El Nuevo Herald
Oct. 06, 2004

Juan y Eva Perón, unidos en vida, separados en la muerte

KEVIN G. HALL / Knight Ridder
SAN VICENTE, Argentina

El caudillo Juan Perón y su glamorosa esposa Eva fueron inseparables en vida, pero unirlos en la muerte ha demostrado ser algo dificultoso.

Cincuenta años después de su régimen en la Argentina, la construcción de un mausoleo para ambos se ha visto retrasada por problemas en la recaudación de fondos y resistencia de por lo menos una de las hermanas mayores de Eva Perón. Los cadáveres del matrimonio, que murió con décadas de separación entre uno y otro, fueron exhumados durante el régimen militar argentino y sus restos sometidos a un tratamiento que pudiera parecer un filme de horror.

Los estadounidenses asocian a ''Evita'' con el éxito musical de Broadway, del mismo nombre, que relata la historia de cómo llegó de la pobreza a la cumbre. Los argentinos recuerdan a los Perón por impulsar una era de rápido modernismo y por crear un estado de seguridad social y un sistema de influencias políticas que permanece hasta nuestros días.

El Partido Peronista toma su nombre de ellos, pero a pesar de la prominencia del matrimonio, son recordados en museos rivales y están enterrados en criptas familiares situadas en zonas opuestas de Buenos Aires.

Las autoridades locales en San Vicente, en las afueras de la capital, esperan construir un mausoleo en los terrenos de la vieja residencia de fin de semana de la pareja. La provincia de Buenos Aires donó el terreno en el 2000, y un bien realizado pero oscuro museo Perón fue inaugurado allí en el 2002. Pero hasta ahí.

''Esto tendrá que hacerse con muy poco dinero, porque de lo contrario tal vez nunca se construirá'', reconoció Antonio Daniel Di Sabatino, un contador público que trabaja con el panel que está tratando de crear un mausoleo para los Perón.

''Pienso que Perón es un clásico y debería ser comprendido como tal'', dijo él. ``No hay una sola persona pobre en la Argentina que no recuerde a Perón''.

Muchos argentinos promedio están de acuerdo en honrar a los Perón, pero no en exhumarlos de nuevo.

''Desde mi punto de vista, no deberían ser tocados nunca más debido a las cosas que les ocurrieron'', dijo Claudio Vucetich, que lleva a los turistas a la cripta familiar de Evita Perón, en el cementerio del barrio de la Recoleta.

En el cementerio de Chacarita, a 45 minutos en auto cruzando la ciudad, María Luisa Sisti Monteros se incomoda con el pensamiento de trasladar los restos de Perón. Durante más de dos décadas, la enfermera retirada ha llorado junto a la cripta familiar del hombre cuyas habilidades oratorias se convirtieron en el cliché del caudillo latinoamericano.

''Esto es vergonzoso. No es posible. No pueden tocar a Perón'', insistió Montero, haciendo una pausa para arreglar las flores plásticas en la puerta de la tumba ``¡No queremos que los muevan de nuevo!''.

Montero describió cómo en 1987 los soldados la golpearon, después rompieron la cripta y serrucharon las manos del cadáver de Perón para pedir un rescate. Ese rescate nunca fue pagado, y las manos no se han encontrado jamás.

Esta historia palidece en comparación con la odisea surrealista del cadáver de María Eva Duarte de Perón después de su muerte a consecuencia de un cáncer de útero el 26 de julio de 1952, a los 33 años de edad. Juan Perón hizo que uno de los mejores embalsamadores del mundo preservara su cadáver y lo mantuviera en condiciones como si estuviera viva mientras él trataba de construir un monumento.

''Ella parecía casi como si estuviera viva'', dijo Pablo Vásquez, que dirige la biblioteca y los archivos del Museo Evita en Buenos Aires.

Los generales derrocaron a Juan Perón en 1955, y este hecho lanzó al cadáver de Evita Perón en una extraña jornada alrededor del mundo que duró décadas. Los soldados incautaron su cadáver de manos del embalsamador, quien, según cuentan los historiadores, se había enamorado de él. El embalsamador también hizo por lo menos dos copias perfectas en cera, dejando tanto a los familiares como a los enemigos sin saber si en realidad el cadáver que tenían en su poder era el verdadero.

La junta militar que sacó del poder a Juan Perón se llevó el cadáver verdadero de su esposa, y los historiadores saben ahora que los soldados repetidamente, durante dos años, profanaron el cuerpo preservado mientras era movido por toda la zona del gran Buenos Aires. Finalmente enviaron secretamente el cadáver a Europa en 1957.

Los generales temían el status de Evita en la Argentina, donde era considerada casi como una santa, y tenían miedo de que tuviera poderes más allá de la tumba. También se preocupaban de que sus restos pudieran inspirar a los pobres a llevar a cabo una revolución, por lo que en medio del mayor secreto enterraron el cadáver en Milán, Italia, bajo el nombre de Maria Maggi de Magistris.

Después de otro brote de agitación, los militares desenterraron el cadáver en 1971 y se lo ofrecieron a Perón como ofrenda de paz en 1971. Le entregaron el cuerpo en Madrid, España, donde él estaba exiliado. Perón se convirtió de nuevo en presidente de la Argentina el 12 de octubre de 1973, pero murió ocho meses después, antes de que pudiera trasladar de vuelta al país el cadáver de Evita.

Su tercera esposa y vicepresidenta, la bailarina de cabaret Isabel Martínez de Perón, trajo de vuelta el cadáver de Evita Perón en 1974, e hizo que Juan y Evita reposaran juntos en una cámara mortuoria. Supuestamente Isabel Perón se acostaba sobre el sarcófago con la esperanza de que el espíritu de Evita pasara a través de ella.

El 24 de marzo de 1976, otro golpe militar derrocó a Isabel Perón, y de nuevo desapareció el cadáver de Evita. Seis meses después, la familia lo recibió de vuelta bajo previo trato con los dictadores de que sería enterrado bajo varias capas de acero en una cripta familiar y que nunca más sería movido. Hoy día, la cripta de la familia Duarte, con tarjas dedicadas a Evita, se llena de flores de los turistas que visitan el lugar.

Los que apoyan el mausoleo dicen que Isabel Perón había autorizado mover el cadáver de Juan Perón, pero la hermana mayor de Evita, Erminda, todavía no ha dado su consentimiento para la unión de los dos cuerpos. Los directores del Museo Evita dicen que la familia no ha hecho comentarios sobre el mausoleo.