El Nuevo Herald
27 de diciembre de 2000

El arresto fue una verdadera sorpresa para presuntos espías

RUI FERREIRA
El Nuevo Herald

El arresto de alguno de los supuestos espías cubanos en Miami era una
posibilidad tan real, que La Habana les recordaba periódicamente las
circunstancias que pudieran encarar y les aconsejaba cómo reaccionar.

Pero nunca les dijo que podían ser atrapados mientras dormían.

Eso fue precisamente lo que sucedió a ocho hombres y dos mujeres al
amanecer del 12 de septiembre de 1998, cuando fueron sacados de sus camas
y acusados de integrar la Red Avispa, que supuestamente espiaba a
organizaciones del exilio e instalaciones militares estadounidenses.

Según varios documentos del legajo de 1,400 páginas confiscadas por la Oficina
Federal de Investigaciones (FBI), el Centro Principal en La Habana envió un
mensaje al supuesto jefe de la red, Gerardo Hernández, instruyéndolo sobre tres
posibles circunstancias de arresto en lo que llama ``el área de operaciones''.

La primera era la posibilidad de ser detenido en Nueva York mientras contactaba
a diplomáticos cubanos en Naciones Unidas; la segunda, al contactar algún
agente bajo su control, y la tercera pudiera darse por accidente, como un
desastre de automóvil, una redada policial en un lugar público o cualquier otra
eventualidad.

En todas esas circunstancias, Hernández debía engañar a las autoridades
asumiendo la identidad ficticia del diseñador gráfico de origen puertorriqueño
Manuel Viramontes, ya que disponía de abundante documentación falsa.

``En la segunda fase, después que [las autoridades] han logrado demostrar que
todo eso es falso, entonces se debe atener a la `leyenda básica'. Bajo ninguna
circunstancia debe Giraldo admitir ser parte o estar conectado con la inteligencia
cubana o alguna organización gubernamental cubana'', instruyó el Centro
Principal.

Considerando que la verdad no podía ser revelada bajo ningún concepto, la
``leyenda básica'' era también otra historia ficticia, pero más difícil de demostrar
porque, entre otros detalles, implicaba lograr algún tipo de confirmación en la
isla.

Hernández --que según esos documentos respondía al nombre de código ``Giro''
o ``Giraldo''-- debía hacerse pasar por un ``marielito'' llamado Roberto García
Fernández, que adquirió esa documentación estadounidense falsa pagando
$2,500 a un desconocido.

``Como resultado de los hechos en la embajada del Perú, viniste en un barco
comandado por un negro fuerte con bigote, que dirás creer ser un cubano, y que
para evitar las multas aplicables a los que traían cubanos, te dejó
clandestinamente junto a un grupo de siete en un punto de la costa sin
documentación alguna'', explica el documento.

Pero ninguna de estas variantes se aplicaron. Hernández fue arrestado mientras
dormía, al cabo de casi cuatro años de seguimiento por las autoridades.

Posiblemente por eso, Hernández no tardó mucho en asumir la realidad. En
cuanto le leyeron los cargos, dijo al agente que lo arrestó que, ``de colega a
colega'', no le podía decir nada.

El y cuatro otros supuestos espías empezaron a ser juzgados el mes pasado en
una corte federal de Miami.