El Nuevo Herald
19 de marzo de 2001

Exodo masivo en Ecuador

GONZALO GUILLEN / El Nuevo Herald
GUAYAQUIL

El viernes 16 de febrero pasado, en la noche, el ecuatoriano Francisco Edmundo
Rivera Salazar regresó definitivamente de España, donde fue a buscar fortuna
como inmigrante ilegal.

Aterrizó en el Simón Bolívar, único aeropuerto local y desfalleciente vestigio
arquitectónico de los años 50. Su familia extensa y sus vecinos fueron a recibirlo
vestidos de duelo porque Francisco Edmundo venía muerto.

La última noche de su vida la había pasado en el hospital San Carlos, de Madrid,
y la cuenta de los servicios fue canjeada por el valor de los órganos susceptibles
de ser transplantados, que le fueron extraídos sin el consentimiento de los
dolientes. El muerto no llevaba ni una peseta encima.

Piedad Morán, la viuda, antes de que regresaran los despojos de su marido
apeló al juzgado 15 de lo penal de Guayaquil para que dispusiera un escrutinio
forense del cadáver apenas llegara y obtuviera el inventario de las partes que le
faltaban al cuerpo. No obstante, la jueza, Angelina Albán, determinó que primero
debían efectuarse las honras fúnebres completas y solamente después podría
iniciarse una causa judicial reglamentaria, a petición de parte, que comenzaría
por la exhumación oficial de los restos de Francisco Edmundo.

Entonces, Piedad Morán viuda de Rivera y la comitiva que la acompañaba,
marcharon en procesión hasta el vecino pueblo de El Triunfo, donde a las tres de
la tarde del día siguiente le dieron cristiana sepultura en medio de los peculiares
rituales funerarios guayaquileños, conmovidos siempre con pensamientos
sobrenaturales, solemnidad y solidaridad social.

Mientras los deudos empujaban el catafalco entre una bóveda del cementerio,
las noticias de la radio local honraban al difunto y revelaban que otro labrador
ecuatoriano, Franklin Cuñas Parco, de Guayaquil, se estaba extinguiendo en el
hospital Virgen de Arrixaca, en la ciudad española de Murcia. El locutor avisaba
que el estado era comatoso. ``También va a tener que pagar la cuenta con las
tripas'', imaginó.

De otros tres emigrantes, en cambio, que aparecieron en Tokio, no hubo
mayores noticias. El 13 de abril de 1999 los encontraron muertos de frío dentro
de un contenedor marítimo frigorífico que había llegado con banano ecuatoriano.
Un promedio diario de 18 personas abordan como polizones los buques
bananeros que zarpan y se van de contrabando para Estados Unidos a probar
suerte, según la Seguridad Portuaria de Ecuador. Tambié, afirman, los que
llegaron congelados al Japón fue porque se equivocaron de barco.

Otro viajero furtivo, Manuel Loja, recientemente tuvo mejor fortuna, pues aunque
los coyoteros que le cobraron $6,000 para llevarlo a Nueva York se equivocaron
de embarcación, llegó vivo a RijeK, Croacia, donde las autoridades demoraron
varios días para poder comunicarse con él y averiguar que provenía de un
territorio remoto que, según dijo, se llamaba Ecuador.

Desde 1995, con énfasis principalmente en 1999 y 2000, cerca de 25 por ciento
de la población de este país se ha ido. De acuerdo con un informe del ministerio
de Relaciones Exteriores, tres de los 12 millones de habitantes de la nación
viven en el exterior y apenas 1,200,000 de ellos han inscrito sus nombres en las
legaciones diplomáticas ecuatorianas. De los demás solamente se sabe que se
fueron.

Los estragos económicos de la última guerra contra el Perú (1995), la
devastación causada a lo largo de toda la costa del país por el Fenómeno del
Niño durante 1998, la quiebra fraudulenta de los principales bancos (1999), los
efectos empobrecedores de la corrupción estatal, un régimen de privilegios que
durante años le ha permitido a los más ricos gozar de sus fortunas sin tributar al
estado y una inestabilidad política y jurídica que ahuyenta la inversión extranjera,
son, entre otras, las razones por las que los sedimentos medios y bajos de la
sociedad han emprendido un éxodo que no se detiene.

La búsqueda de oportunidades por fuera del país hizo que durante 2000 las
divisas enviadas por los inmigrantes soportaran la recesiva economía nacional.

El catedrático y periodista Gustavo Cortez, quien se especializa en el tema de
los inmigrantes y prepara la publicación de un libro sobre la materia con editorial
Planeta (Estampida), dijo que, ``De hecho, las remesas que envían los
emigrantes son el segundo soporte de la economía nacional, con una proyección
del Banco Central de $1,200 millones para el año 2000. El primer rubro
económico sigue siendo el petróleo con ingresos de $2,045 millones''.

Los inmigrantes ya le producen más al país que el banano, entre el que salen
escondidos, y el camarón, productos con los que hasta hace poco Ecuador fue
líder mundial.

Cortez, quien dirige la oficina de redacción en Guayaquil del diario quiteño HOY,
dice que ``el tráfico humano deja réditos mayores que la pesca y ahora los
armadores medianos prestan sus embarcaciones para llenar las bodegas hasta
con 200 personas hacinadas, que intentan llegar a Centroamérica, en ruta a los
Estados Unidos. Desde Guatemala o Nicaragua, principalmente, los trasladan a
pie hasta México, y desde allí, a California, hasta que los controles de la policía
norteamericana de migración les dejen un espacio para pasar''.

Los coyoteros cobran hasta $9,000 por persona y trabajan en combinación con
agiotistas que les prestan el dinero a estos desterrados, siempre que pongan en
prenda sus bienes (frecuentemente casas modestas y pequeños terruños
agrícolas) de los cuales se apoderan una vez el deudor incumple los primeros
pagos.

La gran mayoría de los emigrantes actualmente van masivamente a España y,
en menor escala, a Italia, Alemania, Francia y Holanda, donde ejercen en la
clandestinidad oficios menores, normalmente a precios que están por debajo de
lo que exige la ley, y llevan una vida semejante al esclavismo debido a que
prefieren enclaustrarse en los sitios de trabajo (granjas o casas donde hacen de
sirvientes domésticos) por miedo a ser interceptados en la calle y deportados.

En contraste, la riqueza en Ecuador está desaprovechada y concentrada en 20
por ciento de la población. Un 40 son pobres y el resto casi indigentes con un
ingreso diario de $1, de acuerdo con el Instituto de Investigaciones Económicas
y Políticas de la Universidad de Guayaquil.