Sierra Maestra
29 de diciembre de 2002

Donde vivió Máximo Gómez

Texto y fotos: Juanita Perdomo Larezada

Amapala, Valle.__ Día lluvioso. Mientras mi emoción crece, la panga surca rápidamente el
 mar. Siento curiosidad por conocer Amapala, por saber de la casa que durante el siglo XIX
 habitara Máximo Gómez.
 Un improvisado guía señala dos cerros, uno representa a Nicaragua, el otro a El Salvador.
 Entre los dos, la localidad exhibe su belleza natural, un verde que sobresale y recrea la
 vista; mas, bien de cerca, Amapala se desviste: es pueblo de pescadores; huele a salitre, y,
 las casas, denuncian cierto abandono.
 El municipio de Amapala, que lo integran cinco islas: Exposición, Conejo, San Carlos, Las
 Almejas y los Pájaros, constituye el principal puerto del departamento Valle, en el Sur de
 Honduras y está enclavado en el norte de la isla del Tigre, bañada por las aguas del golfo de
 Fonseca, un entrante del océano Pacífico.
 Tocamos puerto y sin sacudirme el agua de la travesía, indago por la que fue morada del
 Generalísimo. Muy bien conservada la residencia; cerca de la puerta de entrada y en una
 calle adoquinada, que desemboca al mar, la placa rememora el suceso: En esta casa vivió
 de 1878-1884, el generalísimo Máximo Gómez Báez, dominicano libertador de Cuba. Su hijo
 hondureño: Dr. Antonio Gómez Romero. Sus nietos: Eleonora, Anita, Fausto, Mario, Rodolfo y
 Fabio.
 Colocada el 3 de septiembre de 1994, es lo único que recuerda la estancia en predios
 amapalinos del glorioso luchador. Los actuales dueños, muy poco o casi nada conocen de su
 antiguo habitante. "Ha transcurrido un tiempo enorme, más de 110 años. Solo sé que muchos
 médicos cubanos vienen aquí, queriendo conocer detalles sobre la vida hondureña de Don
 Gómez", refirió uno de ellos.
 Por más averiguaciones, de los descendientes de Gómez Báez solo supe que Anita, una de
 las nietas, hace poco falleció en la capitalina urbe de Tegucigalpa.
 Sin embargo, dicen por acá que aunque poco saben de la estancia de Máximo Gómez, les
 consta el orgullo que sienten los cubanos por él. "Debe haber sido un hombre grande para
 que lo aprecien tanto", advierte Edgar Oisiris Garranza, representante de la alcaldía de
 Amapala, quien muestra interés en el intercambio con historiadores de la Mayor de las
 Antillas, a fin de hacer del inmueble, sitio insigne de la localidad.
 "Con la doctora Maritza Almaguer, hemos conocido muchas cosas del patriota
 dominicano-cubano, pero quisiéramos más, en el deseo de mostrarle gratitud a Cuba, por
 todo lo que hacen sus médicos a favor de la mejoría de los índices sanitarios en mi país. Por
 primera vez, en Amapala, podemos hablar de atención masiva y es que ahorita contamos
 con dos médicos, y quisiéramos incrementar la cifra, para una población de 10 781, repartida
 en cinco islas".
 Para Arnoldo Garranza, director municipal de Salud en Amapala y también compañero de
 labor de la galena de Playa, "sin la mano amiga de ustedes, hubiera resultado imposible
 hablar de ostensible mejoría del Programa Materno Infantil; Maritza es la encarga de
 seguirlo y gracias a su contribución, en lo que va de año, no se han producido muertes de
 este tipo.
 "Un elevado porcentaje de los pacientes (el 80) vive en aldeas, en áreas rurales. Ella, no
 teme ni a las colinas ni a la mar, y visita a las gestantes en intrincados y casi inaccesible
 parajes. Antes de su presencia, solo lográbamos vacunar el 84 % de la población, ahorita
 andamos por el 96".
 En la pretensión de convertir a Amapala en destino turístico de preferencia, ocupa especial
 prioridad el tema sanitario. "Imposible impulsar la industria del ocio con deteriorados índices
 de salud... La presencia de Maritza y los proyectos de Educación Sanitaria en los que
 trabaja, ya rinden algunos frutos, en especial, los que fomentan una cultura a favor de la
 higiene y la protección del medio ambiente", asegura Edgar Osiris Garranza.
 "En términos de salud, las cosas avanzan para Amapala", asevera satisfecha la especialista
 en Medicina General Integral. "Cuando hace un año llegué, pensé que las cosas no
 cambiarían tan rápido, porque el nivel cultural de los pacientes es tan bajo, que incide en la
 situación higiénico-sanitaria. Convencerlos de la necesidad de asumir nuevos hábitos, costó.
 Pero la gente colabora, sobre todas las cosas al ver el interés mostrado, porque ellos estén
 bien...
 "Imagínese, después de escalar una colina a las dos de la tarde y socorrer a un ancianito
 grave, y salvarle la vida; de realizar terreno, algo tan normal en Cuba, la gente se sensibiliza
 y entonces, asume los consejos y ya no toma agua sin hervir, ni defeca al aire libre... Muchas
 cosas se han conseguido, aún cuando un eficaz trabajo encuentra trabas, por las limitaciones
 lógicas de los pobres, que a veces ni siquiera poseen el dinero para tomar el transporte y
 venir a consulta... "Por eso, descansar no lo hago muy frecuente, porque en cualquier lugar
 alguien puede estar necesitando ayuda médica".
 Para la doctora Maritza, haber sido ubicada en el territorio que por más de un lustro acogió a
 Máximo Gómez Báez, "significa el primer compromiso de trabajar bien, para honrar su
 memoria". Así también piensan otros cooperantes cubanos, pertenecientes a la región # 4,
 que integran los departamentos de Valle y Choluteca.
 Ellos, mantienen vivo el recuerdo del Generalísimo, no solo porque la brigada lleve su
 nombre, sino porque profesionalidad y talento salen al galope por intrincadas aldeas
 hondureñas. Por estos parajes, la salud prospera, y es, también, porque, como en el ayer,
 Máximo Gómez cabalga con los cubanos de hoy.