Granma Diario
4 de agosto de 2001

Brigadier Henry Reeve: El joven legionario de la libertad

                     PEDRO A. GARCIA Y RAMON BARRERAS

                     A media legua de Yaguaramas —según consignó Máximo Gómez en su parte de guerra—, en un lugar conocido como Cayo Inglés, se hallaban acampados
                     los mambises. El fuego de la avanzada anunció la presencia del enemigo. El Brigadier Henry Reeve (El Inglesito) salió a su encuentro y cargó al frente de su
                     tropa con la impetuosidad que lo distinguía.

                     Las dos fuerzas se enfrascaron en un combate cuerpo a cuerpo. Furioso y con el machete agitado, El Inglesito, sin detenerse por la gravedad de sus heridas,
                     volvía de nuevo al ataque. Ordenó la retirada, que cubrió temerariamente con solo 15 de los suyos. Su caballo cayó muerto. Cuando su ayudante le ofreció
                     otra cabalgadura, le conminó: "Retírese, que lo van a matar".

                     Otro balazo le impactó en el hombro. Machete en la diestra, revólver en la zurda, seguía luchando. Solía contar el coronel mambí Rosendo García, testigo
                     de los hechos, que al quedarle solo una bala, "se aplicó el revólver en la sien derecha". Era el 4 de agosto de 1876. Henry Reeve tenía 26 años, 7 de ellos al
                     servicio del Ejército Libertador. Había participado en más de 400 acciones.

                     EL INGLESITO

                     Según señalaban los documento mambises de la época, El Inglesito había nacido en Brooklyn, Nueva York, el 4 de abril de 1850. El cronista mambí Manuel
                     de la Cruz afirmaba que "era alto, delgado, musculoso, el cabello rubio y el cutis salpicado de pecas"; en contradicción con el historiador cienfueguero
                     Enrique Edo que lo describía "de estatura baja, lampiño, de cutis muy blanco".

                     Otra descripción, aparecida en el periódico La Verdad (19 de agosto de 1896), señalaba que "era bajito, delgado, blanco, rubio, con un bigote fino (...), los
                     pómulos salientes, más bien feo que bien parecido." En sus últimos tiempos solía vestir "de saco y chaleco blancos, botines y polainas, llevaba un buen
                     reloj y una faja en la cintura".

                     El coronel mambí Fernando Figueredo lo calificaba de "heroico en el combate, de fácil percepción, astuto, enérgico y de orden", el general norteño Thomas
                     Jordan, de alguien "más valiente que Julio César". Un enemigo, el historiador español Antonio Pirala, le reconocía sagacidad y valor frío: "El franco arrojo
                     y la grandeza de la audacia (...) hacían de Reeve un partidario excepcional".

                     Una vez, un joven le solicitó a Ignacio Agramonte que lo asignara al lugar más peligroso de su caballería. "Marche usted al lado del (entonces) comandante
                    Reeve", replicó el jefe mambí.

                     El Mayor rara vez le llamaba así, sino Enrique el americano y así le llamaron cariñosamente los camagüeyanos, según Fernando Figueredo. Otros preferían
                     decirle El Inglesito, y así fue conocido en toda Cuba.

                     UN MAMBI NEOYORQUINO

                     Cuentan sus biógrafos que Reeve combatió muy joven en las filas antiesclavistas durante la Guerra de Secesión. En 1868, al conocer del alzamiento de La
                     Demajagua, acudió a presentarse en la Junta Cubana de Nueva York. Le preguntaron el motivo de su interés por Cuba: "Porque ustedes son patriotas". "¿Y
                     usted, de dónde es?", alguien inquirió. "De allí donde se muere", replicó.

                     Se alistó en la expedición del buque Perrit y según ciertas fuentes, llegó a la Isla el 4 de mayo de 1869. Días después, en el combate de Las Calabazas, cayó
                     prisionero de los españoles. Como era usual en las tropas colonialistas, lo enfrentaron a un pelotón de fusilamiento.

                     Narraba Fernando Figueredo: "Las 4 balas que le asestaron a este, de las que dos debieron despedazarle el cráneo y dos atravesarle el pecho, no hicieron sino
                     herirlo levemente en la cabeza, dejándolo sin conocimiento, entre los cadáveres de sus infortunados compañeros. La noche refrescó sus heridas, el joven
                     volvió en sí y a la ventura, un extranjero en tierra extranjera".

                     Sangrando aún, dos días estuvo perdido en la manigua hasta que otros mambises lo encontraron. Luego pasó al Camagüey, donde al decir de Fernando
                     Figueredo, "sería prolijo enumerar los brillantes servicios que en sus primeros pasos como soldado, clase y oficial prestó". Ya en 1870 ostentaba los
                     grados de capitán.

                     Al año siguiente, bajo el mando de Agramonte, protagonizó hazañas en Hato Potrero, La Entrada, El Mulato y La Redonda. Fue uno de los 35 jinetes
                     escogidos por el Mayor para el histórico rescate del general Sanguily.

                     CON GOMEZ EN LA MANIGUA

                     Ya bajo las órdenes de Máximo Gómez, quien asumió el mando en el Camagüey tras la caída en combate de Agramonte, combatió en Santa Cruz del Sur al
                     frente de la tropa de asalto. Parco en elogios, el dominicano consignaría: "Se debe hacer especial mención del coronel Reeve, que se  lanzó a caballo sobre
                     la boca de un cañón".

                     El coronel mambí Ramón Roa ha testimoniado: "Un artillero español le disparó (a Reeve) su carabina a quemarropa, hiriéndolo gravemente, lo cual no
                     impidió que, herido y todo, dirigiera una carga sobre un grupo enemigo que se echaron mar adentro, en demanda de unos botes". La herida le inutilizó
                     la pierna derecha para siempre y lo envió al hospital por el resto de 1873 y parte de 1874. Convaleciente, recibió las estrellas de brigadier.

                     Asumió el mando de Camagüey una vez restablecido (Gómez planeaba ya la invasión a Las Villas) y junto con este y Maceo, macheteó en Camujiru. El
                     dominicano apuntaría: "Reeve es un carácter puramente militar, une a un valor probado, una rectitud y seriedad poco comunes en su modo de mando. De ahí
                     que sus soldados a la vez de un respeto profundo le quieren como un padre".

                     Cruzó a Las Villas a fines de 1875 y le nombraron jefe de la vanguardia mambisa. Antes había escrito a Gómez: "A mí no me importa la posición. Yo
                     dejaría lo que tengo por cualquier fuerza que vaya a la vanguardia". Y a Vicente García, que estaba dispuesto "a donde quiera que me arroje la ola
                     revolucionaria".

                     Llevó la Revolución hasta Matanzas, incluso hasta las cercanías de La Habana. Atacó a más de 50 ingenios. Ocupó numerosos poblados. Aparecía y
                     desaparecía para pavor de los españoles. Pasó a ser un héroe legendario, símbolo de la libertad y la independencia.

                     Tras su caída en combate, un grupo de patriotas cubanos escribirían a la madre de El Inglesito: "Movido de sus generosos impulsos, pisó estas playas, joven
                     y fogoso legionario de la libertad, sin más títulos que su ardoroso entusiasmo y su firmísima resolución de luchar por la independencia de Cuba, a la que
                     desde entonces adoptó y amó como su Patria".

                     Hoy, a 125 años de que Henry Reeve, El Inglesito, perdiera la vida luchando por la independencia de Cuba en un enfrentamiento con el enemigo cerca del
                     poblado de Yaguaramas, en la provincia cienfueguera, se efectuará precisamente la Tribuna Abierta de la Revolución también como homenaje a este
                     internacionalista revolucionario que no quiso guardar su espada mientras hubiera un pueblo sin libertad, como, bajo su ejemplo, hicieran otros cubanos en
                     distintas épocas en otras partes del mundo.