Granma Diario
8 de Julio de 2005

El agente del FBI que sabía de los atentados de La Habana…

GEORGE KISZYNSKI (II)

• En una entrevista al New York Times, Luis Posada Carriles indicó que el
oficial Kiszynski era “un muy buen amigo” y consideró que no se investigó el
caso por las buenas relaciones que mantenían

POR JEAN-GUY ALLARD —especial para Granma Internacional—

EL 7 de febrero de 1992, el oficial especial, George Kiszynski, del FBI,
después de interrogar a Luis Posada Carriles durante varias horas en la
Embajada norteamericana de Honduras, dejó en libertad al terrorista
internacional a pesar de saber que estaba fichado como terrorista prófugo de
la justicia venezolana.

Y que era evidente, con sus antecedentes, que de nuevo iba a tratar de atentar
contra la vida del Jefe de la Revolución Cubana, lo que hizo luego en
Venezuela, República Dominicana y Panamá.

Granma Internacional revelaba en una edición reciente cómo el mismo Kiszynski
había “olvidado” su maletín, en 1979, con unos terroristas de la CORU que
acababa de “interrogar”. El maletín contenía un informe secreto de la Policía
de Miami sobre ese mismo grupo criminal.

Kiszynski fue también quien comunicó al sulfuroso coronel Oliver North,
colaborador de George Bush padre, un documento del FBI que, por su naturaleza,
no debía llegar hasta sus manos. El informe explicaba de manera detallada cada
elemento de una investigación que había realizado la Policía de Miami sobre
los Contras y el tráfico de droga. Tráfico en el cual participaba activamente
Luis Posada Carriles.

Así que uno se pregunta por qué, en 1992, se designó precisamente a George
Kiszynski para asistir a la Oficina del Fiscal Independiente que investigaba
el asunto Irán-Contras y que, necesariamente, tenía que analizar el papel
jugado por Posada en la operación.

SABIA DE LOS ATENTADOS DE LA HABANA

Pero quedan otras anécdotas muy sorprendentes acerca de ese agente demasiado
especial.

En 1997, el ingeniero guatemalteco Antonio Jorge Alvarez (Tony), quien
manejaba las actividades de la firma WRB Enterprises en Guatemala, estuvo en
contacto con Posada Carriles y otros terroristas de origen cubano y se enteró
de que se preparaba un atentado contra el presidente cubano Fidel Castro para
la Cumbre Iberoamericana que iba tener lugar en isla Margarita, Venezuela.

Posada y esas personas que entonces trabajaban en su fábrica, también
preparaban los atentados con bombas contra hoteles dentro de la Isla.

Alvarez, quien reside ahora en Greenville, Carolina del Sur, informó a los
Servicios de Inteligencia de Guatemala y al FBI.

Señaló que había visto cómo Posada entregaba “mucho dinero” a sus cómplices
para que compraran detonadores y relojes para la fabricación de artefactos
dinamiteros y que había observado en su posesión explosivos plásticos.

Según declaraciones que hizo Alvarez al The New York Times y que fueron
publicadas, el domingo 12 de julio de 1998, el FBI fue “sorprendentemente
indiferente”. El diario confirmó que un agente se puso en contacto desde Miami
con Alvarez, pero que nunca el FBI ni la Agencia Central de Inteligencia (CIA)
le interrogaron sobre la información que decía tener.

“Me dijo (el agente) que mi vida estaba en peligro, que era gente muy
peligrosa y que abandonara a Guatemala. Nunca volví a saber nada de ellos”,
declaró Alvarez al diario. “He arriesgado mi negocio y mi vida, y ellos no
hicieron nada”.

Justo antes de la Cumbre de Margarita, la Guardia Costera de Estados Unidos
detuvo en Puerto Rico una embarcación con cuatro hombres, y el jefe del grupo,
Angel Alfonso Alemán, de Union City, declaró espontáneamente y ante muchos
testigos que tenían la “misión” de matar a Fidel.

El yate, La Esperanza, era propiedad de José Antonio Llama, director de la
Fundación Nacional Cubano-Americana, y una de las potentes armas, un fusil de
mira telescópica, calibre .50, marca Barret, estaba registrada a nombre del
presidente de esa organización, Francisco “Pepe” Hernández.

The New York Times escribió que si el FBI hubiera entrevistado al empresario
Alvarez, hubiese conocido cómo Posada planeaba los atentados de La Habana.

En una entrevista al Times, Luis Posada Carriles identificó al agente del FBI
que llamó a Alvarez. Dijo que se trataba de “Jorge Kiszinski” —versión
hispanizada de George Kiszynski.

Indicó que era “un muy buen amigo”, al que conoce desde hace tiempo, y
consideró que no se investigó el caso por esas buenas relaciones que
mantenían. Posada sabía incluso que Kiszynski pensaba en jubilarse en esa
fecha.

Los sospechosos de La Esperanza fueron todos absueltos gracias a otra
investigación chapuceada, obra de un colega de Kiszynski, el agente especial,
Héctor Pesquera.

Finalmente, Kiszynski reaparecerá el 26 de marzo del 2001 como testigo en la
causa de Los Cinco cubanos acusados de “espionaje” por haber infiltrado estos
mismos grupos terroristas de Miami que él pretende investigar. La Defensa lo
convoca después de haber sabido, de parte del FBI, que investigó la presencia
en Miami de dos barcos sospechosos.

Con múltiples intervenciones de la Fiscalía, visiblemente ansiosa de
protegerlo al máximo, terminó por contar que después de recibir una
información de “una fuente muy confiable” investigó, en julio de 1998, dos
barcos anclados en una marina de Miami, “frente al Joe’s Seafood”. Una de
estas embarcaciones era una nave de pesca, el Flavio 1, de 30 pies, que su
dueño estaba aparentemente preparando para una operación terrorista contra
Cuba. Al bote se le cambiaba el motor y se le ponía un tanque de combustible
de gran tamaño.

Kiszynski añadió que, en una operación que realizó, se buscó explosivos o
armas y no se encontró nada. Luego fue a interrogar al dueño sin más
resultado, un tal Enrique Bassas, quien, admitió, lo conocía de antemano.

Lo que no precisó el Special Agent del FBI es que Bassas es uno de los
individuos que se reunieron con Luis Posada Carriles, precisamente en julio de
1998, entre el 19 y el 21 —a unas semanas del arresto de Los Cinco— en el
Hotel Holiday Inn, de Ciudad de Guatemala, para preparar un plan de atentado
contra el Presidente cubano, quien iba a participar en la Cumbre de Jefes de
Estado del Caribe, en Santo Domingo.

Tampoco precisó que Bassas conoció a Posada en la provincia cubana de
Cienfuegos, donde ambos nacieron, ya que fue miembro del Ejército Secreto
Cubano del connotado terrorista Sixto Reynaldo Aquit Manrique.

En el juicio de Los Cinco, después del interrogatorio de Kiskynski por la
Defensa, la Fiscalía se desvirtuó en repetir que “fuentes” así
reportan “rumores” que en muchos casos no tienen fundamento, reduciendo el
testimonio de su protegido a una presencia simbólica.

¿Por qué tanta preocupación? Porque Kiszynski tiene en su closet, de manera
evidente, unos cuantos cadáveres.

LLEGA CON LA ERA BUSH

Según lo que cuenta, Kiszynski se suma al FBI a principios de los años 70 y de
inmediato se le asigna investigar el terrorismo cubanoamericano. Cuando George
Bush padre, ex operativo de la CIA, llega a ser jefe de la Inteligencia
norteamericana, ya está bien instalado en este sector caliente donde son
numerosos los socios del nuevo jefe. Luego, el padre del actual Presidente se
apoderará, en la vicepresidencia y la presidencia, de un control jamás visto
hasta ese momento sobre las acciones encubiertas desarrolladas por Washington
y de cada agencia vinculada a la prohibición de drogas.

Casualidad, Kiszynski abandona el sector del terrorismo contra Cuba en 1986
cuando se derrumba Ilopango. Luego se va de “agregado legal” en la Embajada de
Roma, desde 1993 a 1997. Casualidad también, regresa y se reincorpora al
sector del terror cuando Posada prepara las operaciones de isla Margarita y La
Habana.

¿Para quién trabaja Kiszynski? ¿Quién se esconde detrás de sus actividades? ¿A
quién mantuvo informado? ¿Qué intereses representa? Y, más aún, ¿quién en la
prensa “libre” de EE.UU. tendrá el valor de investigar en el terreno, el caso
de este agente demasiado “especial”?