El Nuevo Herald
2 de enero de 2001

El dulce veneno de las telenovelas

Alejandra Matus

Toma uno: un padre amenaza con matar a un hombre que él no sabe que es su
hijo. Toma dos: una mujer golpea a su amante y recibe una cachetada de vuelta.
Toma tres: una jovencita es raptada por un bandolero y obligada a mendigar para
pagarle sus vicios.

Estas tres escenas son sólo algunas de las imágenes de violencia que a diario
consumen millones de televidentes amantes de las novelas que en este país
difunden cadenas como Univisión y Telemundo. Ciertamente son chocantes,
pero ¿son peligrosas?

Los expertos creen que sí, según el contexto en que se emitan.

``Lo peligroso de las telenovelas es que crean estereotipos. No es que estimulen
la violencia, pero, al presentar ciertas conductas como normales, las legitiman'',
opinó Mario Diament, profesor y director del Programa de Maestría de la Escuela
de Periodismo de la Universidad Internacional de la Florida.

Investigaciones hechas en la televisión estadounidense han indicado el efecto
pernicioso que tienen las imágenes violentas especialmente en niños y
adolescentes, subrayó el director del Departamento de Siquiatría Infantil del
Hospital Jackson Memorial, doctor Eugenio Rothe.

``Ya se ha probado que el cine y la televisión presentan a los jóvenes los actos
de violencia como una alternativa viable y legítima de solucionar conflictos, en
perjuicio de vías constructivas, como el diálogo y la comunicación'', dijo.

Pero los profesionales no podrán convencer de ello a Alicia Baracaldo, de 72
años y fiel seguidora de las telenovelas mexicanas que trasmite Univisión, las
que, a juicio de otros entrevistados, tal vez sean las que contienen una mayor
proporción de escenas violentas.

Para ella, los asesinatos, actos de agresión y escenas de abuso doméstico que
vio en Laberintos de Pasión, o las peleas a puñetazos, engaños e infidelidades
que la tienen con el alma en un hilo en Mujeres Engañadas, son pálidos reflejos
de lo que ocurre a su alrededor. Las escenas fuertes de La Usurpadora, los
personajes aparentemente inocentes pero llenos de maldad implacable, como
Gilda en Siempre Te Amaré, no son caricaturas de extremos, sino cosas del
diario vivir.

``Sí, hay algunas que tienen escenas violentas, pero no más fuertes que las que
muestran las noticias y la vida real. Recién no más vimos al hombre [Michael
McDermott] que mató a sus compañeros de trabajo [en Wakefield,
Massachussetts]. Y los noticieros lo han repetido varias veces al día y hacen
avances, con suspenso, igualito que en las telenovelas'', opinó el ama de casa.

Pero no toda la violencia que se difunde por televisión es dañina.

Rothe hace una distinción entre los actos de violencia ``gratuitos'' --sin contexto
o justificación dentro de un libreto-- y aquellos que forman parte de la descripción
de una situación social o histórica.

Estos últimos, manifiesta, anulan el efecto perjudicial y pueden convertirse en
una herramienta pedagógica.

``Por ejemplo, un programa que describe la crudeza de la esclavitud tiene un
efecto distinto que un asesinato o una golpiza injustificada que sólo busca una
descarga de adrenalina en el espectador'', explica Rothe.

``Lo mismo ocurre con la violencia doméstica: si se muestra como forma
aceptable de conducta, es muy negativo, pero si se presenta como algo
repudiable, puede tener un efecto educativo'', añade.

El productor de televisión Abraham Pulido, de 47 años, concuerda con los
expertos en que la violencia, en un contexto histórico o pedagógico, debe ser
bienvenida si lo que produce es discusión abierta y franca en cada hogar.

``Prefiero que mi hija se entere sobre la esclavitud o las violaciones en mi casa,
y que las podamos discutir juntos y llegar a una conclusión antes de que lo
aprenda en la calle'', sostuvo.

El actor Harry Froget, de 43 años, quien acaba de participar en la filmación de
una telenovela venezolana La Revancha, dijo que el uso del sensacionalismo en
las teleseries ``es un formato muy viejo: todo es mentira y traición''.

Según Froget, las productoras optaron por esta fórmula ``porque es conocida y
es mucho más fácil que hacer cosas más profundas, como las que están
intentando los colombianos y los brasileños''.

Los departamentos de comunicaciones de Telemundo y Univisión no
respondieron las preguntas de El Nuevo Herald. En el primero, porque los
ejecutivos estaban de vacaciones; en el segundo, ``porque es política de este
canal que los ejecutivos no den entrevistas'', dijo a El Nuevo Herald una
empleada.

Para gente como Yolanda Rodríguez, de 76 años, que ``vive'' las telenovelas
--con violencia o sin ella--, no puede estar sin sus capítulos diarios. Cuando se
pierde alguno, llama a sus amigas para enterarse de lo que ocurrió esa noche.

Rodríguez, no obstante, percibe que las imágenes de violencia o deformación de
valores pueden afectar más a los jóvenes que a los adultos, como apuntan los
expertos. ``Hay muchas cosas que las jovencitas están poniendo en práctica,
porque en las novelas aparecen muchachas bien bonitas, pero salpiconas'', dijo
riendo.

Por eso Yolanda no permite que su nieta de seis años vea las teleseries cuando
está en su casa. "Pero a mí, que soy una vieja anticuada, que no me he
modernizado ni porque llevo 38 años aquí [en Estados Unidos], qué me van a
hacer''.

Y agregó: "Me entretienen, porque yo no voy a ningún lado. Solamente al
cementerio, la funeraria y al médico''.