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10 de Junio de 2005

EJÉRCITO CUBANO, TRANSICIÓN Y SUCESIÓN

Carta de Cuba, la escritura de la libertad

Jorge Hernández Fonseca

Los recientes acontecimientos protagonizados en la jefatura de las Fuerzas Armadas Norteamericanas relacionadas con la condena en Washington de un alto funcionario de inteligencia de EUA de origen cubano, nos ha hecho pensar seriamente en la secuencia de acciones que, en el área militar, probablemente ya se haya planificado al derrumbe del castrismo en Cuba, ya próximo.

Hay perplejidad por la condena insignificante (casi simbólica) impuesta a Alberto Coll, insertado en el alto mando de los servicios de inteligencia norteamericanos - considerado un castrista estratégico - argumentándose que a pesar de que había "mentido al Departamento de Defensa", lo hizo por razones afectivas y no por razones de espionaje.

¿Qué papel jugará el actual ejército cubano a la muerte del dictador, o al desplome del régimen? Se han publicados recomendaciones de oficiales cubano-americanos pertenecientes al ejército de EUA en la misma línea defendida por Coll públicamente, abogando por la necesidad de usar las Fuerzas Armadas cubanas para controlar "al pueblo" durante el vacío de poder que se produciría a la muerte del dictador, o a caída del régimen castrista, criterios que por su gravedad, valen la pena analizar detenidamente.

Es importante decir que el estado de opinión creado por la confesa espía norteamericana Ana Belén Montes, en sentido de que el ejército de Raúl Castro no constituía peligro para Estados Unidos y era relativamente "confiable", induciendo a EUA acercarse al mismo para "usarlo" en cualquier emergencia (corroborado oportunamente cuando Washington quiso hacer la cárcel Talibán en Guantánamo y tuvieron todo el apoyo de Raúl Castro) no es más que un ardid nacido en los laboratorios de la inteligencia cubana y pasado los cuerpos armados de EUA con vistas a dar continuidad a la dictadura en la isla.

A nada de esto Alberto Coll es ajeno, porque incluso sin ser considerado un espía, ha hecho campaña pública en los medios de comunicación de EUA en favor del acercamiento a Cuba, específicamente a Raúl Castro, haciendo en la práctica el mismo servicio que antes hacía la espía Ana Belén Montes.

Los acontecimientos señalan la necesidad de ponernos en guardia para lo que pudiera ser un plan estructurado por el ejército norteamericano, guiado por estos criterios monitoreados desde la Habana, con vistas al uso del ejército cubano para controlar el orden dentro de la isla durante el período transitorio al derrumbe del castrismo.

Ha existido el argumento de que el ejército cubano es independiente de los cuerpos represivos de la isla, llegando incluso a catalogarse en medios norteamericanos como siendo "un ejército profesional". Eso fue una verdad a medias (porque el ejército cubano tiene una subordinación adicional al Partido), pero en 1989 Raúl Castro desarticuló el aparato represivo, mandó a fusilar al general Ochoa y a otros tres oficiales cubanos, pasando a retiro a todos los altos oficiales de los servicios secretos y enviando en su lugar, para rehacer todo el andamiaje del ministerio desarticulado, a oficiales del "profesional" ejército cubano. De manera que los actuales policías políticos, no son más que soldados del ejército reciclados y reorientados.

No dudo que para la óptica norteamericana la estampida balsera que se supone sobrevendría al fin de la dictadura de Castro, requiere medidas eficaces que tiendan a controlarla. Sin embargo, como cubanos tenemos el deber de, respetando el derecho norteamericano a proteger sus costas y su sociedad, intervenir - opinando - en los asuntos que competen a la isla del futuro. En ese sentido, decidir desde EUA que sea el ejército represivo cubano el que se encargue de controlar el orden de la isla durante un proceso de transición (criterio inducido como se sabe por espías castristas) sería como entregarle al lobo las llaves del gallinero, sólo para solucionar un problema que EUA puede resolver por otros medios, considerándose esta medida como un total absurdo.

Solamente en la hipótesis de un golpe militar del ejército cubano actual, librando al país de la dictadura y sus principales personeros - antes, durante o después de la muerte del dictador - podría considerarse la tesis de usar parte del actual ejército en el futuro. De no ser así, es decir, de continuar el ejército cubano como garante de la represión contra el pueblo por parte de la dictadura, como lo es hoy, lo que habría que hacer con el ejército al fin del castrato sería disolverlo totalmente e inutilizar todas sus armas.

¿Como es posible que alguien en sus cabales pueda imaginar al ejército comunista actual colaborando con los demócratas, si antes no demuestra su apego a la democracia? ¿Sólo se usará el ejército cubano después de que todo se haya hecho (la muerte del tirano, o su caída) con vistas a aliviar de una estampida balsera a EUA, que posee el ejército mayor y mejor equipado del mundo? ¿Y los opositores y disidentes cubanos dentro de la isla, que quedarían inermes ante el mismo poder represivo de hoy, el que actuaría a sus anchas dentro de la isla contra "los enemigos de la clase obrera" durante la transición?

No existe la más mínima posibilidad de que un cubano digno acepte un solo segundo la presencia activa de los jenízaros que en Cuba hoy fusilan, colocan aparatos de escucha secretos hasta en los habitaciones de los opositores pacíficos, que fueron a África a imponer el comunismo y así por delante un rosario interminable de fechorías y desmanes, que sobrevivan al cambio libertario. Es inconcebible que esto se considere posible.

El hecho de que Alberto Coll haya sido considerado por la estructura jurídica militar un "culpable menor" por su mentira, significa que sus criterios todavía son válidos dentro de la inteligencia de EUA y que el Departamento de Defensa Norteamericano los continúa aceptando, con las implicaciones de que los cubanos tengamos, en el futuro post Castro, que tragarnos al represivo ejército actual que hoy nos discrimina, reprime y desprecia.

Estados Unidos tiene sus intereses, válidos y asociados a su condición de país amigo de la oposición cubana, y como tal, está en su derecho de hacer los planes que mejor convengan a esos intereses. Los cubanos también, que sufrimos 46 años de dictadura, no podemos permitir de ninguna manera que el ejército norteamericano vaya en la isla, no a aplastar la dictadura, sino nada menos que a imponernos al ejército que hoy nos reprime.

Los políticos opositores cubanos en EUA con acceso a las esferas del gobierno, junto a los Congresistas cubano-americanos, tienen el deber de esclarecer - o pedir esclarecimientos al Departamento de Defensa - en el sentido de aclarar la imposibilidad de usar a Raúl Castro y sus jenízaros en el futuro post Castro. No hacerlo sería perpetuar la lucha para resolver el problema cubano haciéndola interminable, porque no se concibe la democracia basada en un ejército que fusila y mata hace 46 años, respondiendo a la dictadura, sólo porque Ana Belén Montes lo decidió y ahora Coll lo defiende.

No nos llamemos a engaño. Igual que en ejército cubano hay hombre honestos, los hay totalmente corrompidos por el status que la dictadura les ha dado y que nadie en el pueblo disfruta. Solo habrá paz en una futura Cuba democrática, desarmando totalmente al ejército actual y licenciando a sus oficiales.

Es sabido que quien tiene la fuerza manda. Pretender dejar la fuerza en manos de un ejército castrista es un error que se paga con sangre, siendo preferible establecer una fuerza de paz al mando de Naciones Unidas, o de la OEA, para velar por la necesaria seguridad durante el período de transición a la democracia. Contar con Raúl Castro y su ejército en el momento clave, es el mejor camino para la sucesión y la continuación de la dictadura que tanta sangre y tanto dolor nos ha costado.