El Nuevo Herald
6 de diciembre de 2000

Espía cubano deja estela de misterio

R icardo Villarreal es uno de los cuatro supuestos espías cubanos integrantes
de la Red Avispa que escaparon

RUI FERREIRA
El Nuevo Herald

La última vez que ``Ana'' vio a Ricardo, él no se dio cuenta. El imprevisto
encuentro sucedió a principios de 1997, en una gasolinera del NW de
Miami-Dade, cuando sus carros se cruzaron. Al principio, ella no estaba segura
de que él era el ex novio de su mejor amiga: unos meses atrás el individuo le
había dicho a ``María'' que regresaba a su México natal por problemas de salud.

Pero no era cierto. La salud de Ricardo Villarreal era de hierro, y él no regresó al
puerto de Tampico, de donde decía ser originario, como le hizo creer a ``María''
cuando la conoció allá por 1995 y le dijo que representaba negocios familiares
en Estados Unidos.

Lo cierto --se sabe ahora, después que la Oficina Federal de Investigaciones
(FBI) arrestó a 10 supuestos espías cubanos en el sur de la Florida hace dos
años-- es que Ricardo no es ni mexicano ni empresario, sino un importante
miembro de un grupo de espionaje llamado Red Avispa, según las autoridades.

Villarreal es uno de los cuatro supuestos espías cubanos que debían estar
sentados en el banco de los acusados esta mañana en una corte federal de
Miami. Pero escaparon, indicaron las autoridades, para posiblemente cumplir
``nuevas tareas de inteligencia'' en otro lugar.

Los otros tres son el ex piloto de Hermanos al Rescate, Juan Pablo Roque, que
escapó hacia Cuba el 23 de febrero de 1996 dejando atrás una esposa engañada
y una docena de amigos sorprendidos; Albert Manuel Ruiz; y Remijio Luna,
sobre quienes existen pocas referencias, ya que sus pasos en Estados Unidos
empezaron a ser vigilados por el FBI a partir de 1994. El primero fue monitoreado
hasta marzo de 1996 y el segundo hasta abril de 1997.

Ni ``Ana'' ni ``María'' han querido identificarse, pero han aportado datos sobre los
forajidos que durante más de seis meses han sido corroborados por vecinos,
conocidos, ``amigos'' y la consulta del abundante material entregado en corte por
las autoridades y abogados defensores de los otros cinco supuestos integrantes
de la Red Avispa, quienes nunca se han declarado culpables y hoy se sientan
en el banco de los acusados.

Nadie fuera de sus círculos de amistades le ha visto la cara a Villarreal o a Luna.
De hecho, las autoridades no han dado a conocer fotos suyas. Sin embargo,
gracias a fuentes, El Nuevo Herald logró descubrir las fotografías que se publican
hoy, donde ambos son vistos en fiestas y encuentros sociales junto a Gerardo
Hernández, a quien las autoridades identifican como el cabecilla de la red.

Cuando en septiembre de 1998 10 personas fueron arrestadas en Miami
aparentemente por espiar para Cuba, el FBI indicó que dos de ellas habían
escapado. Por primera vez, los nombres de Villarreal y Luna aparecieron en
documentos públicos. En la declaración jurada que sirvió de base al
encausamiento, el agente especial Raúl Fernández consignó que ambos
ejercían ``funciones de supervisión'' sobre otros ``subagentes'' detenidos en esos
momentos.

En el caso de Ruiz, cuyo nombre entró al proceso sólo en mayo de 1999 y usó,
entre otros, los alias de ``A-4'', ``Alberto'' o ``Manny'', se determinó que controló a
Nilo y Linda Hernández, dos subagentes ya condenados a siete años de cárcel.
También desempeñó un papel importante en la infiltración de Roque, alias
``Germán'', en Hermanos al Rescate, y planificó con él el derribo de dos
avionetas de la organización.

El 13 de febrero de 1996, Ruiz y Hernández --sostuvo el FBI-- dieron
instrucciones a Roque para brindar informaciones precisas sobre los vuelos de
Hermanos al Rescate, y le orientaron que no participara en ellos en las fechas
próximas a las del derribo.

Cuatro días antes, Ruiz informó a Roque que un oficial cubano había salido de la
isla para ayudarlo en su regreso a Cuba, vía México, descubrió el FBI.

El retorno se procesó a través de Bahamas, y Ruiz abandonó también Estados
Unidos poco después, pero no sin antes recibir --interceptó el FBI-- una
felicitación del alto mando en La Habana por la organización de la fuga de
Roque.

Atrás quedaron Villarreal y Luna: el primero, según fuentes, con instrucciones de
controlar con suma discreción las actividades del resto de la red.

``María'' aún recuerda sus frecuentes viajes, sin grandes justificaciones, a Tampa
y Cayo Hueso, donde según las autoridades, Cuba intentó infiltrar al ahora
acusado Antonio Guerrero en las bases aéreas de la región.

``A Ricardo le gustaba mucho pescar; siempre salía los fines de semana. A
veces volvía sin nada. Decía que lo hacía por placer'', recuerda ``María''.

En este caso, el amor se impuso a la curiosidad. Ahora que lo piensa, la mujer
se percata de que Ricardo nunca tuvo un trabajo fijo.

``Decía que recibía dinero de su familia. También que tenía un negocio de artes
gráficas con Manolo [Viramontes, el nombre falso que Hernández usó por años]
y Remi [Luna]''.

Cuando fue arrestado, Hernández declaró a los agentes que era artista gráfico.

Sus vecinos, muchos de los cuales ya se mudaron de la calle donde vivió en
Normandy Isle, Miami Beach, recuerdan a Villarreal como un hombre tranquilo,
campechano, que llevaba una vida absolutamente anónima. No tenía acento
mexicano, recuerdan ahora, pero quién se iba a fijar en ese detalle en una
ciudad donde las variedades del español son casi infinitas. En su casa, Villarreal
era visitado frecuentemente por Hernández y Luna. Los vecinos los conocían a
los tres. Incluso, el fin de año de 1996 lo pasaron juntos con sus novias de
entonces, en una velada a la cual asistió también Luis Medina, ahora enjuiciado.

Una cosa sí llamó la atención: uno de los vecinos recuerda que en el verano de
1996 entró una vez a casa de Villarreal y le llamó la atención la cantidad de
discos de computadora que tenía sobre la mesa. Fue más o menos en ese
entonces que Villarreal se reunió con Luna y Hernández para, aparentemente,
conversar sobre un problema relacionado con su computadora portátil, registró la
unidad de seguimiento del FBI.

Entre las pruebas de espionaje divulgadas hasta ahora por las autoridades se
encuentran decenas y decenas de discos, al parecer, con detalles de las
operaciones de la red.

Por razones aún no totalmente aclaradas, Villarreal dejó su casa poco después
de ese encuentro. Afirmó que regresaba a México, pero fue visto seis meses
después en una gasolinera del NW por la mejor amiga de ``María'', quien a estas
alturas no quiere recordar mucho qué fue lo que pasó por su vida.