La Crónica (San Juan, P.R.)
Abril 1984, páginas 10-11

VINCULAN DROGAS, SEXO Y MAFIA EN MUERTE CARLOS MUÑIZ VARELA



 



Por Armando André

La muerte del agente castrista Carlos Muñiz Varela, de 26 años, ametrallado en Guaynabo el 28 de abril de 1979, pudo haber estado relacionada al narcotráfico de Cuba, o aventuras amorosas, según informes confidenciales que recibió La Crónica.

Muñiz Varela, dirigente de la Brigada Antonio Maceo en Puerto Rico, era íntimo amigo de René Rodríguez Cruz, miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP), que tiene pendiente una orden de arresto en los Estados Unidos desde noviembre de 1982 por narcotraficante internacional.

Rodríguez Cruz es el enlace de la Brigada Maceo en Cuba, donde los recibe, hospeda y les da instrucciones. (Vea: Bohemia, agosto 4, 1978, p. 9). El también dirigió el “diálogo” entre el Comité de los 75 y Fidel Castro en noviembre de 1978. Muñiz fue miembro de dicho comité, y como resultado en enero de 1979 se le otorgó el permiso para operar en Puerto Rico el negocio de pasajes a Cuba, Viajes Varadero.

Dicha agencia ha sido acusada de ser un centro de espionaje castrista y de facilitar la entrada y salida clandestina de Puerto Rico a los terroristas comunistas que se entrenan en Cuba, como los que realizaron la masacre de Sabana Seca en diciembre de 1978, asesinando a dos marinos norteamericanos.

En La Habana, Muñiz vestía el uniforme verde olivo de oficial del régimen comunista. Cuando asistió al Onceno Festival de la Juventud estuvo en la tribuna, y según el libro “Por qué Carlos?” (La Habana: 1981), p. 52, “Carlos intercambió palabras con [el general] Senén Casas y con Raúl Castro [jefe de las Fuerzas Armadas].” Raúl Castro también ha sido acusado por Washington de coordinar el narcotráfico internacional.

Nuestras fuentes alegan que Rodríguez Cruz, a través de los viajes a Cuba que él controla, trató de extender su red de narcotráfico a Puerto Rico. Como consecuencia se especula que “la mafia boricua mató a Muñiz en represalia para que no infringieran en su territorio.”

A las 5:45 p.m. el día del atentado, Muñiz se dirigía solo en su nuevo Volvo 1979 a la casa de su madre, Idania Varela Solar, en la calle Sauco. Dos cuadras antes de llegar, en la calle California de la urbanización Mallorca en Guaynabo, le pasó un vehículo desde el cual le dispararon una ráfaga de ametralladora.

Muñiz no tuvo tiempo de empuñar la pistola ilegal que llevaba en una cartera de mano a su lado. Su reacción inmediata fue alzar las manos, quedando impregnadas de pólvora. Un proyectil calibre 45 blindado en cobre le laceró la tercera cervical, perdiendo el control del auto que se volcó al chocar cuesta abajo contra un árbol. Entonces sus agresores lo eliminaron con un tiro de gracia sobre la ceja derecha que le atravesó el cráneo.

El arma que portaba Muñiz está descrita en el reporte de querella de la policía #1362-04938, el cual aquí reproducimos en parte, y dice: “Se recuperaron las siguientes pertenencias dentro del auto: 1- Pistola 9 m. P.P.K. color negra, cachas negras, con la serie mutilada, cargada con un peine de 7 balas, la cual está dentro de una cartera de mano, color marrón. . .” Posesión de un arma robada significa que algo ilegal pensaba hacer con ella.

Muñiz fue sepultado en el mausoleo 1A-1213-2 del Cementerio de la Capital en Río Piedras, frente a su previa residencia. El certificado de defunción dice que era ciudadano norteamericano, a pesar de su odio contra Estados Unidos.

El delincuente René Rodríguez Cruz inmediatamente envió un telegrama de pésame a Raúl “El Bizco” Alzaga Manresa, quien asumió el mando de Viajes Varadero, expresando: “Ahora más que nunca: ¡Patria o Muerte! ¡Venceremos!” El texto del mensaje aparece en la página 30 del libro “¿Por qué Carlos?”

Como la participación de Rodríguez Cruz en el narcotráfico no se supo hasta noviembre de 1982, la policía no tuvo indicio que ese pudiera ser un móvil. Sin embargo, el jefe del Negociado de Investigaciones Criminales (NIC) coronel Miguel Rivera, alegó que de primera impresión parecía ser un caso pasional debido al romance entre Muñiz y su empleada Edith Cabrera, también de la Brigada Maceo, quien hasta poco antes vivió en concubinato con un promotor de boxeo, el cual la botó de su apartamento en Isla Verde al enterarse que ella tenía amoríos con Muñiz.

El día de su muerte Edith, quien tenía el carro de Muñiz, fue a recogerlo temprano para juntos ir al trabajo. Ambos estaban invitados esa noche a cenar en casa de Susel Cámara, otra empleada de Viajes Varadero (Vea el libro “¿Por qué Carlos?”, p. 16). Nos alegan que Muñiz estaba separado de su esposa puertorriqueña Pilar Pérez Negrón, con quien tenía dos hijos, debido a sus aventuras sexuales. Edith después tuvo problemas en Viajes Varadero, y se dedicó a la peluquería que tenía en casa de su padre y a la farándula, siendo Pucho Fernández uno de los que le “resuelve.”

Después de su muerte, el régimen de La Habana calificó a Muñiz de “Mártir y Héroe de la Revolución Cubana” y le pusieron su nombre a la escuelita de Ariguanabo. La revista Bohemia, mayo 11, 1979, p. 51, publicó una biografía de Muñiz que en parte dice: “Desde muy temprana edad se unió a la lucha del pueblo de Puerto Rico, donde ocupó cargos de dirección en los siguientes movimientos revolucionarios: Juventud Independentista Universitaria, Partido Independentista Puertorriqueño, Movimiento Socialista Popular, Unión de Juventudes Socialistas y candidato a militante del Partido Socialista Puertorriqueño -PSP-” en el que su esposa es activista.

Durante una visita a Cuba su esposa dijo que vive del seguro social que le coge al gobierno norteamericano, estudia “mediante una beca federal,” recibe una pensión de $700 mensuales y Viajes Varadero le costea “la educación de los niños y todo lo referente a la salud.” (Vea: Cuba Internacional, mayo 1983, p. 22). Además, vive en la Cooperativa Jardines de San Francisco, Edif. 1, Apt. 403, con subsidio federal.

Una semana después del atentado, los castristas ofrecieron una recompensa de $25,000 por información que conduzca al arresto y convicción de los implicados, y comenzaron a acusar sin pruebas a un sinnúmero de personas.

Entre los que formaron parte de la gritería figura el primo del occiso, Luis R. Varela, reportero del Associated Press en Ponce, quien viaja a Cuba con frecuencia. Varela y algunos familiares fueron al cuartel de la policía a exigirle al Supervisor de la División de Homicidios, Jorge Muñiz, que “tenía que asignar su mejor agente para investigar el caso.”

El oficial Muñiz declaró a La Crónica: “Ese señor Varela vino aquí con una actitud muy agresiva, y se le dijo que los agentes son asignados por un sistema rotativo, sin darle preferencia a unos casos sobre otros, ya que todos reciben igual atención.”

El capitán Sebastián Ortíz, a quien también entrevistamos, dio a entrever la posibilidad que la muerte tuviera motivos de rivalidad comercial con la agencia Girasol, dirigida por los comunistas puertorriqueños, quienes hasta entonces tenían el control de la venta de pasajes a Cuba.

“El FBI vino a interesarse en el caso siete meses después del suceso,” nos dice el oficial Muñiz, “para compararlo con uno que ocurrió en New Jersey. Nosotros le entregamos el expediente completo, y después lo devolvieron.”

Aquí se refiere a Eulalio José Negrín Santos, de 37 años, identificado como un agente castrista en el New York Times Magazine, enero 4, 1981, p. 31, quien fue ametrallado en Union City el 25 de noviembre de 1979 por los Comandos Omega 7. Los restos de Negrín posteriormente fueron llevados a Cuba, donde René Rodríguez Cruz recibió el féretro en el aeropuerto con todos los honores del Estado. (Ver: “Sepultado en su pueblo natal, tal como eran sus deseos, el compatriota Eulalio José Negrín,” Granma, junio 26, 1983, p. 3).

El Supervisor de la División de Homicidios añadió que “hace unos días el FBI volvió a pedir el expediente Muñiz.” Le preguntamos cual era la actitud del exilio cubano respecto al caso y concluyó, “a la mayoría de los cubanos aquí no les importa lo que le pasó a Muñiz.”

El agente investigador Enrique Ojeda, asignado inicialmente al caso, declaró a La Crónica que la policía no recibió llamadas de indignación o cooperación de la comunidad cubana después que mataron a Muñiz y que durante el sepelio alguien envió una corona con las iniciales “H.P.,” que los comunistas interpretaron despectivamente.

Le preguntamos a Ojeda qué opina de las declaraciones del castrista Ricardo Fraga ante una conferencia de prensa donde alegó, sin pruebas, que la muerte de Muñiz fue producto de “un contrato de $50,000.” El investigador de homicidios dijo que en sus 17 años de experiencia policíaca los contratos de muerte jamás habían pasado de $3,000, y que la suma que citaba Fraga es extremadamente exagerada. “Es más,” concluyó el agente Ojeda, “ese caso no fue una muerte por contrato.”

Dos semanas posterior al atentado, la policía sometió a interrogatorio al exiliado Armando Ruiz Maceiras, veterano de la Brigada 2506, quien estima que fue implicado por las declaraciones de Edith Cabrera y Pedro Pérez Font. “Dos días antes que mataran a Muñiz yo estaba en casa del padre de Edith jugando dominó,” nos confirmó Ruiz, “cuando ella se puso a molestarme hablándome de Muñiz y los viajes a Cuba. Respondí indignado que a Muñiz lo que deberían darle eran dos balazos en la cabeza.”

“Edith Cabrera es una mal agradecida,” dice Ruiz. “Cuando su novio la botó a la calle por sus relaciones con Muñiz, yo fui con su padre a ayudarla a mudarse.”

Ruiz estuvo en el cuartel de la policía durante veinticuatro horas y se quejó que fue sometido a un abusivo interrogatorio. Según las preguntas que le hicieron, determinó que Pedro Pérez Font, partícipe del “diálogo” con Fidel Castro, también lo había denunciado. Las autoridades pusieron a Ruiz en un cuarto donde testigos oculares del hecho pudieron observarlo a través de un cristal ahumado. Lo ordenaron a correr en sitio sobre una mesa, lo que da a especular que quienes mataron a Muñiz se apearon del vehículo para darle el tiro de gracia y regresaron corriendo. Cuando no pudo ser identificado, Ruiz fue dejado en libertad.

En diciembre 1981, Cuba publicó la novelita titulada “¿Por qué Carlos?”, escrita por Luis Adrián Betancourt, subteniente del tenebroso Ministerio del Interior y funcionario del ICAP (cuyo jefe es René Rodríguez Cruz), donde acusan directamente a los siguientes cubanos exiliados de matar a Muñiz: Pepe Canosa (p. 14); Israel Romero, Osvaldo Bencomo, Miguel Lluis, Sergio Ramos y Secundino Guerra (p. 112); Ramón Alvarez y Ernesto Lluesma (p. 113). Los monos amaestrados del semanario Claridad, vocero del terrorismo comunista, hicieron eco del señalamiento en sus ediciones del 19 de febrero al 12 de marzo de 1982. En el boletín Pensamiento Crítico, marzo-abril 1982, p. S-3, los marxistas también implicaron en el atentado a Reynol y Roger Rodríguez.

Ya que los cargos federales por conspiración y violación de los derechos civiles en el caso Muñiz prescriben este mes al cumplirse 5 años, (aunque la acusación estatal por homicidio no tiene límite) los castristas Ricardo Fraga y Raúl “El Bizco” Alzaga han acusado a otras cinco personas, incluyendo dos ex policías, de haber fulminado a Muñiz. (Vea: “Alejo Maldonado, Labatut y Nogueras: Arquitectos del asesinato de Carlos Muñiz,” Claridad, abril 6, 1984, p. 3).

Con estos últimos cinco implicados por los comunistas, son un total de 16 personas que han acusado directamente de ajusticiar a Muñiz. Si tomamos en serio el alegato, hubiera sido necesario disparar desde una guagua para involucrarlos a todos.