El Nuevo Herald
12 de octubre de 1998

 Mercados agropecuarios se vuelven inaccesibles en Cuba

 PABLO ALFONSO
 Redactor de El Nuevo Herald
 y RAUL RIVERO
 Especial para El Nuevo Herald

 [NOTA: Este artículo fue elaborado conjuntamente por los
 periodistas Pablo Alfonso y Raúl Rivero, en Miami y La Habana,
 respectivamente.]

 Atrapados entre disposiciones burocráticas y abrumadores impuestos que
 los obligan a elevar sus precios, los mercados agropecuarios se alejan cada día
 más del objetivo para el que fueron creados: vender libremente los productos
 agrícolas que necesita la población para sobrevivir el estricto racionamiento estatal.

 "Aquí hay que robar para poder vivir'', afirmó Ramón Llaguno, jubilado de 67
 años, quien se encontraba de compras el pasado jueves, al filo del
 mediodía, en el mercado habanero de Cuatro Caminos, frente a la
 estación de ferrocarril de Cristina.

 Mientras negociaba la compra de tres guayabas por seis pesos, Llaguno
 comentó a El Nuevo Herald que a él le gusta la mermelada de guayaba,
 pero que con su pensión de 150 pesos mensuales tiene que reservar el
 lujo de ese postre del panteón cubano para los días de cobro.

 "Por ejemplo, yo la carne no la puedo comprar; otra gente sí, pero ¿tú
 viste esos seis pesos por tres guayabas?'', indicó.

Ese día Llaguno había cobrado y estaba de lujos. Decidió conseguir un aguacate para
el almuerzo. Entonces un vendedor que tenía una tarima con limones y unos
aguacates `Catalina' le dijo: ``Vaya, llévate lo tuyo aquí''.

Escogió el aguacate más grande y terso de la pila y miró al tarimero.

"Son 10 pesitos'', le dijo el hombre. Llaguno dejó el aguacate sobre la pila,
mientras se alejaba con una mezcla de rabia y frustración.

 Escenas como éstas se repiten por miles a diario en los mercados cubanos de venta
 libre, establecidos desde 1994. Los precios están por las nubes, fuera del
 alcance de una población laboral cuyo salario promedio no rebasa los 200 pesos
 mensuales, unos $11.00 al cambio actual.

 El promedio real del salario mensual disminuyó 46 por ciento de 1989 a
 1995, a consecuencia de que el índice de precios ``arrojó un alza del
 orden del 66 por ciento en ese mismo período'', según un estudio sobre
 Cuba publicado este año por la Comisión Económica para América
 Latina y el Caribe (CEPAL), organismo de Naciones Unidas con sede
 en Chile.

 A esta situación hay que añadir el pobre desempeño de la agricultura
 cubana en los últimos años. Según cifras del Ministerio de Agricultura, la
 producción agrícola de Provincia Habana en 1996 fue de 11.1 millones
 de quintales de viandas, hortalizas y granos, pero en 1997 esa cifra se
 redujo a sólo 7.5 millones de quintales.

 De acuerdo con las mismas fuentes estadísticas, hasta el cierre de abril
 de 1998 La Habana dejó de cosechar 712,800 quintales de viandas,
 hortalizas y granos con relación al mismo período del año anterior.

 Esas cifras auguran una seria carencia de productos del agro en lo que
 queda del año. Precisamente, es en los meses de enero a abril cuando la
 agricultura cubana produce alrededor del 60 por ciento de la cosecha del
 año.

 El problema alimentario es realmente serio para los cubanos que sólo
 tienen acceso a la compra de una cuota de alimentos que el Estado
 vende a bajos precios, pero que es insuficiente para vivir.

 Un vendedor particular del mercado de Cuatro Caminos, que sólo quiso
 identificarse como Roberto, de 27 años, tiene su explicación sobre el
 alza de precios.

 ``Los precios suben, y tienen que subir, van a seguir subiendo si siguen
 cobrando tanto por las tarimas. El impuesto sobre la venta se mantiene al
 cinco por ciento y otros cinco más por lo que pongas ese día en la
 tarima, que es demasiado. Por tener un pedacito aquí donde colocar
 unos aguacates y unos limones, te cobran lo que les parece'', afirmó.

 Según Roberto, la Empresa Municipal de Comercio Minorista,
 encargada de controlar los mercados agropecuarios, cobra una especie
 de ``licencia ocupacional'' a los vendedores equivalente al cinco por
 ciento del valor estimado de los productos que el tarimero trae ese día
 para la venta.

 ``Te cuesta producir, traer la mercancía, y nunca sabes cuánto vas a
 tener que pagar por la tarima... cambian los precios casi todos los días,
 eso también es un negocio para alguna gente'', recalcó Roberto.

 En el mercado de la avenida 19 y calle 70, en el municipio habanero de
 Playa, las quejas sobre los precios altos se repiten. El administrador del
 lugar, que sólo se identificó como Jesús, desalojó del lugar a una
 reportera independiente que entrevistaba para El Nuevo Herald a
 algunos compradores.

 ``Me dijo que allí no podía hacer esas grabaciones, que era ilegal'',
 indicó la reportera, que ya había logrado conversar con varias personas
 antes de ser expulsada del lugar.

 Rafael, de 31 años, enfermero del Hospital Calixto García de Ciudad de
 La Habana, y su esposa, María, de 29 años, profesora, compartieron
 con El Nuevo Herald su experiencia en ese agromercado.

 ``Ahora estamos peor que después del ciclón. Se han disparado los
 precios, como el caso de los frijoles, que es difícil comprarlos'', dijo
 María.

 A pesar de que entre ambos ganan 530 pesos mensuales, el matrimonio
 afirma que ese dinero no es suficiente para acudir regularmente al
 mercado agropecuario.

 ``Aun así nos vemos apurados para cubrir los gastos. Con nuestro
 salario no se puede venir aquí más que dos veces al mes'', subrayó
 María. ``Si acaso para viandas, vegetales y algo para condimentar''.

 Los mercados agropecuarios --autorizados después del llamado
 ``Maleconazo'', cuando cientos de cubanos se lanzaron a las calles de La
 Habana para protestar por la situación económica y política del país--
 subsisten en un forcejeo político, en el que el Estado los utiliza para
 aplacar protestas populares, aunque al mismo tiempo evita que se
 expandan por el temor al desarrollo del libre mercado.

 Ultimamente, los hombres de campo y sus representantes en los
 mercados han enfrentado ejércitos de inspectores, ataques de clientes e
 historias agresivas en la prensa oficial. A pesar de ello, los mercados han
 posibilitado la oferta de una modesta variedad de alimentos.

 ``Es la misma contradicción de siempre, porque en el fondo existe un
 problema ideológico, político'', afirmó Carmelo Mesa-Lago, profesor de
 Economía de la Universidad de Pittsburgh y especialista en asuntos
 cubanos.

 ``El gobierno inicia reformas económicas, comienza una especie de
 apertura y luego las congela, dan marcha atrás, imponiendo cargas
 impositivas excesivas a los mercados y a los trabajadores por cuenta
 propia'', dijo.

 Mesa recordó que los mercados agropecuarios surgieron como un
 medio de acabar con el mercado negro y también para disminuir el
 desempleo, que según cifras calculadas por la CEPAL alcanzó un 27 por
 ciento en 1997.

 ``Para paliar los problemas del desempleo, el gobierno autorizó el
 trabajo por cuenta propia en 1992, lo cual había sido permitido en 1980
 y prohibido dos años después, igual a lo que hizo con los mercados
 agropecuarios''. dijo Mesa. ``Ahora no los han prohibido oficialmente,
 pero tratan de asfixiarlos con impuestos y disposiciones burocráticas de
 todo tipo''.

 Las reformas económicas que ha implementado el régimen castrista para
 sobrevivir, mezcla de capitalismo estatal y socialismo planificado, han
 generado irritantes desigualdades en una población que cobra su salario
 en moneda nacional, pero sólo puede tener acceso en dólares
 estadounidenses a los bienes que no están racionados y necesita para
 sobrevivir.

 Después de 1994, cuando se autorizó la tenencia y uso de divisas, los
 más beneficiados fueron quienes tienen familiares en el exilio. Desde
 entonces, las remesas familiares del exterior se han incrementado. La
 CEPAL calculó que en Cuba se recibieron $800 millones en 1996,
 provenientes del exilio.

 Por ello, en los mercados agropecuarios cubanos se utiliza una curiosa
 variante de la cita evangélica para definir el tipo de cliente.

 ``Por sus compras los conoceréis'', dijo Rebeca, una joven ama de casa
 de 22 años que visitaba el mercado de 19 y 70, en el municipio Playa.
 ``Hoy yo vine a comprar carne, no puedo llevar lomo ni pierna. Compré
 dos libras de costilla, que está a 18 pesos la libra. Y gracias, porque la
 gran mayoría de la gente no puede comprar nada''.

 ``Sí, hay casos en que se compran piernas enteras y hasta un puerco o
 un carnero, pero son gente que tienen paladares [restaurantes caseros] o
 una situación económica especial, que no son los que más abundan. Son
 los que tienen dólares'', dijo Rebeca.

 La reportera independiente Ana Luisa López Baeza, de Cubapress,
 colaboró en esta información.