El Nuevo Herald
1 de enero de 2002

Silencio mortal sobre grupo anticastrista

 WILFREDO CANCIO ISLA
 El Nuevo Herald

 Luego de haber sido dejados a principios de junio de 1963 muy cerca de las costas de Baracoa, en el sur de la zona oriental de la Cuba, el grupo de 10 expedicionarios
 que integraban la Operación Cruz Roja contra el gobierno de Fidel Castro desapareció para siempre, y un hombre que dijo a la viuda de uno de los desaparecidos que su
 esposo había sido víctima de ``una trampa'' de la CIA murió baleado en un bar de San Juan pocos días después de haber hablado con ella.

 Hoy Laudelina Socorro dice que ha llegado el momento de saber qué sucedió realmente.

 ``No quiero morirme sin saber toda la verdad'', expresó Socorro, de 75 años, en su apartamento en Miami Lakes. ``Esos hombres se jugaron la vida en una misión por la
 libertad de Cuba y no es justo que prevalezca el silencio. Es algo que no me deja vivir en paz conmigo misma y quiero justicia'', agregó sollozando.

 Los expedicionarios eran Tomás Vaquero, Luis Jiménez, Denys Regal, Rolando Martínez, René Lamoru, Francisco Hernández, Luis Cantín, Alfredo Mir, Ernesto Dueñas y el esposo de Socorro, Eduardo Pérez González, conocido por Bayo.

 Bayo, nacido en Santiago de Cuba de padres puertorriqueños, había luchado con grados de capitán bajo el mando de Raúl Castro en el III Frente Oriental Frank País,
 pero en los primeros días del triunfo revolucionario fue acusado de traición y encarcelado en La Habana.

 Liberado por gestiones de sus ex colegas en los altos mandos del Ejército Rebelde, Bayo llegó a Estados Unidos el 18 de diciembre de 1959 e inmediatamente se
 enroló en los grupos anticastristas del exilio. Desde 1960 participó en los viajes para infiltrar comandos dentro de la isla y se integró a los preparativos de la invasión de
 Bahía de Cochinos, aunque a última hora no figuró en las tropas de desembarco.

 ``[Bayo] me dejó $35 y me aseguró que estaría de vuelta en una semana'', indicó Socorro. ``Me quedé desamparada, con una niña de cinco años, y tuve que empeñar
 mis anillos de matrimonio para pagar la renta del apartamento''.

 En octubre de 1963, Socorro pudo encontrarse personalmente con William D. Pawley, el magnate norteamericano estrechamente vinculado a la Agencia Central de
 Inteligencia (CIA), cuyo yate había llevado a los expedicionarios hasta las proximidades de la costa sur de Baracoa.

 ``Poco tiempo después me mandó a decir con [John] Martino que amigos suyos en la CIA le habían confirmado que el grupo fue víctima de una equivocación, y que los
 habían hundido los propios americanos pensando que eran hombres de Castro'', revela Socorro.

 Pero Pawley nunca hizo pública semejante versión antes de suicidarse. Matino, que había sido el intermediario entre el magnate y el grupo de Bayo, falleció en 1975. La
 CIA no proporciona información sobre estas operaciones.

 Poco después de que su esposo desapareciera, Socorro empezó a recibir mensajes anónimos amenazándole de que algo le sucedería si hablaba, y no tardó en
 mudarse a Los Angeles en 1965. Hasta allí fue a visitarla ese mismo año el exiliado cubano Hipólito Martínez, alias Polito, quien residía en Puerto Rico y había sido
 amigo de Bayo desde los años del Ejército Rebelde.

 ``Polito viajó para contarme que un antiguo colaborador de la CIA le confirmó que al grupo de Bayo no lo mataron en Cuba, sino que los habían hundido intencionalmente cuando trataban de regresar al yate en medio de un mal tiempo'', rememoró Socorro.

 Según ella, Polito le explicó que ``había sido una trampa''. En correspondencia con esa versión, los expedicionarios pidieron auxilio, pero fueron acribillados con ráfagas
 de ametralladora por los mismos tripulantes del yate.

 Polito suponía que el hombre era el capitán del yate de Pawley y prometió a Socorro localizarlo a su regreso a Puerto Rico. Pero dos semanas después, ella supo que a
 Polito lo habían matado a balazos en el bar que frecuentaba en San Juan.

 Una investigación publicada en 1975 por la revista Soldier of Fortune, dejó abierta la posibilidad de que la expedición fue planeada por oficiales ``de segunda línea'' en la
 CIA, e incluso sugirió que Kennedy conocía de los preparativos del complot.

 A principios de los años 60, el gobierno de Estados Unidos había considerado organizar autoagresiones que pudieran servir de pretexto para emprender acciones contra
 Castro, entre ellas hacer explotar una embarcación norteamericana en la Bahía de Guantánamo, según documentos recientemente desclasificados por Washington.

 Algunos de ellos, publicados el año pasado en el libro Body of Secrets, de James Bamford, confirman que funcionarios de alto nivel del gobierno de Kennedy
 contemplaron hacer explotar una embarcación estadounidense en la Bahía de Guantánamo, fingir algunas muertes y culpar del hecho a las fuerzas de Castro. El suceso
 debía usarse para desencadenar acciones contra el régimen cubano.

 Entre los documentos desclasificados figura un memorando de marzo de 1962, en el cual un funcionario anónimo del Pentágono trazó ``una serie de incidentes bien
 coordinados (...) que ocurrirían dentro y alrededor de Guantánamo para dar la apariencia genuina de haber sido realizadas por fuerzas hostiles cubanas''.

 En una carta enviada en 1962 por el jefe de las Fuerzas Armadas, Lyman Lemnitzer, al entonces secretario de Defensa, Robert McNamara, se menciona al memorando
 como ``una medida preliminar susceptible de convertirse en plan'' de acción.

 ``Este es un pasaje muy oscuro de la guerra secreta contra Castro, y todo apunta a que [la Operación Cruz Roja] fue un embarque que propició la CIA'', afirmó el activista Andrés Nazario Sargen, director del grupo Alpha 66 y quien recuerda a Bayo como ``un hombre muy valiente y decidido''.

 ``Hubo algo sucio en todo esto'', agregó Nazario.

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