El Nuevo Herald
11 de septiembre de 1998
 

 Recuerdo del golpe aún divide a Chile

 JONATHAN GELB
 Especial para De El Nuevo Herald

 Santiago, Chile -- Laura Manett, ama de casa chilena, recuerda el
 aspecto de Santiago hace exactamente 25 años.

 ``Aquella semana vi cosas terribles. Atravesando el río Mapocho con mi
 padre vi cadáveres en el agua'', dijo. ``Estaban acribillados a balazos.
 Parecían de jóvenes''.

 Manett recordaba el violento golpe de estado que estremeció las bases
 de este país.

 El golpe del 11 de septiembre interrumpió más de 100 años de gobierno
 democrático. El presidente Salvador Allende, que fue electo por
 votación popular en 1970, resultó muerto en medio del humo y los
 disparos en el palacio de La Moneda. Un oficial relativamente
 desconocido que Allende había nombrado un mes antes para encabezar
 las Fuerzas Armadas, el general Augusto Pinochet, tomó las riendas del
 poder.

 Veinticinco años más tarde, los chilenos están divididos sobre el
 significado del golpe. Muchos dicen que terminó con una pesadilla
 socialista de inflación y escasez e introdujo una economía moderna que
 ha hecho de Chile uno de los países más desarrollados de América
 Latina. Otros dicen que los halcones norteamericanos de la Guerra Fría
 conspiraron con los vengativos militares chilenos para matar a miles de
 izquierdistas y detener la propagación del socialismo. Estos temas afloran
 todos los 11 de septiembre, un día feriado, cuando los manifestantes
 chocan contra la policía.

 Para muchos, el día es una recordación de Salvador Allende. ``Allende
 fue un verdadero servidor público'', afirmó Manuel Cortés, que fue
 chofer y guardaespaldas de Allende. ``Estaba en contacto con la realidad
 chilena y con la realidad de América Latina''.

 Cortés responsabiliza al gobierno de Estados Unidos por conspirar con
 los derechistas chilenos para derrocar al gobierno de Allende, la Unidad
 Popular (UP). El ex conductor de Allende señala que la CIA dio dinero
 a los periódicos y partidos opositores de Allende, y recuerda la
 presencia naval norteamericana en la ciudad portuaria de Valparaíso
 durante el golpe. El gobierno de Nixon gastó unos $8 millones entre
 1970 y 1973 en operaciones encubiertas para desestabilizar a la Unidad
 Popular. La CIA dio dinero a El Mercurio, el principal periódico de
 Chile, para que publicara artículos sobre actividades terroristas y de
 escasez de alimentos.

 Sin embargo, mucho chilenos recibieron el golpe con júbilo.
 Especialmente las mujeres, muchas de la cuales se quejaban de las largas
 colas para la leche, la harina y el azúcar durante el gobierno de Allende.
 Ellas saludaron alborozadas al general Pinochet.

 ``Para mí el golpe fue positivo'', dijo José Sepúlveda, un administrador
 de fondos mutuales. ``Estábamos en un período crítico y el ejército tuvo
 que actuar para librarnos de un gobierno socialista que en aquella época
 lo estaba haciendo realmente mal''.

 En particular, los empresarios privados rechazan un gobierno socialista
 que nacionalizó la industria cuprífera de Chile y presionó por una reforma
 agraria.

 Como muchos chilenos, sin embargo, Sepúlveda pensó que los militares
 entregarían el poder a un gobierno civil al poco tiempo.

 ``Estoy de acuerdo en que hubo muchas muertes innecesarias'', dijo. En
 conjunto, murieron más de 2,000 chilenos durante el régimen militar que
 se prolongó hasta 1989.

 El Estadio Nacional, que hoy se utiliza para juegos de fútbol y
 conciertos, fue el escenario donde se cometieron más abusos de
 derechos humanos. Unas 7,000 personas fueron llevadas allí y algunas
 fueron torturadas en campamentos improvisados o en las taquillas. El
 guitarrista Víctor Jara estuvo entre los asesinados en el Estadio Nacional

 Los abusos durante y después del golpe siguen siendo una fuente de
 división entre los chilenos.

 ``Queremos justicia para los que fueron torturados y muertos'', dijo
 Marina Guzmán. Actualmente está haciendo campaña para ubicar a un
 amigo que desapareció hace 22 años en Villa Grimaldi, un centro de
 torturas. Cuando fue a preguntar por su amigo, ``me dijeron que a menos
 que los militares quisieran hacer algún comentario, no había respuesta''.

 Otros intentos para ubicar a chilenos desaparecidos, especialmente los
 del Estadio Nacional, han sido bloqueados por la ley de amnistía de
 1978 que protege a los militares contra el procesamiento judicial por
 abusos de derechos humanos. Pinochet dijo a la prensa local la semana
 pasada que no tenía información de desaparecidos.

 En un esfuerzo por superar las divisiones sobre derechos humanos y
 otros temas, recientemente el Congreso decidió que este año fuera el
 último feriado del 11 de septiembre.

 A partir del próximo año, Chile celebrará en su lugar el Día de la Unidad
 Nacional. La decisión del Congreso fue el resultado de un acuerdo entre
 Pinochet y el presidente del Senado Andrés Zaldívar. Algunos chilenos
 manifestaron escepticismo ante la participación de Pinochet en las
 negociaciones.

 ``Negoció un nuevo día feriado porque sabía que el cambio se iba a
 producir de todas maneras'', dijo Cortés. ``Cuando se trata de lo que
 sucedió en 1973, todavía hay dos mundos aparte''.

 Por ahora, el golpe sigue dividiendo a los chilenos que luchan con el
 legado de la Unidad Popular, el golpe y el gobierno militar.

 ``Cada vez que hay una guerra de ideas, como la que hubo en 1973, la
 familia y los amigos se dividen'', dijo una mujer chilena. ``No creo que
 haya una familia chilena que no haya tomado partido. Y la gente lo sigue
 tomando''.