El Nuevo Herald
15 de octubre de 2001

Los aplausos al terrorismo

 Cuando una conocida figura del movimiento de los derechos humanos de Argentina señaló que se puso ``contenta'' por el atentado que causó más de cinco mil muertos en Nueva York el 11 de septiembre, puso en evidencia el hecho de que hay tantos lunáticos totalitarios en la izquierda latinoamericana como en la derecha, incluidos muchos que se hacen pasar por dirigentes de los derechos humanos.

 Hasta ahora, pocos se animaban a contradecir públicamente a Hebe Pastor de Bonafini, la presidenta de las Madres de la Plaza de Mayo, el grupo de madres de
 desaparecidos que surgió durante la dictadura derechista argentina de la década de los años 70. Durante años, De Bonafini ha sido una oradora estrella en universidades extranjeras y conferencias internacionales de derechos humanos.

 Sin embargo, en una conferencia realizada el 29 de septiembre en la Universidad Popular de las Madres de la Plaza de Mayo, en Buenos Aires, De Bonafini y tres otros panelistas --incluidos los escritores David Viñas y Vivente Zito Lema-- se alinearon llenos de orgullo con los violadores de los derechos humanos.

 ``Cuando pasó lo del atentado y yo estaba en Cuba visitando a mi hija, sentí alegría'', dijo De Bonafini. ``No voy a ser hipócrita: no me dolió para nada... porque siempre digo en mis discursos que nuestros hijos serán vengados el día que el pueblo, algún pueblo, sea feliz''.

 ``Sentí que había hombres y mujeres muy valientes... que se prepararon y donaron sus vidas para nosotros. Y brindé por mis hijos, brinde por tantos muertos, contra el bloqueo [a Cuba] y por todo lo que me venía a la cabeza''.

 Zito Lema, en su discurso, dijo que consideraba al líder terrorista Osama bin Laden ``un luchador, un revolucionario''. Y Viñas alabó el ataque terrorista como ``una forma inédita de lucha de clases''.

 ¿En qué planeta vive esta gente? En el Afganistán de los talibanes y Bin Laden, De Bonafini y su hija --como todas las mujeres-- tendrían prohibido estudiar y trabajar. Y los escritores que no comulgaran con el oscurantismo medieval del talibán serían fusilados.

 ¿Y cómo puede De Bonafini considerarse una luchadora por los derechos humanos y apoyar al régimen de Cuba, que prohíbe partidos opositores y condena a prisión --o a hospitales psiquiátricos-- a críticos pacíficos del máximo líder?

 El apoyo de De Bonafini a Cuba es difícil de entender, porque el régimen de Fidel Castro fue uno de los mejores aliados diplomáticos de la dictadura argentina: Cuba votaba sistemáticamente en contra de mociones del gobierno de Jimmy Carter para condenar al régimen militar argentino en la comisión de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas.

 ``Es triste que todavía exista gente como esta mujer que no entiende que la credibilidad y la legitimidad de la causa de los derechos humanos radica en tener un lenguaje universal, y no político'', me señaló José Miguel Vivanco, un alto funcionario de la organización Human Rights Watch. ``Se trata de una causa que debe beneficiar a todos: uno no debería tener menos derechos humanos por ser banquero que por ser obrero, y viceversa''.

 Por suerte, Horacio Verbitsky, un conocido periodista de izquierda y presidente del Centro de Estudios Legales y Sociales, un grupo de derechos humanos argentino, salió inmediatamente a refutar las declaraciones de De Bonafini en un artículo en el periódico opositor Página/12 y entrevistas con varias radios.

 ``La gente que dice esas cosas son lisiados morales'', me señaló Verbitsky. ``Reflejan un sector extraviado, que no es representativo de la izquierda argentina ni
 latinoamericana''.

 Es probable que así sea. Aunque Verbitsky y otras figuras de izquierda se oponen a los bombardeos de Estados Unidos en Afganistán --al igual que un 75 por ciento de los argentinos, según una encuesta Gallup publicada por el diario La Nación-- todos con quienes hablé me señalaron que la matanza del 11 de septiembre fue moralmente repugnante.

 La "alegría'' de De Bonafini debería dar lugar a un debate sobre si grupos de derechos humanos que sólo ven violaciones de un lado del espectro político deberían ser tomados seriamente por sus pares, y por nosotros, en la prensa.

 Muchos de estos grupos critican a la represión de la derecha --lo que me parece muy bien-- pero no abren la boca cuando los guerrilleros de las Fuerzas Armadas
 Revolucionarias de Colombia (FARC) asesinan a una ex ministra de Cultura, como ocurrió el mes pasado, o cuando Cuba condena a prisión a un periodista
 independiente.

 Sería bueno que grupos internacionales de derechos humanos, como Amnistía Internacional y Human Rights Watch, formen una coalición mundial que sólo admita a
 quienes condenen las violaciones a los derechos humanos de cualquier procedencia política.

 De otra manera, los grupos que tienen una agenda ideológica y sólo ven violaciones en un lado del espectro político --o que aplauden una matanza de civiles-- seguirán tergiversando impunemente la causa de los derechos humanos.

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