El quinto elemento

ALINA MARTÍNEZ TRIAY Y FELIPA SUÁREZ RAMOS

  Dos hombres son secuestrados en plena calle, sometidos a crueles torturas hasta ocasionarles la muerte, y sus cadáveres enterrados secretamente en un cementerio. Poco tiempo después, para eliminar toda evidencia de lo ocurrido, sus cuerpos fueron sacados de allí y fundidos en los cimientos de un edificio.
No se trata del argumento de un filme de violencia ni de un ajuste de cuentas entre grupos gangsteriles, sino del asesinato de dos custodios de la embajada cubana en Argentina a manos de elementos terroristas de origen cubano que, amparados por la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos, se empeñaron a finales de la década del 70 en un ambicioso programa de sabotajes y actos terroristas contra Cuba, al que denominaron pretenciosamente "La guerra por los caminos del mundo".

Los detalles del crimen cometido contra Crescencio Galañena Hernández y Jesús Cejas Arias fueron conocidos por el agente cubano de la Seguridad del Estado, Pedro Escalona Coruya, a través del jactancioso relato de quien no tuvo reparos en reconocer su participación, Gaspar Jiménez Escobedo.

Hoy este "hombre duro" de la Fundación Nacional Cubano Americana, comparte prisión con sus compinches Luis Posada Carriles, Guillermo Novo Sampoll y Pedro Remón Rodríguez. Pero todavía se pasea libremente por Miami alguien que para el agente cubano es el "cerebro" en que la derecha estadounidense y la CIA se apoyan para la ejecución de sus planes terroristas contra nuestro país: Orlando Bosch Ávila. Él es el quinto elemento que falta en Panamá.

Muy cerca del pediatra asesino

Escalona Coruya tuvo a su favor, en el cumplimiento de su misión, haber nacido en Estados Unidos cuando su padre, fundador del Movimiento Revolucionario 26 de Julio, estuvo exiliado en ese país. Después del triunfo revolucionario viajó con la familia a Cuba y en 1980 abandonó el país rumbo a Norteamérica. Tenía entonces 22 años.

Me vinculé a las organizaciones terroristas a través de Ernesto Avignón, Tato, un amigo de Orlando Bosch que se relacionó estrechamente con él durante el proceso que se le siguió en Caracas por su responsabilidad en la voladura, en Barbados, de una nave de Cubana de Aviación con 73 personas a bordo. Vieron en mí a un hombre joven, con ciudadanía norteamericana al que podían utilizar.

"Tato empezó a introducirme en el círculo de estas personas y ahí conozco a Gaspar Jiménez Escobedo, a quien posteriormente quedé subordinado, que era amigo personal y ayudante de Alberto Hernández, uno de los vicepresidentes de la Fundación; y comencé a relacionarme también con Adriana Delgado Sepúlveda, esposa de Bosch, que posteriormente me facilitó visitarlo en su prisión de Venezuela. Las relaciones que llegué a establecer con la familia fueron tan estrechas, que Bosch llegó a encargarme la atención de sus hijos."

Mucha ecuanimidad debió acopiar el joven agente infiltrado para soportar el relato de las "hazañas" terroristas.

Jiménez Escobedo y Héctor Alfonso Ruiz, Fabián, hicieron en su presencia la historia de cómo se preparó el sabotaje del avión, y afirmaron que Ricardo Morales Navarrete, conocido como El Mono, había llevado el explosivo, que Posada Carriles lo había preparado, y Hernán Ricardo Y Freddy Lugo lo hicieron estallar.

En otras conversaciones como esta, donde los terroristas pugnaban entre sí para sobresalir por las acciones criminales realizadas, se enteró del secuestro de Artañán Díaz, técnico del Instituto Nacional de la Pesca, en un intento por secuestrar al cónsul cubano en Mérida, hecho por el que Jiménez Escobedo fue detenido; y de la desaparición de los dos custodios de la embajada argentina, a quienes pretendieron sacarle información para capturar a nuestro embajador en esa nación sudamericana, que era entonces el compañero Emilio Aragonés. Se jactaban también de los destrozos causados por la bomba colocada en las oficinas de Cubana de Aviación en Panamá y del boquete que había dejado en la calle la que colocaron en un auto de la embajada cubana en México, entre otras.

"Desde la prisión, Bosch siguió siendo el jefe, organizaba las acciones por teléfono, a través de la misma Adriana o de otras personas que lo visitaban.

Resultaba paradójico que un hombre de profesión pediatra fuese capaz de arrancarle la vida a cualquier ser humano, como si nada."

Pleitos, sobornos y chanchullos

Cuando el autor intelectual del crimen de Barbados estuvo preso en Venezuela, el joven agente de la Seguridad cubana se convirtió en una especie de mensajero entre el jefe de la FNCA, Jorge Mas Canosa, Bosch y el abogado que logró mediante soborno su absolución.

"Viajé a Venezuela en tres oportunidades: en 1984, 1985 y 1987.

Llegué en un momento en que Posada Carriles quería ‘sonar’ a Hernán Ricardo y a Freddy Lugo porque se habían puesto a hablar, y eso a Posada no le gustó, porque el objetivo era salir absueltos del juicio. Los problemas entre ellos llegaron a tal punto que hubo hasta amenazas de muerte, y los habían separado por ese motivo.

"En la primera visita Bosch no me recibió, pero después Adriana le dijo que yo era un muchacho joven y despierto, que me necesitaban, y aceptó verme. Varias veces me enviaron con dinero para el abogado de él, que era Leandro Mora. La fuga de la prisión se organizó para el 18 de agosto como regalo de cumpleaños de Mas Canosa a Bosch, pero este decidió no irse, sino salir libre de culpas del juicio, y sólo se fugó Posada. Cuando ya iban a liberar a Bosch, porque estaba todo ‘cocinado’, el abogado pidió 150 mil dólares para pagar a jueces, buscar pasaporte, costear su estancia en la vivienda donde se iba a instalar al salir de la cárcel, que era la casa que tenía el propio Mora en la playa de Maiquetía, en la cual Jiménez Escobedo montó un dispositivo de seguridad, entre otros gastos.

"Le llevé 75 mil a Mora y quedaron en enviarle el resto después que Bosch dejase la prisión. Este permaneció casi seis meses en Venezuela, libre, mientras se hacían gestiones en 22 países para que lo recibieran, pero nadie lo quería.

Solicitó visa en la embajada norteamericana y se la negaron, entonces decidió entrar clandestinamente en Estados Unidos con pasaporte venezolano. Al llegar a Miami declaró que era cubano y por la Ley de Ajuste, como había pisado tierra de ese país, no lo podían devolver. No obstante lo metieron preso. A todas estas no le habían pagado a Mora, quien llamó a Adriana por teléfono amenazándola con que, si no depositaban en 72 horas el dinero, iba a hablar. Finalmente se lo entregaron.

"De forma paralela se había organizado un telemaratón destinado a recaudar fondos para pagarle a los abogados de Bosch, lo que era falso porque el dinero ya estaba. De lo que se trataba era, sencillamente, de recuperar lo gastado. Todos esos telemaratones eran una pantalla para que Adriana pudiera pagar sus tarjetas de crédito, mantener su tremendo tren de vida y ayudar a su familia en Chile, ya que ella era sobrina de un oficial de Pinochet caído en desgracia, aunque hay que decir que toda esta gente era apoyada económicamente por la Fundación."

Cinismo y amenazas

"Al llegar al aeropuerto de Miami, a Bosch le plantean que lo van a mandar de regreso a Venezuela, y cuando pasa por delante de Adriana le dice: ‘Búscate uno, dos, tres, cuatro abogados, porque estos HP me quieren deportar y, si lo hacen, yo voy a hablar todo lo que sé del sabotaje del avión de Cubana y que nosotros pusimos la bomba’. Ella le responde: ‘Orlando, cállate la boca, no hables de eso’, y la respuesta de él fue que no se preocupara porque ya había sido absuelto en el juicio de Caracas.
Yo lo escuché y allí se enteró de la verdad el hijo de Bosch, al que hasta entonces le habían dicho que su padre era inocente."

Escalona Coruya recuerda que en ese momento se comenzó a poner en marcha una maquinaria muy similar a la que se pretende echar a andar hoy en Panamá, para poner en libertad a los cuatro terroristas presos: Bosch orienta realizar llamadas a edificios de inmigración, de justicia y otros con la amenaza de que iban a poner bombas, y echó a rodar la versión de que iba a dar a conocer una carta donde relataba todo lo relacionado con el avión de Barbados, la cual estaba en poder de un periodista llamado Agustín Tamargo o de Pedro Corzo, secretario de Bosch desde Venezuela, cuyo padre había sido, en Cuba, coronel del Buró de Represión de Actividades Comunistas (BRAC). En su casa, Bosch tenía guardados todos los documentos del juicio, reunidos bajo el título de "Libro Negro de Venezuela", como si se hubiese tratado de un proceso injusto.
La Fundación comenzó a presionar al gobierno de Estados Unidos a través de sus relaciones y a cabildear; pagó abogados, entre ellos un nieto del ex dictador Fulgencio Batista. Las gestiones llegaron hasta el más alto nivel. "Curiosamente -rememora el agente cubano- en esos días se difundió una carta por radio donde Bosch llamaba a la cordura a todas las organizaciones del exilio, como queriendo aparentar que estaban promoviendo acciones para apoyar su libertad, cuando había sido él mismo quien formó el lío. Finalmente salió a la calle en 1989".

Esclavos de la fundación "monetario" americana

"Lo que pude constatar es que a cada uno de estos individuos no los movía ninguna motivación política, sino el dinero; se han escudado siempre en el calificativo de anticastristas, cuando en realidad son asesinos.

"Todos los elementos terroristas que estaban sueltos fueron a la Fundación como las abejas a la miel, atraídos precisamente por el signo del dólar. El propio Gaspar Jiménez Escobedo le comenzó a sacar provecho al hecho de trabajar directamente con Alberto Hernández, porque recibía prebendas. Este era propietario de varios consultorios médicos, compró las clínicas Pasteur y después el Panamerican Hospital, y le entregó a Gaspar los contratos de trabajo para la creación de cuerpos de seguridad para estas instalaciones. Otra paradoja: criminales a cargo de centros destinados a preservar la salud y la vida.

"El dinero compra muchas otras cosas. Recuerdo un incidente con Ricardo Boffill, El Fullero, quien se atrevió a decir cuando estaba en España que Bosch era un criminal por lo que había hecho con el avión cubano. Orlando se enteró y ordenó que cuando el personaje llegase a Estados Unidos le dieran en el aeropuerto una golpiza, y me encomendaron a mí darle la primera galleta. Les manifesté mi preocupación de que se formara un escándalo público y me llevaran preso, pero contestaron que todo estaba planificado; me llevaron ante el jefe de la policía y le dijeron: ‘Este es el hombre’. Iban a simular que me detenían y dejarme libre por el camino.

"Como se reveló en el caso de Elián, la policía en Miami es de ellos, el FBI los controla, sabe todo lo que hacen; pero no les interesa lo que hagan contra Cuba, sino dentro del territorio norteamericano.

"No podemos olvidar que la Fundación fue creada por Estados Unidos para que se viera como cosa de cubanos y no apareciera que ellos estaban dirigiendo la política contra Cuba. Su esencia es derrotar a la Revolución cubana pero no para ‘liberar’ a la Isla, como proclaman cínicamente, sino para convertirla en una estrella más de la bandera norteamericana."