aviones
y sus números de registro.

Si los mensajes eran urgentes, debía enviar por beeper una sucesión de dígitos
que, por precaución, eran similares a un número de teléfono. Así, si Lorient
enviaba el número 930-5032-400, quería realmente decir que en la base había
ese día 18 aviones de vigilancia electrónica KC-135.

Al parecer sus envíos eran valorados por sus superiores. Cuando se percató que
habían construido un radar nuevo en la base lo informó, y a vuelta de correo La
Habana le pidió que precisara: ``Se han recibido señales [en Cuba] de
transmisiones de un radar nuevo, que los especialistas están estudiando.
Cuando te sea posible, trata de ampliar sus características o cualquier elemento
que consideres importante, así como de tirar fotos''.

Esta última tarea es bien fácil. No hace falta entrar: el radar es perfectamente
visible desde la carretera que lleva a Cayo Hueso.