El Comercio (Guayaquil)
6 de marzo de 2004

Adiós a Arosemena, un líder de la vieja guardia

 
Redacción Guayaquil

Acostumbraba a mortificar a la oposición y a burlarse de la muerte, incluida la suya. Con la partida de Carlos Julio Arosemena Monroy también desaparece una etapa política del país. Ayer, a las 08:15, el ex Presidente de la República falleció como lo había planeado, por "un violento y rápido paro cardiorrespiratorio".

De principios "inclaudicables", apasionado y controversial en su discurso, repudió las dictaduras y las presiones "contrainsurreccionales e imperialistas".    En su modesta casa, en el centro de Guayaquil, el líder de la segunda generación velasquista padecía las dolencias de una caída que fracturó su cadera.

Fue operado el año anterior, pero no volvió a levantarse de la cama. Tenía 84 años y, como dice el analista  Jorge Vivanco, "con Arosemena sucedía lo que con los hombres excepcionales: que mientras la edad física avanza, el espíritu y la inteligencia crecen en lucidez".

En 1945 se inició en la política como  Segundo Secretario de la Embajada ecuatoriana en Brasil y al poco tiempo fue ascendido y enviado a la Embajada en Washington. Pero la cúspide de su carrera pública llegó en 1961 cuando "por accidente" asumió la Presidencia de la República. Las Fuerzas Armadas lo posesionaron después de deponer un golpe de estado de Velasco Ibarra.

Fue vicepresidente de Velasco Ibarra entre 1960 y 1961. Ganaron las elecciones con 200 000 votos más que el binomio Galo Plaza-Nicolás Castro. Pero su ímpetu lo distanció del Mandatario al sostener que los colaboradores velasquistas en el gobierno estaban "enloquecidos por el dinero".

Reconocido como un iconoclasta inconforme, en su periodo trató de hacer un gobierno demócrata y tolerante, con cierta independencia de EE.UU., según Enrique Ayala Mora en uno de sus artículos del 2003. "Resistió la guerra de la derecha y de la CIA por la ruptura de relaciones con Cuba, y un golpe de Estado militar pro yanqui lo derrocó". Aún así visitó oficialmente al presidente  John F. Kennedy en la Casa Blanca, en 1962.

Luego creó su propio partido, el Nacionalista Revolucionario. Fue "el último político honesto del país. Un demócrata, erudito, brillante y duro que, por unos tragos más o menos, la historia no puede juzgar", sostiene Carlos Calderón, el investigador del libro ´No me importa el juicio de la historia´ que reseña la vida del ex Presidente.

Hace dos años, en la Universidad de Guayaquil, decenas de políticos -entre ellos León Febres-Cordero-,  autoridades, literatos, empresarios y artistas le rindieron homenaje por su trayectoria política.
Ayer a las 13:00 su cuerpo volvió a ese lugar, esta vez, para ser velado hasta el mediodía de hoy, cuando sea sepultado en "el cementerio de los pobres" donde está el mausoleo de su padre, el ex presidente Carlos Julio Arosemena Tola.

Problemas de visión no lo privaron de una de sus pasiones, la lectura. De la otra -el licor- se alejó hace pocos años. Como él decía, los libros y el alcohol eran dos de sus "aficiones masculinas". La tercera, según él mismo,  las mujeres.

El mentor del Código Fiscal y las leyes del Impuesto a la Renta, Inquilinato y decimotercer sueldo, nunca pudo desentenderse de la política. Su yerno  Enrique Parra dice que trataba de hablarle de literatura e historia, pero insistía en abordar lo que sucedía en el país.

La frase
"Era uno de los mayores referentes éticos del país porque era un hombre que hacía política de frente".
León Roldós