La Jiribilla (Havana)
Abril 16-22, 2005

Rolando Masferrer Rojas: ¡Voló en pedazos el "Tigre"!

Amaury E. del Valle * La Habana

- ¡De aquí hay que irse ya, coño! ¡Y rápido! Esto se pone cada vez peor. Si nos agarran nos van a pasar la cuenta a todos.

El hombre mira nervioso a uno y otro lado. Agita la pistola. Las ojeras y la voz pastosa delatan la noche de borrachera. Hace frío, pero debajo del
sombrero tejano se le nota el sudor.

-Busquen algo. A alguien que maneje esta mierda pa' irnos pa'l carajo de aquí.

Unos segundos y metros más allá, Fausto Mariño despierta en el bote María Julia con una ametralladora en la cara y dos buenas patadas en el estómago.

- ¡Arriba, comemierda!, dale que tú tienes que sacarnos pa'l norte. Y procura apurarte si quieres conservar el esqueleto -le dice un tipo mientras
le agita en su cara una Thompson.

Delante de Mariño se mece suave en las aguas de la rada de Barlovento el Ola Kun II. Es un viejo guardacostas norteamericano de la Segunda Guerra
Mundial, adquirido por extraños negocios en la Base Naval de Estados Unidos en Guantánamo y convertido en el yate personal de Rolando Masferrer Rojas.

Mariño, como contara a la revista Bohemia días después, pasó trabajo para echar a andar el Ola Kun II. Al fin lo logró, más por el miedo a un tiro en
la nuca que por sus verdaderas artes de mecánico y marinero.

Él fue el único testigo de la fuga. A esa hora de la mañana, casi nadie había visto la llegada de los seis autos con más
de 20 hombres que, chirriando gomas, entraron casi hasta el mar. Nadie pudo dar fe de la partida del Ola Kun II rumbo al norte, con Masferrer, 24 de sus
"tigres" y el desafortunado Mariño.

Tampoco hubo testigos de la caída al mar de El Negro, uno de los hombres, de sus gritos para que lo recogieran, de cómo lo dejaron. O de la vomitadera de
Masferrer, mezcla de alcoholes atrasados, mareo y miedo.

Quienes se hacían a la mar en el estrecho guardacostas  eran 26 hombres, un número que parecía una cábala, porque huían precisamente
del Movimiento 26 de Julio.

Quizás por eso nadie asomó la cabeza aquella mañana por el muelle, o también porque las ametralladoras y la fama de los "tigres" eran demasiado
convincentes como para arriesgarse a meterse en su camino.

Además, era primero de enero. Era el primero de enero de 1959.

Un pistolero sin calcañal

El testimonio de Moisés Elías Vila Labrada es muy revelador. Su padre, Santiago Vila, fue asesinado junto a otras tres personas el primero de enero
de 1958. Ese día los "tigres" en Manzanillo, en una sola jornada, mataron a más de 15 personas, entre ellas una familia de nueve miembros a quienes
dieron candela dentro de su propia casa, ocasionando incluso la muerte de tres niños, de ellos un bebé de solo 18 meses de nacido.

Fue el primero de enero de 1958. Nosotros no habíamos hecho nada por fin de año. Las cosas no estaban como para celebrar. Por la mañana el viejo me
dijo: "Vamos, vejigo, para ver si buscamos algo para tu madre", y me montó en la grupa de su caballo.

Cuando llegamos a la bodega de mi tío en Garata, que queda cerca de Jibacoa, allá en Manzanillo, mi papá me bajó del caballo y entró a saludar a unos
amigos. Al poco rato salió y me dijo que me esperara allí jugando, que venía enseguida y se fue a hacer unos mandados.

No habían pasado dos minutos cuando llegaron los "tigres". Eran cuatro. Entraron a la bodega. Todo el mundo levantó las manos. Me dijeron que yo
también lo hiciera, que si no me mataban. Yo levanté mis dos manitas y ellos empezaron a reírse de mí.

Le tiraron un rafagazo a las botellas de la estantería. Vaciaron el dinero de la caja y le dieron dos galletas al dependiente. Después se montaron de
nuevo en la máquina. A los dos minutos, oímos unos tiros. Yo estuve como dos horas esperando a mi papá.

Lo vine a ver esa noche, en la casa. Estaba tendido en la cama. Le dieron como 40 tiros. Tuvimos que pedir prestado algodón para rellenar los agujeros
que tenía. El entierro estuvo custodiado por el ejército. Los "tigres" fueron al velatorio para ver si se aparecía alguno de mis tíos. Allí cerca
estuvieron toda la noche, tomando y haciendo chistes con los soldados.

Mi mamá, mis hermanas y yo nos quedamos sin sustento. Ellas se hicieron criadas y a mí me mandaron para un hospicio. No había con qué mantenerme y
tenía la mente afectada.

Sí, yo estuve en el juicio un año después, cuando triunfó la Revolución. Masferrer no, ese se escapó. También me colé en el fusilamiento de los
tigres. Los vi a toditos. A mí nada me impresionaba ya, si con nueve años tuve que amortajar a mi papá.1

Cuando Masferrer volvió a Cuba después de la Guerra Civil Española, ya no era el muchachito holguinero nacido en 1918 que estuvo metido en las luchas
estudiantiles de los años 30. Tampoco se parecía al joven que en Estados Unidos se enroló en la Brigada Internacional para ir a combatir del lado de
los republicanos.

Algo había comenzado a cambiar en él, y no era solo su incipiente cojera, como resultado de un balazo en el calcañal durante los combates por la
defensa de Madrid. Ahora el flamante periodista, encargado de la "Sección Internacionales" de Hoy, el periódico del Partido Socialista Popular, quería
más relieve, más protagonismo... más dinero.

José López Sánchez -un viejo comunista recientemente fallecido en La Habana, lo conoció de aquella época-, recuerda que Masferrer escribía bastante bien,
pero que pronto comenzó a tener problemas. Se metía en temas que se alejaban de la línea editorial del periódico, fomentaba discusiones estériles,
chismes, divisiones. Frecuentemente le llamaban la atención por sus indisciplinas, los deseos de sobresalir.

De aquella época -según López Sánchez- es su afición por los sombreros tejanos, las botas, el atuendo de un moderno cowboy, de las películas de
pistoleros.

"Nunca salía desarmado. Siempre andaba con una o dos pistolas encima, e incluso en su carro guardaba algunas más, porque desde entonces todo lo
quería resolver a tiros".2

Era un típico guapetón, siempre tratando de imponer su voluntad. Sin embargo, por su verbo fácil y aureola de "tipo fuerte" pronto comenzó a
aglutinar a su alrededor a una serie de jóvenes y personajes. Entre ellos estaba el escritor Carlos Montenegro. A todos trataba de inculcarle sus
ideas de que había que hacer "una revolución a tiros", pues era el único medio para triunfar.

Al final, expulsado del partido por sus posiciones sectarias, Masferrer fundó una organización propia. El Movimiento Socialista Revolucionario, al
igual que otras agrupaciones de la época, pronto se convirtió en una pandilla y el antiguo combatiente español en un gangster que utilizaba la
extorsión como medio de vida, bajo el pretexto de "recaudar dinero para la causa".

Así se vio implicado en más de un caso de chantaje político, y en no pocas ocasiones se batió a tiros en plena calle con sus rivales. No obstante,
hombre astuto, pronto se involucró con el poder de turno, aliado primero a Ramón Grau -presidente de Cuba entre 1944 y 1948-, y después a Carlos Prío
Socarrás -presidente de 1948 al 10 de marzo de 1952.

Los sucesos de la calle Orfila, una famosa "bronca" en plena ciudad entre pandilleros de grupos rivales, sorprendieron a Masferrer en Cayo Confites,
preparando una expedición contra Trujillo, el dictador de República Dominicana, de la cual se autotituló "jefe militar".

Esta aventura, que finalmente fracasó, fue delatada e intervino el gobierno, más que todo por las fanfarrias que les dieron a personajes como Masferrer
en una expedición que por su índole debía ser secreta.

Ya en los primeros años de la década de 1950 estrechó lazos con los "auténticos", como se denominaban a los seguidores del Partido
Revolucionario Cubano, a la sazón en el poder.

A punta de pistola también se metió en la Universidad de La Habana, de donde reclutó a varios miembros de su banda. Incluso se enfrentó a sus antiguos
compañeros, los comunistas, pero también a los ortodoxos, entre ellos Eduardo Chibás, el líder del Partido, y al propio Fidel Castro, del cual
declaraba ser un enemigo jurado.

Olvidado de su "revolución a tiros", convertido en un acaudalado personaje gracias a negocios sucios de extorsión y compra forzosa de tierras a
campesinos orientales, Masferrer Rojas adquirió -durante el gobierno de Prío- un puesto en la Cámara de Representantes por la entonces provincia de
Oriente. Además, con su dinero financiaba un periódico propio, Tiempo en Cuba, dirigido por su hermano Rodolfo y que tenía sus oficinas en San José
no. 868, en La Habana.

Todo parecía indicar que su futuro como "hombre político" comenzaba por fin a concretarse, cuando el 10 de marzo de 1952 Fulgencio Batista protagonizó
un golpe de Estado que sacó del poder a los "auténticos".

La cossa nostra de Batista

A continuación una cita del expediente de la Causa 42 de 1959, del Tribunal Revolucionario de Santiago de Cuba, seguida a René Feria Pérez y a Rolando
Masferrer (ausente), su jefe, y Rilde González (ausente), otro de sus lugartenientes, por los delitos de asesinato, traición, lesión, robo y
maltratos.

"Que el día tres de junio pasado (1958), el mentado acusado FERIA PÉREZ (por órdenes de Rolando Masferrer) en unión del acusado juzgado Francisco López
Guadix, alias Paquito, y de Eugenio Matos, ya también juzgado, se presentaron al establecimiento que en Avenida de Bélgica No. 391, en esta
Ciudad [Santiago de Cuba] posee la familia Iglesias y procedieron a la detención del joven Mario Iglesias Vega, y el acusado Feria Pérez, para no
despertar sospechas en sus familiares, le pasó su brazo por el hombro, fingiendo amistad, y después de registrarlo lo introdujo en el vehículo en
que viajaban. Que al observar la madre de dicho joven esos actos y como públicamente se conocía toda que persona que era detenida por los temibles
Tigres de Masferrer se le daba muerte alevosa, trató de introducirse en dicho vehículo, lo que no logró por impedírselo los acusados y, al ponerse
en marcha dicho vehículo, como aún se encontraba agarrada al mismo, fue arrastrada por éste más de cuarenta metros sin lograr sus propósitos,
apareciendo posteriormente el joven Iglesias Vega horriblemente mutilado y asesinado".3

Aquella mañana del 10 de marzo de 1952 la Universidad se convirtió por unas horas en el centro de la resistencia al golpe de Estado de Batista. Por
doquier podían verse estudiantes, gente del pueblo, todos gritando consignas en contra del dictador y a favor de la Constitución.

Poco después de las ocho de la mañana, un grupo de alumnos lograba entrevistarse con el presidente derrocado, Carlos Prío, al cual le pidieron
armas para defender el gobierno.

-"Esperen, que yo las mando" -fue la escueta respuesta de Prío. Nunca llegó ni una bala. Pero entre los grupos concentrados estaban aquellos que tenían
por lo menos "con qué defenderse". Masferrer era uno de ellos. Su gente se atrincheró en la escalinata. Tomaron posiciones de francotiradores y
desplegaron metralletas como si fueran de nuevo a la Segunda Guerra Mundial. No dispararon ni un tiro.

¿Qué pasó con la resistencia armada, con la tan cacareada "revolución"? ¿Quién sabe? Muchos no salían de su asombro cuando tres meses más tarde, en
un periódico de la época, aparecía el "opositor" al golpe, abrazado a Batista, en histórica instantánea tomada por un reportero durante una cena
de homenaje al entonces "hombre fuerte de Cuba".

Masferrer volvía a estar "en la comida". En 1954 era elegido senador por Oriente, después de unas elecciones tan fraudulentas que votaron más
personas que electores inscritos. Esa ocasión también la aprovechó para acomodar a su gente: su hermano Rodolfo era electo como representante a la
Cámara por la misma provincia. Mientras, la familia adquiría fuertes intereses en Holguín, Manzanillo y Santiago de Cuba.

¿Cuál fue el secreto de esta rápida alianza Batista-Masferrer? Las respuestas son diversas. Habría que preguntarle a la cossa nostra italiana y
dos de sus representantes en La Habana, Santos Trafficante y Meyers Lansky.

Ambos utilizaron al pistolero como uno de los intermediarios en sus negociaciones con el tirano, del cual obtuvieron jugosas concesiones para la
explotación de los casinos de juego de La Habana, uno de los dividendos más lucrativos de la mafia allende de las fronteras de Estados Unidos.

A lo mejor otra clave pudiera darla Rafael Díaz Balart, padre de los "chicos de oro" de la emigración contrarrevolucionaria miamense, como el actual
congresista norteamericano Lincoln Díaz Balart; Rafael, todopotentado banquero floridano; o Mario, también miembro de la Cámara de Representantes
de Estados Unidos.

Rafaelito, como se le conocía en los años cuarenta, tuvo fuertes vínculos con Batista, de quien llegó a ser allegado y destacado manengue político. A
su vez, enlazó sus intereses en Oriente con Masferrer, gracias a lo cual ambos impulsaron sus "negocitos".

Fue con esto, y con el dinero aportado por Batista, que el ex comunista organizó un ejército personal tristemente célebre en Cuba, conocido como los
"Tigres de Masferrer". Ese cuerpo paramilitar, precursor de similares en América Latina años después, se calcula sumó más de 2 000 muertes entre 1953
y 1959, muchos de ellos personas inocentes, quienes pagaban con su vida los intentos de extorsión, o la simple sed de sangre de los asesinos.

Para formar los "tigres", especialmente en la región oriental -donde se basificaron después de 1956-, Masferrer obtuvo la franquicia de Fulgencio
Batista para exculpar a más de una docena de criminales. Entre ellos hubo varios condenados a muerte o a largas penas por asesinato, como el caso de
René Feria, a quien sacó personalmente de la Cárcel de Boniato y lo convirtió en uno de sus principales lugartenientes en Santiago de Cuba.

Además, a través de "botellas" -cargos o nombramientos en puestos públicos por los cuales los titulares cobraban sin trabajar-, los masferreristas
obtenían fondos indirectos del gobierno espurio para mantenerse.

A la vez él comenzaba a editar el periódico Libertad, en Santiago de Cuba, irónico nombre para un tabloide que desde sus páginas defendía al dictador.
Este libelo se hizo célebre no solo por insertar grandes fotos pornográficas en sus portadas, sino también por el hecho de que quien aparecía en sus
páginas acusado de contrario al régimen, poco después era encontrado muerto, horriblemente mutilado.

Pocos o ningún testigo quedó de la mayoría de esas tropelías. La tropa de asesinos, que se hizo fuerte en todo Oriente -especialmente en Santiago,
Manzanillo y Bayamo- era muy cuidadosa en no dejar "huellas" de sus actuaciones. Incluso, "gustaban" quemar los cadáveres, enterrarlos en sitios
desconocidos o lanzarlos al mar, para que nunca fueran encontrados.

De común acuerdo con el resto de las fuerzas represivas de Batista, los Tigres de Masferrer se convirtieron en una aceitada maquinaria de matar. A
diferencia de la policía o el ejército, ellos ni siquiera tenían que pasar por la ficción de los tribunales corrompidos.

En Santiago de Cuba, por ejemplo, llegaron a tener varios campos de entrenamientos y hasta su propio identificativo, la cabeza de un tigre
cosida en la manga izquierda de la camisa. Así recorrían la ciudad y los campos, en especial las faldas de la Sierra Maestra, eliminando sin muchas
consideraciones a todo aquel que pensaran estaba ayudando en algo a los rebeldes o siquiera simpatizara con ellos.

Los testimonios recogidos de los luchadores clandestinos de aquella etapa, revelan que en casi todos los casos persona presa por los masferristas...
era difunto seguro. Esa realidad impulsó a los miembros del Movimiento 26 de Julio a atacar en varias ocasiones la sede de los paramilitares, ubicada
primero en el local del periódico Libertad, la cual ante el acoso la trasladaron hacia el interior del cuartel Moncada.

Fue tanta la envergadura, la represión y los asesinatos indiscriminados que -a finales de 1958- Santiago parecía una ciudad muerta después de las seis
de la tarde. El solo hecho de ser joven, o andar por la calle a esa hora, era suficiente para amanecer al otro día "con la boca llena de hormigas",
tirado en cualquier oscuro callejón o en los matorrales al borde de las carreteras.

Ni el propio Senador, amparado en su inmunidad parlamentaria, ni ninguno de sus secuaces, tuvieron que comparecer jamás ante los tribunales por algún
crimen; incluso, si los hubieran citado, quizás no habrían existido testigos que pudieran implicar directamente a Masferrer en nada.

De las más de 2 000 personas que se calculan fueron apresadas por el cuerpo paramilitar, no queda casi ninguna. Los "tigres" no dejaban a nadie para
hacer el cuento.

A pesar de sus crímenes, Masferrer logró evadir la sentencia dictada en la Causa 42 de 1959, del Tribunal Revolucionario de Santiago de Cuba, seguida a
René Feria Pérez, y a Rolando Masferrer (ausente), su jefe, y Rilde González (ausente), otro de sus lugartenientes, por los delitos de asesinato,
traición, lesiones, robo y maltratos.

"RESULTANDO: Que no habiendo sido habido el acusado ROLANDO MASFERRER ROJAS, es procedente juzgar al mismo en ausencia, por los demás pronunciamientos que se dirán.

"CONSIDERANDO: Que revistiendo los hechos relatados caracteres de Cuatro delitos de Asesinato, previsto y sancionado en el Artículo 12 del reglamento
No. 1 del Ejército Rebelde, en relación con el artículo 121 y siguientes de la Ley Procesal de Cuba.

"SANCIONAMOS: A los acusados RENÉ FERIA y PÉREZ y ROLANDO MASFERRER ROJAS, como autores de Cuatro delitos de "Asesinato" a la sanción principal de PENA DE MUERTE POR FUSILAMIENTO".4

El hombre de los espejuelos

En carta enviada el 7 de enero de 1959 por el entonces ministro de Estado, Roberto Agramonte, se pedía la extradición de Masferrer al Fiscal de
Distrito de Estados Unidos, Miami, Florida, al Director de Distrito de los Servicios de Inmigración y Naturalización de EE.UU., Miami, Florida y al
administrador de aduanas, Key West, Florida.

Le remito comunicación concerniente a $17 000 000 (diez y siete millones de dólares), en poder de una o más personas actualmente retenidas en las
oficinas del Servicio de Inmigración y Naturalización de EE.UU. en Key West, Florida [...] el gobierno de Cuba está en la creencia de que el dinero en
cuestión fue ilegalmente extraído de la jurisdicción cubana por un tal Rolando Masferrer Rojas, un ciudadano cubano residente en ese país. Además
el dinero es propiedad del gobierno de Cuba, habiendo sido obtenido por Masferrer por medios ilegales, a través de arreglos indecorosos, ilícitos
[...] al tal Masferrer también se le acusa de numerosos asesinatos [...] Sería de agradecer que los organismos apropiados de Estados Unidos adoptaran
las medidas necesarias para secuestrar el dinero y devolver a Cuba a estas personas.5

Sin embargo, una información publicada por el periódico Sierra Maestra de Santiago de Cuba, el 27 de enero de 1959, reflejaba la verdadera posición
del gobierno estadounidense:

Washington, Enero 26 - (UPI). El Servicio de Inmigración de Estados Unidos concedió hoy asilo político en este país al ex senador cubano batistiano,
Rolando Masferrer.

Funcionarios de ese servicio informaron que concedieron libertad condicional bajo palabra a Masferrer junto con dos hermanos suyos, dos sirvientes y un
oficial naval. Esas personas estaban alojadas en el centro de detección del servicio de inmigración en McAllen, Texas.

Los autorizados a entrar al país con el ex senador cubano son sus hermanos Rodolfo y Raimundo Masferrer y los sirvientes Rafael Águila Esteinger y
Alcides E. Pérez. [...]

El ex senador Masferrer, acompañado por 26 personas, llegó frente a Key West, Florida, en un yate de lujo el primero de año, luego de huir de La
Habana cuando cayó el régimen de Batista.

El gobierno provisional de Cuba ha acusado a Masferrer de fugarse con 17 millones de dólares. Sin embargo, funcionarios del servicio de inmigración
declararon haber hallado solo fondos "insignificantes" en poder de los ocupantes del yate Ola Kun II.

Más de un año después de la solicitud, una potente explosión hizo temblar los cristales a varios kilómetros de distancia. La gente, anonadada en un
primer instante, corrió enseguida hacia el muelle donde ya empezaban a levantarse las primeras columnas de humo.

Escorada hacia estribor, La Coubre semejaba un animal con el vientre abierto, por donde salían las llamas. Los pedazos de hierro y los cuerpos
desmembrados de personas se confundían entre los escombros.

Pronto había más de 100 policías, bomberos, portuarios, gente del pueblo, intentando rescatar los heridos o apagar el fuego. Entonces: la segunda
explosión.

El atentado contra el vapor francés La Coubre, el 4 de marzo de 1960, causó más de 100 muertos, incluidos seis marinos franceses, y centenares de
heridos. También privó a la defensa nacional de 44 toneladas de granadas y 31 de municiones, justo cuando más lo necesitaba ante la amenaza de una
invasión. No obstante, a pesar de las denuncias públicas y las investigaciones, los autores nunca fueron condenados.

Poco antes del siniestro, en una mañana brumosa de febrero, en el puerto francés de Amberes, el tripulante de La Coubre, Alain Mouriat, recibía de un
desconocido 2 000 dólares. Quienes vieron el hecho solo identificaron al hombre como "un tal Rolando, blanco, de unos 40 años, que usaba espejuelos".
Extraña coincidencia: Rolando Masferrer tenía entonces 42 años y usaba espejuelos desde hacía tiempo.

Las pesquisas sacarían a la luz pública el entramaje de uno de los más crueles sabotajes terroristas de la historia de Cuba. Con el tiempo se
sabría que a principios de 1960 el coronel J.C. King, de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), había conversado largo y tendido con Masferrer en
Miami.

El batistiano le aseguró al agente que había obtenido información "vital" del cubano-americano, Richard E. Brooks, oficial del ejército estadounidense
e ingeniero en minas, quien dijo conocer de la llegada a Cuba de barcos con armas y municiones compradas en Europa para defender a la naciente
Revolución.

¿Qué implicación tuvo Masferrer en la voladura de La Coubre? Quizás nunca se sepa con claridad. Sí es evidente que era un hombre con estrechos contactos
con la CIA, incluso antes de su arribo a Estados Unidos, pues se sospecha que ya trabajaba para el FBI cuando pisó suelo norteamericano.

No obstante, esta no fue la única "hazaña" de este connotado terrorista. Después de haberlo retenido durante varios días en el Centro de Detección de
Mc Allen, en Texas, después de su llegada ilegal a Cayo Hueso, el primero de enero de 1959, los funcionarios norteamericanos echaron tierra sobre el
pedido de extradición cubano. Olvidaron tanto el desfalco de los 17 millones de dólares, como la estela de muertos que dejó detrás en la ensangrentada
isla.

Quizás por eso, el cachorro de hiena, envalentonado, se vinculó a la primera organización contrarrevolucionaria creada en territorio norteño, La Rosa
Blanca. Nada fue casual. Este grupo estaba liderado, entre otros, por el ex representante a la Cámara, Rafael Díaz Balart, su antiguo compinche en
Oriente.

En fecha tan temprana como el 28 de marzo de 1959 se descubría en La Habana una conspiración de antiguos masferreristas, complotados para asesinar a
Fidel Castro. En sus confesiones, los implicados vincularon a su antiguo jefe con un hombre del FBI, Frank Sturgis y con oficiales de la CIA.

Similar participación tuvo Masferrer en el intento de invasión a Cuba en junio de 1959 auspiciado por el dictador dominicano Rafael Leonidas
Trujillo, que fue desarticulado por los órganos de inteligencia del Ejército Rebelde.

Este plan, que involucraba a 16 aviones provenientes de Santo Domingo, se suponía que fuera dirigido personalmente por Masferrer, previo visto bueno
de la CIA.

Poco después, en diciembre de 1960, The Miami Herald publicaba que el ya notorio terrorista estaba entrenando militarmente a 23 norteamericanos y
unos 200 emigrados cubanos en un campo paramilitar ubicado en No Name Key, propiedad del multimillonario Howard Hughes. Nada pasó al respecto.

Por eso es lógico suponer que La Coubre fue solo un escalón más en su actividad terrorista. Un "triunfo" que según testigos celebró por todo lo
alto en su residencia de Miami, una "casita" adquirida con los millones robados y sus ganancias ya crecientes por la extorsión de pequeños
comerciantes, los negocios con la prostitución y el siempre fértil campo de recaudar dinero para "derrocar a Castro".

Safaris a Cuba

Octubre suele ser un mes de huracanes y frecuentes tempestades en el Caribe. Hasta un camaronero, de quilla casi plana para navegar entre los arrecifes y
estabilidad a prueba de fuertes vientos, puede vérselas negras en el encrespado mar.

Mareados por el bamboleo, huyéndoles a los guardacostas y locos por tocar tierra, los 27 hombres se apretujaron como pudieron en el Sun Part, y
pusieron proa en el estrecho yatecito a Cuba. Era la madrugada del 4 de octubre de 1960.

A los campesinos que vivían en la costa norte de Oriente, cerca de la Bahía de Navas, les llamó mucho la atención aquellos tipos armados hasta los
dientes, algunos hablando inglés, pero sobre todo sus uniformes de camuflaje, los primeros que veían en su vida. Por eso los bautizaron como
"Los Pintos" y, sospechando que nada bueno viene cuando hay fusiles de por medio, dieron parte al ejército del intento de desembarco.

En el primer tiroteo contra las fuerzas del Ejército Rebelde, un balazo en el cráneo dejó en el suelo a Armentino Feria Pérez, el jefe del grupo, un ex
tigre de Masferrer, célebre por sus crímenes en Santiago de Cuba, Manzanillo y Sagua de Tánamo. Poco más tarde eran capturados la mayoría de los 27
expedicionarios, entre ellos el norteamericano Anthony Zarba.

Una semana después, cercados y sin otra opción que deponer las armas, se rendía el resto del grupo y otros tres norteamericanos: Roberto Otis Fuller,
Allen Dale Thompson y Paul Hughes.

Por vez primera ciudadanos de Estados Unidos, con su actuación, contradecían abiertamente la Neutralyti Act, mediante la cual el país norteño plasmaba su
intención de no dejar organizar ninguna expedición armada contra un país extranjero con el cual no estuviera en guerra declarada.

En el juicio por la Causa 284 seguida en el Tribunal Revolucionario de Santiago de Cuba, que contó con la presencia del cónsul norteamericano en
esa ciudad, Daniel M. Bradock, los expedicionarios reconocieron haber sido entrenados por oficiales de la CIA.

Además, dijeron que habían venido a Cuba, entre otras cosas, porque el propio Masferrer les había asegurado que aquí los esperarían "más de 5 000
alzados", quienes los apoyarían a su llegada para concretar el derrocamiento de la Revolución, lo cual era cuestión de días.

El cuento de los "miles de alzados contra el gobierno", de que "el triunfo es cuestión de días" y tantos otros, parecen haber estado entre los
predilectos de Masferrer. La consigna de "preparar las maletas" ante la cercanía de la "caída" de Fidel, la difundió una y otra vez a través de
Libertad, una copia del odiado periódico que tuvo en Santiago, que siguió publicando en Miami. Allí hizo llamados frecuentes a poner bombas, asesinar
a dirigentes extranjeros, invadir Cuba a sangre y fuego, sin que por eso nunca fuera molestada su "libertad de expresión".

Pocos meses después del fracaso de Los Pintos, también entraba en la bahía de La Habana el yate Aries. A bordo venían seis norteamericanos, que con
toda fanfarria anunciaron su propósito de sumarse a la defensa de Cuba ante la invasión que se planeaba en Estados Unidos. Faltaba poco entonces para
Girón y se veía venir un desembarco mercenario.

El yate llamó mucho la atención de los agentes de Seguridad. Primero, porque se trataba de una embarcación utilizada a mediados de 1959 por prófugos de
la justicia revolucionaria para huir de Cuba. Segundo, porque los seis norteamericanos eran antiguos miembros del ejército de Estados Unidos. Y
tercero, porque viajaban a la isla, incluso después que el Departamento de Estado prohibiera que ciudadanos de ese país lo hicieran, en virtud de su
política de bloqueo.

Por eso, mientras las palmaditas en el hombro y las protestas de amistad de los "internacionalistas" llovían, los agentes registraron minuciosamente el
barco. Un recorte de periódico fue la clave. En él aparecía uno de los "soldados solidarios", retratado con su traje de camuflaje, y una leyenda al
pie donde se afirmaba que venía a luchar contra la Revolución.

-"Me parece que se ha equivocado usted de verbo" -señaló uno de los agentes cubanos al confrontar el reporte con Baker.

-"¿Usted dijo que venía a defender a Cuba o que venía a invadirla?" -le preguntó con toda ironía.

Alford Eugene Gibson, de 31 años, mecánico de aviación, de Carolina del Norte, quien perteneció a la Fuerza Aérea de Estados Unidos; Leonard Louis
Smith, de 21 años, gastronómico de Chicago, quien perteneció al ejército de Estados Unidos; George R. Beck, de 24 años, Massachusetts, el cual trabajaba
en una planta secreta de energía atómica; Tommy L. Baker, de 28 años, de Alabama, había participado como soldado en la guerra de Corea; Donald Joe
Green, de 28 años, de Carolina del Norte, quien también fue piloto en la guerra de Corea, y James R. Beane, de 34 años, Carolina del Norte, tomó
parte en la Segunda Guerra Mundial, develaron ante el Tribunal Revolucionario la increíble aventura que los había traído.

El propio Masferrer, aprovechando la experiencia militar de todos ellos, y pagándole miles de dólares en efectivo, los había entrenado en un campo
militar en Florida. Los embarcó con la promesa de que al llegar a la costa de Pinar del Río encontrarían "más de 5 000 alzados" esperándolos con los
brazos abiertos.

Además, les dijo, el triunfo "era cuestión de días". Después serían héroes. Podrían aspirar a lo que quisieran: grados en el nuevo ejército, concesiones
para el juego en los grandes casinos, negocios de suministros al Estado.

Los mercenarios, confiados en su buena estrella, cargaron con armas, parque, alimentos y uniformes, como si fueran a un safari. El mal tiempo, la falta
de gasolina y el temor a ser descubiertos, les hizo arrojar por la borda todo lo que llevaban.

Temerosos de quedar al pairo y ser atrapados, decidieron carenar en La Habana. Se inventaron una leyenda de "amantes de la Revolución" y
"luchadores por la libertad" y confiados entraron en puerto cubano.

Si todavía hubiera alguna duda de la enfermiza y asesina obsesión de Masferrer, bastaría consultar los archivos secretos desclasificados
recientemente por la Casa Blanca, más de 40 años después del magnicido en Dallas del presidente de Estados Unidos John F. Kennedy.

En estos papeles consta que Masferrer se entrevistó con Kennedy el 4 de febrero de 1961, y le expuso sus planes de una invasión mercenaria. Le
aderezó la exposición con ideas sobre atentados en lugares públicos o asesinatos de las principales figuras de la Revolución, utilizando
explosivos para causar muertes masivas.

El fanatismo de Masferrer fue tan evidente, que Kennedy, algo asustado, pidió un informe sobre este personaje a J. Edgar Hoover, el jefe del FBI. Le
parecía extremadamente peligroso, incluso para utilizarlo contra Cuba.

Pero la intuición le falló al Señor Presidente. El viejo asesino era mucho más osado de lo que supuso. Menos de dos años después de la entrevista,
durante un recorrido presidencial por Dallas, un atentado acababa con la vida de Kennedy. Entre los nombres que se manejaron -durante la
investigación del complot- estaba el de Santos Traficante, el de Masferrer, además del de su antiguo socio y ex senador batistiano, Eladio del Valle.

Chauncey Holt, un mafioso agente CIA, testigo del complot contra Kennedy, reveló en un libro sobre el tema que él estuvo encargado junto a otras
personas de falsificar una serie de documentos. Algunos de estos los utilizó Lee Harvey Oswald, a quien le adjudicaron los disparos contra el Presidente.

Holt, además, reconocía en su texto que dentro de las personas involucradas en la operación estaban Masferrer y Del Valle, cuyo objetivo era buscar
algún nexo entre el magnicidio y los revolucionarios cubanos, para denunciar el hecho como auspiciado por la isla y así provocar una confrontación
militar directa.

Pocos años después, en enero de 1967, el gobierno de Estados Unidos arrestaba a más de 70 personas involucradas en una expedición para invadir
Haití. Se trataba de haitianos, cubanos exiliados y soldados de fortuna, que buscaban apoderarse de la nación caribeña y utilizarla como base de
operaciones contra Cuba. Dentro de los arrestados estaba Rolando Masferrer Rojas.

Las investigaciones, no obstante, revelaron una verdad mucho más escandalosa. La base de todo era una extensa red de tráfico de personas,
montada por Masferrer y otros cómplices para cobrar grandes sumas; embaucaban a los haitianos que querían emigrar hacia el sueño dorado
estadounidense, a los cuales abandonaban en la cayería del Caribe.

El Proyecto Nassau, todo un escándalo para la época, llevó a Masferrer tras las rejas por breve tiempo. Los servicios constantes prestados a la CIA, los
intentos de asesinato a Fidel, y el hecho de ser uno de los contrarrevolucionarios de "línea dura" más connotados, lo hacían un
personaje demasiado valioso en ese momento como para perderlo.

El "ex Tigre" pronto salió de nuevo a la luz pública. La CIA se encargó de tender un velo piadoso sobre sus sucias actividades, o las sospechas de sus
vínculos con el naciente tráfico de drogas. No obstante, su "buena estrella" no duraría mucho. Los expertos contra Cuba ya vislumbraban que se imponía un
cambio de personajes en la desgastada dirigencia de los grupúsculos terroristas de Miami y la fanfarronería de Masferrer empezaba a resultar
molesta.

El tigre de las hienas

- ¿¡Qué coño tú haces metido ahí!?

El grito le corrió a Iggy por toda la rabadilla hasta entumecerle los talones y enredarle la lengua. Las manos soltaron instintivamente el C-4 y
la espoleta, mientras trataba de escurrirse por el otro lado del auto.

Dos buenas patadas por las costillas le sacaron el poco aire que le quedaba y también las esperanzas de "librar". El estómago de Ignacio Novo Sampoll,
el "hermanito" de Guillermo, se le empezó a ablandar y no precisamente por el dolor de los golpes.

Bien lo sabía Novo Sampoll. Meterse con Masferrer era buscarse un balazo en la nuca o desaparecer para siempre en el mangle de los Everglades, los
pantanos de la Florida.

Los guardaespaldas del cabecilla contrarrevolucionario arrastraron a Iggy hasta las oficinas. Allí le siguieron dando puñetazos y patadas de todos los
tipos y colores. Por último, como todavía se resistía a hablar, jugaron con él al "ahogado".

Este viejo método de tortura, aprendido por la gente de Masferrer en los días represivos de Batista, consistía en zambullir la cabeza de la persona
en agua hasta dejarlo a punto de asfixia. Cuando ya era evidente que moriría, lo sacaban para seguirlo interrogando. La táctica era repetida una
y otra vez hasta que la víctima hablaba o moría.

Aunque para "ahogarlo" bien era mejor un gran recipiente de agua, no había ninguno al alcance en ese momento. Por eso utilizaron el baño de la oficina.
Allí Iggy tuvo que saborear el contenido del inodoro donde hacía sus necesidades el propio Masferrer.

Los agentes Scherrer y Carter Cornick, del FBI, quienes investigaron el asesinato del ex canciller chileno Orlando Letelier el 21 de septiembre de
1976 en Washington, en el cual estuvieron involucrados los hermanos Novo Sampoll, afirman que el hecho ocurrió a principios del otoño de 1975.

En esa ocasión, los mastodontes, supuestamente después de arrancarle la confesión a Iggy de quién le había ordenado poner la bomba en el carro de
Masferrer, lo desnudaron y lo tiraron en un callejón, pensando que le habían dado un escarmiento de por vida.

¿A quién delató Ignacio Novo Sampoll durante las horas que duró aquella "experiencia"? ¿De verdad quedó escarmentado? ¿Sería casual que siete años
antes, en junio de 1967, Ignacio y Guillermo hubieran sido sancionados por tenencia de explosivos a dos años de libertad bajo palabra por el
Departamento de Policía de New Jersey? ¿Qué curioso que los Sampoll volaran el carro de Letelier precisamente con C-4 colocado en su carro? ¿No es
demasiada coincidencia que Michael Townley, agente de la Dirección Nacional de Inteligencia chilena (DINA), quien reclutó a los Novo para el atentado de
Letelier, les diera para ejecutarlo explosivo C-4, porque ya "lo habían utilizado antes"? ¿Fue fortuito que los métodos utilizados en ambos
atentados coincidieran? ¿A quién le convenía la muerte de Masferrer?

El ex senador oriental tenía una amplia y variada gama de enemigos. Desde los pequeños comerciantes de Miami constantemente extorsionados, sus
antiguos compinches en el tráfico de haitianos o sus sucios negocios de drogas, hasta "personajes" de la propia contrarrevolución que lo veían como
un estorbo para sus planes, eran muchos los que anhelaban ver su cabeza rodar... o explotar.

Entre esa gente estaban Jorge Más Canosa y Luis Posada Carriles, de cuyo grupo formaban parte desde entonces los hermanos Novo Sampoll. Aunque la
mayoría de los exiliados sabían que las bravatas del ex asesino oriental solo eran una pantalla para sus turbios manejos, las consignas y promesas de
golpes contra Cuba de Masferrer entorpecían los planes de una "contrarrevolución unida".

Además, desde su periódico se oponía a las ideas de integrar a todos los grupúsculos contrarios a la Revolución, y atacaba directamente a las
principales figuras del Comité de Organizaciones Revolucionarias Unidas (CORU), agrupación que protagonizaría monstruosos atentados terroristas como
la voladura en pleno vuelo de un avión civil en Barbados, en 1976.

No había en esta "oposición" ninguna razón de índole política por parte del connotado verdugo. Simplemente no quería perder su pedazo del pastel. Pero
Masferrer había fallado en sus cálculos.

El CORU, por más que intentara demostrar lo contrario, era una criatura de la CIA. Los Novo Sampoll y Posada Carriles también. Incluso, Más Canosa, por
instrucciones de la agencia, utilizaría al CORU para extraer de allí la actual Fundación Nacional Cubano Americana, a la cual están muy vinculados
los Díaz Balart, en especial Lincoln.

Masferrer, el antiguo senador batistiano, el asesino confeso de innumerables crímenes, el hombre complotado contra Kennedy, el enemigo jurado de Fidel y
la Revolución, ya era un estorbo para las hienas de Miami, para su propia camada.

En la mañana del 31 de octubre de 1975, cuando Rolando Masferrer salió de la casa y metió las llaves en el chucho de arranque de su automóvil, un
explosivo C-4 voló en pedazos al Tigre.

NOTAS

1 Entrevista a Moisés Elías Vila Labrada. Grabación en archivo del autor.

2 Entrevista a José López Sánchez. Grabación en archivo del autor.

3 Extracto de la Causa 42 de 1959, en el Archivo de la Seguridad del Estado, delegación del MININT en Santiago de Cuba.

4 Fragmentos de la sentencia de la Causa 42 de 1959, publicada en el periódico Sierra Maestra, el 11 de abril de 1959.

5 En Archivo Histórico del Ministerio de Relaciones Exteriores (MINREX) de Cuba.